Diario de Valladolid

VITIVINICULTURA

De prada... a Prada

Comparte nombre con la firma de moda italiana y también un estilo propio que ha catapultado su nombre como una enseña comercial que no sólo elabora todo tipo de productos del Bierzo, sino que vende paisaje con cada uno de sus tarros de conserva o de sus botellas de vino. A punto de celebrar el 25 aniversario del lanzamiento de su espumoso y de su maceración carbónica, son sólo dos ejemplos de una prolífica carrera poniendo en valor su tierra

José Luis Prada.-L. P. / I. M.

José Luis Prada.-L. P. / I. M.

Publicado por
F. LÁZARO
Valladolid

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Cuando Prada a Tope compró el Palacio de Canedo tenía claro que allí se tenía que elaborar champán. Del Bierzo, pero champán. Así que, cuando comenzó a plantar las primeras tierras de viña, lo hizo con las variedades blancas chardonnay y godello con la vista puesta en su sueño espumoso.

Hay que ser un visionario, o tener una buena dosis de locura, –o ambas cualidades a la vez– para diseñar la plantación del viñedo para elaborar un champán berciano. Corría el año 1989 cuando José Luis Prada (Cacabelos, León, 1945), Prada a Tope, comenzó la plantación de estas tierras señoriales que se iban a convertir en su primera viña en propiedad. «Tenía claro lo que quería hacer y eso que todo el mundo me tomó por loco y me decían que a dónde iba con la idea de hacer un champán o un espumoso en el Bierzo… pero lo tenía claro: fiché a un enólogo muy bueno que había trabajado en una de las grandes casas del Cava de Cataluña y ya tenía todo: un buen suelo, dos variedades nobles, la tecnología necesaria y un técnico cualificado», recuerda Prada. Y así, en 1991, nació la primera cosecha de su Xamprada, que sólo dos años más tarde logró su primer Zarcillo.

La iniciativa no pasó desapercibida para los productores de Cava. Y el consejo regulador de la denominación catalana mandó un inspector para ver qué estaba haciendo Prada. «No pasó nada:habíamos registrado la marca a nivel europeo y el inspector acabó haciéndose amigo nuestro», recuerda entre risas.

«El Xamprada estaba muy bueno, pero la gente era muy reacia a probarlo, les costaba asumir cosas nuevas. Han tenido que pasar casi 20 años para que tenga el reconocimiento de todo el mundo», señala este emprendedor.

Y con el maceración carbónica el proceso fue similar. «Quería hacer un vino joven con toda la esencia de la uva, con toda su fuerza y frescura para alejarme de esa tendencia de que los vinos sepan a madera, que no está mal, pero si el vino es joven y alegre, con toda la exquisitez de la fruta, pues mejor», señala. La experiencia fue similar a la del Xamprada: la primera cosecha salió en el 91 y en el 93 les dieron un Zarcillo de Plata. «Soy más tozudo que nadie y ahí seguimos con los dos vinos, 30.000 botellas del espumoso, en blanco y el rosado con godello y mencía, y 20.000 del maceración, lo justito para que en agosto se acabe y la gente tenga ganas de la nueva cosecha», agrega Prada.

La consolidación de la bodega es un sueño hecho realidad: la transformación de los productos del Bierzo creando riqueza en su entorno. «El progreso del mundo rural viene dado porque todo el mundo suba hacia arriba y crezca, que la gente viva dignamente y el campo se atienda, que se cree la estética del campo y de ahí un paisaje y el turismo rural, es bueno para todos», sostiene.

Hoy parece todo fácil, pero cuando Prada empezó le tomaron por loco. Y bastante dosis de locura –mágica, eso sí– tenía que tener alguien que desde el comienzo se empeñó en ir contracorriente. Todo lo que se sale del camino previsto es visto habitualmente con recelo. Pero eso no le arredró cuando hace más de cuarenta años se lanzó a desarrollar el proyecto, empresarial y personal, de Prada a Tope y comenzó a elaborar conservas de pimientos asados, cerezas en aguardiente, castañas en almíbar y vino, hasta que se hizo famoso con su casa de comidas ‘La Moncloa’, en Cacabelos.

El camino no ha sido fácil. Este empresario, que se ha arruinado tantas veces como se ha hecho rico y que sigue plenamente al pie del cañón, comenzó a trabajar cuando tenía 14 años en una tienda de zapatos que su padre tenía con un socio y que estaba a punto de cerrar. Poco a poco comenzó a revolucionar el negocio y a imprimir el concepto de ‘a tope’ que ha marcado toda su vida. En esa época creó el logotipo de Prada a Tope con su silueta y características gafas con el que sigue hoy y a los 19 años la zapatería se convierte en un negocio en el que es posible casi encontrar de todo: desde discos a ropa moderna.

Su carrera empresarial se paraliza un año después, cuando se va a hacer el servicio militar en el tercer Tercio de la Legión. A su retorno, su creatividad desbordante la deriva organizando unos grandes carnavales, un belén viviente y creando otro de los iconos de su carrera: un coche completamente tuneado y pintado a la moda hippie con las puertas de madera que todavía conserva como un icono en la bodega.

Pero en los años 70 del siglo pasado tanta revolución no era bien asimilada... Así que en 1971, con 26 años, cogió su singular coche y con su amigo el pintor Pedro Cotado se fue a París y a Londres.Allí conoce de primera mano el espíritu de dos grandes ciudades sin cortapisas sociales ni impedimentos políticos. La experiencia le sirve para reafirmar plenamente sus planteamientos iniciales y su apuesta por la tradición berciana comienza a tomar forma.

«Cuando viajé a Londres con 24 años me di cuenta de que los españoles no éramos nadie y que la gente por ahí era libre, fue una gran lección. Cuanto más salgo de mi pueblo, más lo defiendo». Palabra de Prada.

En 1972 prueba y envasa los primeros 3.000 tarros de cerezas en aguardiente. Y aunque hoy se valoriza todo lo que produce la tierra, en aquellos años la huida del campo a la ciudad era poco menos que una obligación.

Pero fue todo un éxito. Al año siguiente, a las cerezas se sumaron pimientos asados, peras y otros productos autóctonos. Y comenzó la verdadera revolución de Prada, quien ya es un referente conocido y reconocido en el Bierzo. El negocio va asentándose hasta que en 1977 da un paso más y compra el caserón del antiguo Hospital de San Lázaro y los terrenos aledaños sobre los que después levantaría la Moncloa de San Lázaro, el primer negocio de turismo rural de calidad de la zona.

«Empezamos en el 72, cuando nadie creía en lo natural, en potenciar los productos de la tierra. Lo único que hicimos es lo mismo que nuestra madre, poner cerezas en un tarro y ponerle una etiqueta. Entonces era una locura ponerse a venderlo en un pueblo, cuando todo el mundo ya lo tenía. Pero yo tenía muy claro que el mundo es muy grande, pero siempre potenciando lo nuestro. Ahora ya es una moda, y sea bienvenida, a la que algunos se suben», señala Prada.

La rehabilitación de todo el complejo finaliza en 1982 y desde allí impulsa un taller de elaboración de conservas, una tienda y un restaurante de comida casera. Hasta 2001, la Moncloa se convierte en el centro de operaciones de la compañía, que comenzó en 1987 su expansión tras abrir en el barrio Húmedo de la capital leonesa la primera de sus exitosas tiendas para vender sus productos.

Ese mismo año compra otro de los activos imprescindibles para conocer la magnitud de su obra: las ruinas del Palacio de Canedo y sus tierras, un antiguo señorío que languidecía casi en completa ruina y donde ya no quedaba ni una sola de sus viñas históricas.

Y allí Prada soñó con hacer su champán. O un cava. Y, por cuestiones legales, ni lo uno ni lo otro: elaboró un vino espumoso de calidad, eso sí, siguiendo el método champenoise, y ahora celebra el 25 aniversario de su creación y habla con orgullo de sus ventas en Nueva York, Zúrich o Ámsterdam. Y de la otra revolución para la época: el maceración carbónica, que es el primer vino que se comercializa cada cosecha.

«Vivimos felices de acuerdo con nuestra forma de hacer las cosas. Transformamos los productos pero a la vez siempre procuramos que no estropeen el medio, que nuestro entorno sea bello. También por eso somos diferentes», señala este emprendedor incansable, que reconoce que «antes me llamaban loco y ahora muchos de aquellos que me criticaban siguen mis pasos empresariales, es la leche».

Con el paso del tiempo, aquella locura se ha transformado en un emporio que ha colocado el nombre y las esencias del Bierzo por medio mundo. Y este polifacético y visionario personaje es hoy un respetado viticultor, bodeguero, hostelero, empresario, negociante, comerciante, investigador... que emplea de manera fija a una treintena de personas y otra cifra similar de temporales cuando llega la campaña de alguna de las frutas u hortalizas que envasa. Y todo sin moverse ni un centímetro de la hoja de ruta que trazó para poner en valor su Bierzo natal.

Y con lo que le ha tocado bregar, ahora cuando viaja lo hace como un capitán general. Y con el reconocimiento de la gente. Es el éxito del berciano José Luis Prada. De Prada a Tope.

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