Diario de Valladolid

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Otra de indios. Ayer reconfirmaron, desde la Secretaría de Estado de Inmigración y Emigración, que la señora Rumí quiere que los jóvenes de «media y alta cualificación», que salieron de España catapultados por la crisis, regresen cuanto antes en falcon a la madre patria. No está mal como desiderátum. Como realidad es otra cosa, pues tiene todas las pintas de una politicada que opera con las reglas de cálculo pasadas por la túrmix de Sánchez.

¿Dónde están las pelas, las empresas de acogida, los puestos de trabajo, los contratos maravillosos y el futuro prometedor para adecuar la agenda supersónica de Sánchez con las agujas del reloj de la plaza mayor de Valladolid, por poner un ejemplo? De eso no habla la señora Rumí, aunque esté en ello. Ha anunciado para ya, tanto en Berlín como en Londres, una serie de charlas para doblegar lo que enfáticamente llama la señora política «resistencias».

Esto me recuerda a algo que viví en tiempos de la gloriosa Transición. Siendo ministro de Cultura el señor Solana, se le ocurrió hacer la misma operación retorno con los exiliados de la guerra Civil y de la posguerra. A algunos que yo conocí muy bien, se les ofreció el oro y el moro. En el garlito cayó una escritora tan cualificada y excepcional como Rosa Chacel. ¿Qué ocurrió? Que con el billete de avión, pagado por el señor Solana, regresó a España para verse con una mano delante y otra detrás.

Sólo cuando sus paisanos de Valladolid hicieron colecta –y no me hagan hablar del caso porque sería vergonzoso hacerlo–, pudo la escritora seguir viviendo sin que, por enésima vez, le cortaran la luz eléctrica. Mal harían esos jóvenes creer en los cantos de sirena de la señora Rumí. Si eso ocurrió en tiempos de Felipe González, que era un auténtico estadista, en los de Sánchez, que es todo sonrisa profidén, allá tú y si vuelves.

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