Cifras que evidencian un problema de Comunidad
DESPOBLACIÓN. Ese es el mal endémico que sufre Castilla y León. Y, aunque no es la única que lo padece porque ahí se encuentran también territorios como Galicia, Asturias, Extremadura, Aragón y Castilla-La Mancha, si tiene el deshonroso privilegio de estar casi siempre en la línea de salida, a la cabeza de las comunidades que más población pierden año tras año, estadística tras estadística, cifra tras cifra.
Son ya muchos, quizás demasiados, los años que se llevan hablando de políticas y de planes de lucha contra la despoblación, de mesas de trabajo y hasta de bancos de pensadores que, los hechos y el paso de los años, han demostrado que han servido para bien poco o para nada. Los datos ahí están y son irrefutables: la Comunidad sigue perdiendo población, sigue viendo cómo sus jóvenes se van a buscar fuera las oportunidades que aquí no encuentran o se les niegan. Y la consecuencia de todo esto es que cada vez hay menos población activa, aquella que pueda aportar valor a la economía de Castilla y León.
Y para muestra, una vez más, las cifras. Aquellas que sitúan a la provincia de León como una de las tres del conjunto del país con menos cotizantes por pensionistas. Las mismas que dicen que el resto de las ocho provincias de la Comunidad se encuentran todas por debajo de la media del país, que es lo mismo que decir que ninguna de ellas, ni siquiera aquellas como Valladolid o Burgos por su potencial industrial o Segovia y Soria, que presentan las ratios más altas, superan esos dos cotizantes por jubilado que es la media de España.
Es hora ya de arremangarse desde las administraciones para poner en marcha políticas que frenen esta dramática tendencia, que va camino de convertir a algunos territorios de la Comunidad en verdaderos desiertos. Y en esta tarea todos deben arrimar el hombro, políticos y agentes sociales; gobierno y oposición porque es una tarea que a todos concierne.
Lo que los números están evidenciando, una y otra vez, es la existencia de un problema de Comunidad, que también es de país, sí, e incluso de Europa. Pero Castilla y León lo sufre más que nadie y debe ponerse desde ya manos a la obra para atajarlo. Es el momento de trabajar en la búsqueda de políticas y de herramientas activas que ayuden a frenar, primero, esta tendencia de sangría poblacional y de pérdida de jóvenes y de población activa y a revertirla, después. Ese es el objetivo y a él deben empeñarse todos los agentes de la Comunidad.