Diario de Valladolid

BARRIO A BARRIO 

La calle de Valladolid que fue un camino hasta la Esgueva

Tardó mucho tiempo en recibir el nombre de calle porque en sus inicios era un camino que comenzaba en el Prado de la Magdalena

La calle Alamillos en 1970 con un coche modelo Seat 1500 circulando por la vía

La calle Alamillos en 1970 con un coche modelo Seat 1500 circulando por la víaARCHIVO MUNICIPAL DE VALLADOLID

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Valladolid

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El camino que conducía desde el Prado de la Magdalena hasta la Esgueva y que hoy lo hace rumbo a Huelgas, San Juan y Don Sancho se transformó finalmente en una calle. Es una de las más pequeñas de Valladolid. Su recorrido se reduce a 131 metros. Es la distancia que se necesita para atravesar la calle Alamillos. Comienza tras dejar atrás Real de Burgos y termina en el cruce a la izquierda con Pólvora. Si el caminante prosigue su camino en línea recta se adentra en la calle Huelgas. Alamillos es una calle muy pequeña pero llena de vida. Los establecimientos se suceden y el tránsito peatonal es enorme, igual de intenso que el tráfico de coches, motos y vehículos de reparto que buscan huecos inverosímiles para entregar una mercancía y seguir el rumbo.

La primera vez que apareció en el plano municipal fue en 1738. La inmensa mayoría de las calles no eran más que solares. En algunas zonas concretas había huertas y vaquerías. En Alamillos, no. Era un camino, obviamente sin urbanizar, que transcurría entre el Prado de la Magdalena y la Esgueva. La calle no adquirió hasta 1863 el nombre que tiene en la actualidad.

El estanco La 44 es el comercio más veterano. Está a punto de soplar 61 velas. Abrió sus puertas unos metros más adelante de donde se ubica ahora y continúa atendiendo a multitud de clientes. El negocio lo inició la abuela, Ángela, lo continuó el padre, Sigfredo, y ahora es el nieto, Millán, quien despacha desde el otro lado del mostrador. El propietario da fe de la intensa actividad que tiene la calle. El tráfico es incesante desde primera hora de la mañana y el ir y venir de los vecinos y de otros ciudadanos que llegan hasta allí confirma esa sensación inicial de que Alamillos no es una calle más, es una calle situada en una zona de fácil acceso a la que separan diez minutos de la Plaza Mayor. Estamos hablando de una calle céntrica que está prácticamente al lado de la Facultad de Medicina y del Monasterio de las Huelgas Reales, fundado por María de Molina en 1282. Algo más alejado, pero inmediato porque el recorrido es cercano, se encuentra el Clínico. La inmediatez es similar si el paseo conduce en dirección a las afueras antes de pasar por delante del polideportivo Miriam Blasco y de la zona de las facultades de la Universidad de Valladolid.

La familia que regenta la carnicería Fernando también ha dejado huella en la calle. El propietario recuerda que son ya 42 los años que lleva establecido allí. Dejó Villabrágima cuando era «un crío», como recuerda, y se vino a la capital. Su caso es similar al de Millán y es que Fernando también aprendió el oficio en casa. Primero fue el abuelo quien abastecía a los clientes, después se encargó el padre y finalmente le llegó el turno a él. En la carnicería hay cola a cualquier hora del día y eso es buen síntoma. Como ocurre en muchos pueblos, la vida en las calles pequeñas resulta familiar. Todo el mundo se conoce por su nombre. Y si los actuales propietarios han cogido el testigo de sus antecesores, los clientes de ahora son los niños que años atrás acudían a recoger los productos que sus padres o abuelos habían encargado previamente por teléfono. Los elogios son mutuos entre tenderos y clientela. La magnífica atención por parte de los dueños genera nuevos clientes. La calidad de los productos, el precio y la rapidez constituyen los pilares de un buen negocio. La carnicería de Fernando es, al igual que otros establecimientos, un magnífico punto de encuentro para iniciar conversaciones y o para hablar de cualquier tema que forma parte de la rutina diaria.

Mar y Juan Carlos también ostentan el grado de veteranía. Allí instalaron hace 20 años su negocio, ÑFotógrafos, después de haber pasado por la estación de Renfe y las calles Maldonado y Zapico. El servicio que dispensan es amplio. Se acerca el periodo de las primeras comuniones y tampoco queda lejos el fin de curso y hasta el establecimiento se acercan multitud de familias para encargar un buen trabajo fotográfico que permanecerá para siempre. ¿Quién no guarda en casa las fotos de la comunión y en las que aparece junto a los compañeros de clase? Juan Carlos y Mar han atendido a miles de vallisoletanos desde que comenzaron su tarea y han conseguido que hasta ÑFotógrafos acuda nueva clientela procedente de cualquier zona de Valladolid.

Y si cualquier tienda es un excelente punto de encuentro para entablar conversación, ¿qué podemos decir de una cafetería? El bar Pepito se estableció en la calle Alamillos hace 60 años, aunque en los últimos 15 lo regenta Jose y con otro nombre, Central Park. Allí se dan cita a diario hombres y mujeres de todas las edades. El rato más ameno se produce cuando coinciden los vecinos más veteranos. Las seis décadas que lleva abierto este negocio son el mismo tiempo que ha pasado desde que muchos de ellos compraron allí su casa. Los buenos recuerdos se agolpan en la memoria y así lo reconoce Jose, que sonríe cuando recuerda a esos vecinos entrañables que un buen día se instalaron en la calle Alamillos, desde donde han asistido al paso de los años, a la permanencia de los tenderos más veteranos y a quienes llegaron después al considerar que es una zona excelente para su negocio.

Es el caso de Jorge. que atiende a la clientela en Colchonerías Élite. La empresa tiene un comercio en la calle Canterac y otro en el Paseo Zorrilla. En Alamillos están desde hace 8 años y el semblante de Jorge es el fiel reflejo de la satisfacción, de haber elegido la calle idónea para mostrar su producto.

No podían faltar en la calle otros establecimientos habituales como una farmacia, una peluquería, una frutería, una clínica dental y una tienda de fotocopias, Guiastur, donde atiende Ana desde hace 24 años. Los residentes en Alamillos disponen también de un amplio supermercado de la compañía Lupa, lo que facilita sus compras diarias sin necesidad de moverse de la zona. La calle de 131 metros que comenzó siendo un camino en dirección desde el Prado de la Magdalena a la Esgueva sorprende a quienes la pisan por primera vez. Nunca un espacio tan reducido fue escenario de tanta vida.

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