Diario de Valladolid

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EFECTIVAMENTE, hablamos de una proposición no de ley lo que se discutió el miércoles pasado en las Cortes de Castilla y León sobre la amnistía, y que ha sido muy comentado fuera y dentro de la meseta. Siendo estrictos, se trataría de una anticipación, de un futurible leguleyo porque no sabemos aún en qué términos precisos se va concretar esa amnistía en forma de ley tanto en el Congreso de los Diputados como posteriormente en el Senado. Lo que sirve por igual, e independientemente de su oportunidad,  para que la polémica venga como anillo al dedo para los pro amnististas de Pedro Sánchez, y para los anti amnististas de Núñez Feijóo.

Pero la pregunta clave es muy otra: ¿Nos va a llegar esa amnistía en forma de Ley o con la denominación de origen que quieran pintarnos para vestir al santo? La respuesta es que nos llegará más pronto que tarde –prontísimo diría yo– porque está en la misma esencia de las sesiones de investidura que tendrán lugar en nada, y que protagonizarán ambos candidatos. Simple cuestión de un tiempo muy corto en el que los dioses –que nos quieren tanto y son a veces tan puñeteros– obrarán el milagro antinatura de la perra que pare lechones.

Un parto con pinganillo que asquea y horripila a no pocos castellanos y leoneses. A mí, personalmente, que llevo años denunciando por escrito para que queda constancia, todos y cada uno de los asesinatos de la banda terrorista ETA, me repugna y me desasosiega que la ley borre unos hechos de lesa humanidad, y que haga de los criminales unos héroes de la inteligencia artificial y de la conciencia un muladar. Me repele tanto como que los golpistas y los ladrones del 2017 moldeen ahora la democracia como si fuera el truco del almendruco. Efectivamente.

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