Barrio a Barrio
La calle de la chica misteriosa de Valladolid
Nadie sabe con certeza cuál es el origen del nombre de la calle Niña Guapa. Una teoría apunta a la existencia, o invención, de una joven de belleza desbordante, pero otra se inclina por una leyenda literaria
Nadie parece saber quién fue ella. Si esta chica misteriosa existió o si tan sólo sirvió de motivo para alimentar varias leyendas. ¿Fue una vecina de la zona que deslumbraba por su belleza? ¿La protagonista de una obra literaria en la que destacaba su hermosura sobre todo lo demás? ¿Una invención sin más? ¿El título que una novela tomó prestado de la calle o al revés? ¿O ninguno de estos supuestos son ciertos? Para responder a estos interrogantes hay más teorías que certezas y una calle vallisoletana, la de La Niña Guapa (con el ‘La’ según en qué placa se mire) por la que la tranquilidad discurre sin que el tiempo provoque significativos cambios en ella.
Quienes regentan los contados negocios de esta vía próxima a La Circular y a Labradores, ofrecen dos respuestas sobre el nombre al que reciben la correspondencia: «No tengo ni idea», se repite en más de un local. Mientras en otros, como en el único bar que sobrevive en el lugar, el Salmantino, el hostelero Javier García que se crió entre esas paredes relata su suposición: «He oído muchas cosas. De pequeños nos contaban que había una chica muy guapa a la que venían a visitar. No sé si será verdad...», aclara, y coincide con el relato que esboza Goyi SanJuan en la peluquería Ópera, abierta desde el 90: «Preguntaban ¿Vais donde vive la Niña Guapa? Eso he oído, pero a saber. En cualquier caso, el nombre es muy bonito».
Uno de los referentes para conocer la historia de la ciudad, el arquitecto y cronista Juan Agapito y Revilla (1867-1944) escribió en su libro Las calles de Valladolid que nunca llegó a descubrir a qué se debe tan curiosa nomenclatura. Explicó que en la Revista Contemporánea se publicó en el año 1903 un artículo titulado La Niña Guapa, escrito por Leandro Mariscal y Espiga, maestro de la Academia de Caballería de Valladolid, que recogía «una leyenda vallisoletana, un magnífico cuadro de algunas costumbres de la época de los Felipes, en la que se hablaba de cuevas en Canterac y otras cosas tremebundas, por las que más que leyenda era pura novela todo lo que se relataba» con una niña llamada Isabel y apodada como la calle como personaje central. Sin embargo, no tenía claro si la leyenda era anterior o posterior a la incursión de esta denominación dentro del callejero pucelano.
La calle surgió a finales del siglo XIX sobre unos terrenos de una gran huerta cerca de las vías del tren.
Da un extremo con Padre Claret y al otro con Nicolás Salmerón y un paseo de jueves por la tarde por ella en la actualidad descubre un pasaje relajado, con predominio de viviendas salteadas con algún establecimiento comercial y apenas viandantes. El ya mencionado bar Salmantino es uno de los veteranos. Lo abrió Emilio García hace 54 años y hoy su hijo Javier (de tan sólo un año más que el negocio familiar en el que creció) lo regenta. «Cuando era pequeño esto era más como un barrio. Los vecinos y vecinas sacaban las sillas del bar afuera a tomar el fresco. Jugábamos en medio de la calle porque apenas pasaban coches y era un ambiente más familiar». La clientela también ha variado: «Había una puerta ahí en Labradores, donde la vía, y salían a almorzar trabajadores de Renfe y atendíamos a muchos de Fasa Renault que vivían por la zona», comenta quien abría antaño a las 7 porque «antes de trabajar muchos se pasaban a desayunar» y ahora lo hace dos horas y media después porque los hábitos difieren. Pero su conclusión es positiva: «Me gusta, llevo toda la vida aquí y no es el centro, pero como si lo fuera».
Habla de un tiempo en el que no era el único establecimiento hostelero de la acera. Allí se encontraba también el bar Carlos. «Había clientela de sobra para los dos», apunta. Ya cerró hace tiempo, pero aún le recuerdan varios con cariño. Isabel, que hasta hace unos pocos años llevó la Academia París, de corte y confección, y aún mantiene los rótulos de la fachada, cuenta cómo en su mejor momento «estaba siempre lleno»: «Era famoso por sus caracoles y había más movimiento».
«Los de la zona nos conocemos todos, no hay ningún problema de convivencia», destaca Goyi desde la peluquería Ópera. La fisioterapeuta Noelia Guadarrama subraya la cercanía con los principales servicios de la ciudad. «No es como el centro, pero está muy cerca», coinciden varios.
Detrás del mostrador de Reparación de calzado Maestro está un artesano, Ricardo Maestro, que lleva abierto desde 1985, primero en la cercana Labradores y después en el principio de Niña Guapa. «No pasa mucha gente, pero yo sobrevivo porque me he reinventado, hecho especialista ya no puedes hacer el típico cosido, hay que abrir campo y hacer de todo, y porque tengo clientela de hace 39 años». Y de todos los barrios.
A un par de portales se encuentra CosoCosasCuero, que en el cristal de fuera exhibe un cartel de ‘apoyo al comercio de barrio’. Dentro, Belén Ortega cuenta que «la gente que viene es porque ya saben el sitio porque no es muy transitada».
Desde una perspectiva distinta, la de quien reside en ella, Miguel Ángel, un joven que hasta hace poco vivió en Niña Guapa, destaca que «es una calle muy tranquila, hay pocos negocios y se circunscribe prácticamente a un lugar de paso para los propios residentes». «Lo cual puede parecer, a veces, un poco triste y desolado –señala–, pero, para descansar, es perfecto. Apenas se oyen ruidos, ya que en tráfico es muy limitado».
Y ya en un aspecto más cómico apunta que «lo mejor de la calle Niña Guapa se ubica de cara al exterior». «Es un recurso fácil pero con cierta gracia para un contexto de ligoteo o tonteo, cuando una chica te puede preguntar aquello de dónde vives y tú le respondes, directamente, ‘en tu calle’. Desde que me fui de allí, ligar ya no es lo mismo, je, je. Bromas aparte, además de todo lo dicho, el hecho de estar tan próxima al centro te hace olvidarte del coche. Andando o en bici llegas rápidamente a cualquier parte», comenta.
Sobre la eficacia de esta anécdota para el flirteo que expone Miguel Ángel, da cuenta otro joven vallisoletano, Hugo, cuya abuela reside en la vecina calle Asunción. Habla con un cariño y una sonrisa inusitados para tratarse de una calle en la que nunca ha vivido, pero es porque de ella guarda uno de los recuerdos más entrañables entre sus abuelos. «La única vez que recuerdo haber visto a mi abuelo Manuel, que ya falleció, decirle un piropo a mi abuela Julia fue en esta calle. Al pasar por aquí él le dijo: ‘Estamos pasando por tu calle, la calle Niña Guapa’. ¡Anda, tonto!, contestó ella».