Diario de Valladolid
Iratxe García, Santos Cerdán y Carles Puigdemont, en la reunión en Bruselas.- EL MUNDO

Iratxe García, Santos Cerdán y Carles Puigdemont, en la reunión en Bruselas.- EL MUNDO

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EL PSOE es una organización extraordinaria. Con una capacidad de metamorfosis y adaptación, que ni los reptiles, herederos de los peces y los dinosaurios, han alcanzado en la evolución de las especies. La magia y la virtud del PSOE a la hora de recomponer la realidad y hacerla coincidir no con sus convicciones, sino con sus circunstancias resulta, por sencilla, casi inverosímil. Y es una cualidad que posee desde los tiempos inmemoriales de Felipe González, que ahora trina contra Sánchez por la amnistía que no iba a ser. El mismo González que, con acierto nos metió en la OTAN, donde no íbamos a entrar. González, que es la X sin despejar, no del antiguo Twitter, sino de los GAL, esos renglones asesinos del Estado, no es referente moral alguno para argumentar contra la amnistía de su sucesor. González, enorme estadista sin parangón, es la referencia antimoral de la política reciente y contemporánea. El PSOE es una institución indestructible precisamente por su capacidad para mudar el pellejo y ponerlo a buen recaudo. No hay prófugo que se le resista ni incoherencia a la que tire a la cuneta con desparpajo. La convicción consiste en hacer de la necesidad virtud. Y de la virtud bandera. Por eso los socialistas, por ejemplo, de Óscar Puente, critican que el PP de Carnero cumpla en el gobierno lo que prometió en campaña, que no iba a indultar los atascos esparcidos por el de Más Madrid, al tiempo que se hacen gárgaras amnistiando a un delincuente de libro e indultando a violadores de mujeres y niñas. Pero lo que mata no son los violadores, las bicicletas son para el verano. La movilidad de Sánchez para transitar, sin apenas emisiones, del repudio a la amnistía a convertir la amnistía, que no es otra cosa que arrodillar el Estado ante los bandidos, en un ejercicio plebiscitario sin precedentes. Si yo fuera el prófugo Puigdemont no las tendría todas conmigo porque la movilidad de Sánchez recorre las sentinas de la política en híbrido, y no da pedalada sin felonía.

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