QUINCE AÑOS DEL MILAGRO DE HAITÍ
El bombero vallisoletano Óscar Vega recuerda el milagroso rescate en Haití: "El niño es un fiera, quiere ser médico"
Óscar Vega rememora quince años después el rescate del niño ‘Redji’ con la emoción de cuando tiró de sus brazos y lo sacó de los escombros y ahora presume de su amistad

El bombero Óscar Vega en su casa de Arroyo con la imagen que le ha enviado Redji estas Navidades desde Maryland con su madre.
Quince años después del milagro de Haití, el rescate del niño Redjeson ‘Redji’ Hausteen Claude, el bombero del parque de Las Eras de Valladolid que protagonizó la hazaña junto con otros dos compañeros, Óscar Vega (Valderas, León, 1978), reconoce que haber logrado salvar la vida al ‘Redji’ es, de lejos, el momento más «intenso» y «emocionante» de su vida. Un instante que unió desde entonces dos vidas para siempre.
Este rescate, que fue portada de gran parte de los diarios, radios y cadenas de televisión del mundo, por tratarse de la primera persona recuperada con vida bajo los escombros de Puerto Príncipe, la capital de Haití, y además ser el protagonista un niño de 2 años que había sobrevivido 52 horas bajo toneladas de cascotes, fue bautizado universalmente como el ‘milagro’ de Haití.
La gratitud, desde entonces, ha hecho su trabajo y quince años después el bombero y el rescatado conversan y se mensajean cada poco tiempo para celebrar la segunda vida del haitiano que ahora vive en Maryland (Estados Unidos).
El seísmo del 12 de enero de 2010 (el rescate de ‘Redji’ se produjo más de dos días después) fue uno de los terremotos más mortíferos de la historia y una de las catástrofes humanitarias más significativas de las que se tienen registro. El sismo ocurrió a las 16:53:09 hora local, con epicentro a 15 kilómetros de Puerto Príncipe, la capital haitiana.
Al lugar acudió el Grupo de Especialistas Bomberos de Castilla y León (Gebocyl) formado por Óscar Vega y otros seis compañeros. En él estaban también Ismael, bombero de la Diputación de Valladolid y Félix del Amo, experto en rescate de montaña y buceador. También dos perros: Turco, un labrador, y Dopy, un golden retriever. Todos ellos formaban parte, en concreto, de la unidad de Búsqueda y Rescate en Estructuras Colapsadas (Brec) para intervenir en grandes catástrofes.
Nada más llegar a Puerto Príncipe se alojaron en el aeropuerto, en un improvisado campamento desplegado muy cerca de las pistas de aterrizaje. Puerto Príncipe era una montonera de cascotes y polvo en suspensión con cadáveres cada pocos metros.
Al día siguiente comenzó el trabajo. En esa intervención les dividieron. Una parte se fue con los perros que llevaron desde España a una búsqueda en un supermercado. Y otra parte, de la de Óscar Vega, partió con Bomberos de la Comunidad de Madrid, Policía Nacional, Protección Civil y su unidad canina a la zona de la Universidad de Puerto Príncipe, que es donde se realizó el rescate del niño.
La prioridad era buscar personas donde se pensaba que a la hora del terremoto (16.53 horas) podría haber más aglomeración de gente, como los supermercados, la universidad o los colegios.
«Fuimos a la zona con un equipo oficial de Haití y escolta, porque son zonas inseguras. Muchas calles estaban cortadas por los escombros y en el edificio donde trabajamos había colapsado ‘en sandwich’, un efecto que se produce cuando los pilares del inmueble parten y caen forjado contra forjado, uno encima de otro sin dejar oquedades, sin posibilidad de recuperar cuerpos con vida. Todo eran cadáveres», rememora el rescatador.
Ruido como de un gatito
Fue pisar el terreno y la zona se llenó de gente. «Cada uno en su idioma, francés, inglés o criollo te rogaba gritando que fueras a buscar a su familiar, a su casa, a su zona. Entre esa multitud estaban ‘Reggie’ Claude y Daphnée Plaisir, los padres del niño. No sé por qué, su insistencia nos llegó más que la de otra gente. Repetían que oían a su hijo bajo los escombros, aunque los demás te decían cosas parecidas. Pedimos que los escoltas nos autorizaran acercarnos y así empezó todo», prosigue.
Efectivamente, al llegar oyeron como el maullido de un gatito al final de los escombros. «Estuvimos horas y horas cavando una galería en la que cabíamos tres bomberos tumbados a lo largo. No teníamos herramientas y nos pasábamos las piedras unos a otros. ‘Redji’ estaba con un cadáver al lado, el de su abuela, que lo recogía entre sus brazos».
Cuenta Vega que el perímetro del niño era como el del casco que portaban. Eso ayudó, porque un adulto no hubiera podido salir por ese hueco. Y sobre la explicación de que porqué sobrevivió el nieto y no su abuela, la encuentra en que, al ser niño, se durmiese algunos ratos, sin malgastar energía haciendo esfuerzos. A su favor jugó el hecho de que nunca faltó oxígeno. Dedujo que el abuelo cogió al niño, lo metió abrazado debajo de la mesa. Se hundió todo y quedó un hueco justo para sobrevivir. «Yo fui el que dio el último relevo, pero fue un trabajo de todos», recalca Vega.

Redji en su visita a Valladolid en marzo de 2019, cuando tenía 11 años, con los hijos del bombero Óscar Vega.
Ciando ya casi estaba despejado, surgió un contratiempo. «Tenía un trozo de mesa cruzado y no sabíamos si estaba clavado. Con ayuda de un gato hidráulico logramos liberar el trozo de mesa. Ahí vi sus ojos como platos en la oscuridad y le así de las manos. Yo me dije: ‘No te vas sin mí’. Ya agarrado chillé a los otros: ‘¡Para fuera que viene conmigo!. Nos sacaron del hueco tirando de mis piernas hacía atrás».
En ese momento se desató la locura. «Conseguí ponerme de pie. Se fue concentrando de gente y empezaron a cantar con los brazos al cielo. Me arrancaron el casco, me elevaban en el aire con el niño. La emoción se desbordó», recuerda Óscar.
«Esta imagen es lo más gratificante de mi vida. Es difícil que algo supere esta vivencia. Era la esperanza de vida de la catástrofe, porque era el primero. Su madre me lo daba a mi. Nos hicimos todos fotos con él». En Haití se quedaron una semana más y en total los bomberos castellanos y leoneses y los madrileños lograron rescatar a cinco haitianos con vida.
El reencuentro
Cuando parecía que Óscar Vega y Redjeson estaban abocados a una incomunicación por la distancia, justo un año después, el enero de 2011, se puso en contacto con los bomberos una periodista austríaca Natalie Halla, residente en Simancas (Valladolid). «Se había enterado de nuestra historia y quería grabar un documental. Nos ofreció viajar a Haití y ponernos en contacto con el niño. Nos sorprendió porque estaban muchos periodistas detrás de hablar con ‘Redji’, y no fueron capaces de localizarlo».
Contestaron que sí, pero con dos condiciones: llevar medicamentos y poder ayudar a la escolarización de los niños porque allí la educación es privada. Poco después ya estaban en Puerto Príncipe y lo que vieron fue decepcionante. «Pensamos que se habría recuperado bastante, porque fue la catástrofe mundial que más dinero recibió. La ciudad seguía prácticamente igual un año después. La gente seguía viviendo debajo los escombros y los edificios seguían caídos. La impresión es que el dinero no llegó para la reconstrucción».
Cuenta Vega que el reecuentro con Redjeson fue «muy fuerte a nivel emocional». «Fuimos a su casa en el día que celebraba sus tres años de vida. Redji era muy pequeño y sinceramente no era consciente de que éramos sus rescatadores. Nos abrazaba y decía nuestro nombre, pero sin ponerlo en contexto». Los españoles decidieron asistir a una ceremonia más íntima que organizaron los padres de ‘Redji’ en una iglesia del barrio, una ceremonia que combinaba ritos religiosos católicos y vudú, donde entran en trance y convulsionan.
Hubo un segundo reencuentro esta vez en Valladolid en marzo de 2019 cuando ‘Redji’, ya con once años (ver foto inferior) vino a una gala de RTVCyL en el Auditorio Miguel Delibes. También visitó la casa de Öscar.
Sus padres se separaron años después del terremoto. La madre y ‘Redji ‘marcharon a Maryland (Estados Unidos). Ella era enfermera y tuvo una hija con su nueva pareja. Luego montó una ‘bakery’, una pastelería-restaurante. Redjeson, en la actualidad tiene 17 años, está estudiando y destaca por sus muy buenas calificaciones. «Es una máquina de los estudios y le han dado ya varios premios por sus buenas notas. Su deseo es estudiar medicina. Ahora habla más con mi hijo y le cuenta que juega a fútbol americano en el instituto y va a intentar ser doctor».