Diario de Valladolid

Villanueva

Villanueva amanece con los oficios de 1915

La localidad vallisoletana vive un fin de semana de tradición, cargado de actividades para recordar los antiguos usos castellanos

El cartero, un vecino y el cura de la localidad asisten a una jornada de labranza en el campo.-PHOTOGENIC

El cartero, un vecino y el cura de la localidad asisten a una jornada de labranza en el campo.-PHOTOGENIC

Publicado por
Cristina S. García

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Los villanuvenses han vuelto este fin de semana a la Villanueva de 1915 con la IX edición de la Feria de oficios de Aldeanueva. De los mil habitantes de la localidad, cerca de 350 se han prestado voluntarios para rememorar cómo era vivir en el pueblo hace un siglo.

Durante estos dos días, entrar en el casco histórico del municipio significaba sumergirse en una realidad no tan lejana, para vivir de cerca los quehaceres castellanos de la época, la cocina tradicional en la lumbre, el trabajo en el campo, y otros muchos oficios como los de panadero, herrero o cazador.

Caminando por sus calles podías encontrar al pregonero, al cura, a la guardia civil e incluso a un pastor esquilando una oveja, todos ellos cronológicamente perfectos y con una misma actitud, «vivir la feria con ilusión», tal y como contaba Pablo, encargado de entretener a los niños con juegos tradicionales como la rayuela, e hijo de José, el afilador. «Es una tradición muy bonita, que enseña a todos cómo se vivía antes, pero sobre todo a los niños, que aprenden y se divierten al mismo tiempo», explicaba Pablo.

Y es que este pueblo «es como una gran familia», decía una visitante, «es la primera vez que venimos, pero seguro que volveremos». A su lado el maestro, Rubén, que describía orgulloso los pupitres y mapas que decoraban el escenario de la escuela. «Los utensilios provienen de aquí, de Villarmentero de Esgueva, de Villanueva de los Infantes y demás pueblos cercanos, que hemos recopilado y conservado a lo largo de los años».

A un cierto punto, unos pillos como los de antes comenzaron a correr, y tras sus pasos descubrimos al sacerdote y al cartero charlando amistosamente. Mientras, tres de sus vecinos, mulas y arado en mano, trabajaban la tierra ante un grupo de curiosos.

«Este traje es de mi bisabuelo, y la bicicleta de mi abuelo, yo soy más haragán y terminaré por romperlo», bromeaba José, el cartero. «Al igual que la ropa, la profesión se heredaba, eran costumbres de la clase media baja».

Unas jornadas llenas de emoción, que ya esperan al año próximo «mientras se conserve la memoria y las ganas de compartir».

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