Diario de Valladolid

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QUÉ FUERTE. Vamos de congresos en congresos federales hasta la apoteosis impune del patria o muerte venceremos. Al conciliábulo de la UGT acudió Sánchez como víctima y se desahogó. Lógico, estaba entre hermanos de leche. Para animarles –y eso que los tribunales acababan de condenar al ugetista Fernández Sevilla por ladrón con pena de cárcel y a la devolución de 50 millones– les dijo con el cuajo del tarumba: que adelante con los faroles, y que sopa con vino no emborracha lo suficiente, aunque agacha un poquito la testa.

Si esto dijo a los propios, que aplaudieron a rabiar como quien invita a una ronda de cerveza y langostinos –el aperitivo base de estos sindicalistas del escote y del descoque–, ahí no terminó ni el brindis ni la jarana. Acto seguido lanzó una propuesta totalitaria para acojonar al chanquetismo que diezma a la oposición: que no, que no piensa dimitir ni con danas, koldos, ábalos ni con aldamas, que le quedan muchos años de presidente. Como mínimo «tres, ¡y los que vienen!». Así, con un par, y como dicen en mi pueblo: al borracho fino ni el agua basta ni el vino.

Para demostrar que iba en serio –que esto es una jarana perpetua en condiciones, y que su permanencia en el cargo roza el tiempo insondable de la eternidad–, ese mismo lunes nos enteramos de algo que un medio digital calificó de «obsceno fraude contable». Al parecer –y debe de ser cierto, pues ningún partido ha dicho ni mu que yo sepa–, ha dispuesto que 92 millones de euros, consignados para el fondo de catástrofes naturales, sean distribuidos entre los partidos políticos para su reconstrucción.

¿Se imagina qué partidos serán los destinatarios de tal obsequio justo a un mes de la dana de Valencia? Debería imaginárselo porque sale íntegramente de sus impuestos como contribuyente vacuno u ovejuno estabulado que es, que somos. Lo percibirán los de la banda ancha Frankenstein para que engrasen usque ad nauseam la maquinaria sanchista con lubricante durex sensitive que «quita las telarañas» y «libera las sensaciones» con la indolorosa delgadez de un «éxito garantizado», que dijo una ex fiscala generala.

Así que a remolque de los hechos –todo son mentiras y bulos, declaran los congresistas por los rincones, plazas y confesionarios– llegaron renqueantes a la asamblea sevillana del PSOE de Sánchez. Ayer domingo uno de diciembre, y primer día de adviento, concluyó la timba federal. El tirano, con todas sus directrices y ejecutiva, salió reforzado por unanimidad norcoreana y por aclamación bolivariana, porque, ay, la banda está borracha. Digo la del PSOE de Sánchez. Del PSOE histórico de Felipe González, a quien yo voté –la juventud roja votábamos democracia–, no quedan ni los calzones ni conciencia ni triste memoria.

La jarana, percibida desde la resaca de hoy lunes, no puede ser más decepcionante y pachanguera. Bajo el lema fascista de que «vienen a por nosotros», se ha creado un relato estrábico, distorsionado, esperpéntico, y de espectros ambulantes pegados a una corrupción con patas kilométricas. Se ha jaleado a dos corruptos como Chávez y Griñán que saquearon 680 millones de euros, y a la corrupta Magdalena Álvarez y a la imputada Begoña Gómez; se ha llamado «golpista y autoritario» al jefe de la oposición; se han negado las evidencias de corrupción a trote y moche; se ha cuestionado la labor de los jueces como una «cacería humana»–, y se ha puesto en jaque a la Jefatura del Estado.

La sensación es además tristísima, pues sólo queda la poesía como refugio libertario y paisajístico. Lo que me retrotrae a los tiempos del franquismo puro y duro que condenó Jorge Guillén en su largo poema, La potencia de Pérez. Un tratado inmisericorde, cabal y certero, contra las tiranías del siglo XX en general, y en particular contra la de Franco. En su parte VI –titulada el «Coro del Partido»–, vemos reflejada la potencia de Sánchez y sus mangancias totalitarias, que secunda su partido manu militari: «Somos los únicos amos/ del presente y del futuro./ Sin desfallecer lanzamos/ la pelota contra el muro».

Exacto, pues esto mismo dio a entender ayer en este Congreso de militantes bolivarianos & sanchistas de falange macedónica. Son amos del presente y del futuro por una cuestión de bemoles progresistas: su unidad equivale a una totalidad que consiste en liquidar las disidencias y las discusiones de modo contundente. Y lo hace con la unanimidad del clavo: donde lo mete no caben más criterios ni alfileres. Su táctica, por tanto, es la del machacante subvencionado: levantar un muro para que no crezca la historia, la hierba, y la esperanza democrática.

En La potencia de Pérez hay un hallazgo providencial que a la potencia de Sánchez le viene como anillo al dedo: «No hay libertad, trasto viejo./ Poder encumbra al Partido./ Muera el infeliz conejo/ que vaga a solas huido». Con una destreza alucinante, el sanchismo pone cepos y metralletas como en el muro de Berlín. La libertad no es más que el desmadre que señaló Lenin a Fernando de los Ríos con ese desprecio de tirano que sueña con galeras y grilletes: «¿Libertad?, ¡para qué!».

En la jarana perpetua de Sánchez, el desprecio por la libertad tiene, finalmente, el mismo sentido práctico y comercial que denuncia Guillén en su poema: una «bien acariciada empresa/ de largo alcance y botín/ es montura que no cesa/ de ofrecernos brida y crin». A este atraco permanente se reduce la filosofía de tantos congresos federales con derecho de pernada: al trueque de la cochura –el arte de cocer– por la hermosura, que señalaban los picaros y ladrones del Siglo de Oro. Y es que, con la impunidad del pumpum pipi dodo, la banda está borracha, eta eta bogacha chachachá.

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