Almeida en el palco de Zorrilla

Mientras el PSOE de Pedro Sánchez se lleva a Sevilla sus cuitas, disputas y escabechinas, el PP de Feijóo se trae a Valladolid sus desconciertos en una oposición que se la juega todo al jolgorio de jaleos que acechan a Moncloa por el mar de Begoña, la tierra de Koldo y el aire de Aldama. Mientras Koldo y Aldama siguen minando a un Pedro Sánchez, del que sabemos que goza de muchas vidas, pero no sabemos cuál es la última, no estaría demás que Génova se preocupara por ofrecer también una imagen de alternativa seria de gobierno, porque la moción de censura, con VOX en la ecuación no sale ni aunque la canten los niños o las niñas de San Ildefonso. Tiene que apretar mucho la camisa comprobar como tu rival vive asediado día sí y día también y, sin embargo, no eres capaz de vislumbrar que lo vayan a desalojar de Moncloa, donde llegó por una carambola de carambolas y ahora no hay quien lo saque. Arde todo alrededor de Sánchez y parece que el que se quema es el PP. Así es la política actual. Veremos lo que nos espera del cónclave de Sevilla, decidido como está a pertrecharse en el partido, obrando la renovación de Castilla y León y otros lugares incómodos. Pero es que además lo de Castilla y León ya acumula demasiados trienios oficiando como leal oposición al PP. Lo de la intermunicipal vallisoletana no deja de ser un reconocimiento de que a la vista de las tropelías de Mazón lo de Mañueco y su estilo entre aburrido y sosegado es lo que mejor aploma en el PP de Feijóo. Aquel Mañueco que en los orígenes de la Génova de Feijóo se veía con cierto recelo por ser el primero en pactar con VOX, en vísperas del congreso que puso el día y el mármol de Pablo Casado, hoy se mira con el respeto que otorga la solidez. Más tenistas y menos cantantes, dicen ahora la voces de Génova. A Mazón no se le espera. Al regidor madrileño, Almeida, colchonero y sufridor a partes iguales, sí. Incluso en el palco de Zorrilla.