Diario de Valladolid

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LA ACELERACIÓN y las prisas impuestas por quienes rigen el calendario a brincos acaban consiguiendo que los asuntos salten como tarabicas, de manera que a la vuelta de unos días, cada vez menos, resulte ya imposible evaluar medidas despachadas con el atolondrado revuelo del alirón. Y que siga la bola y que viva Bartola. Es como si nos estuviera marcando el paso el patán americano, capaz de convertir en espectáculo el garabato de su firma.

Algo parecido nos va ocurriendo desde que estrenamos el año, que además arranca agitado por la greña partidaria y basculante de los políticos. Al ministro de la luz le ha pillado el cumpleaños tratando de poner en limpio el barullo normativo generado por su hermano gemelo y el infausto Soria, al embaular en el mismo saco el regulador de los mercados y la autoridad vigilante de la competencia. La chapuza se hizo en 2013, incumpliendo directivas europeas, como si los de Bruselas fueran mermados o lerdos. Lo que defiende el ministro es la opacidad de los peajes, cuyo monopolio ostentan Enagás y Red Eléctrica.

El pestiño supone un tercio de la factura que pagamos todos los meses por estar conectados a la luz. Este asunto vuelve a poner una vez más de manifiesto el atasco que tenemos en la transferencia de directivas europeas a nuestra normativa. Están dictadas y nos obligan, pero ¿quién dijo prisa? Pasó otro tanto con las manoseadas cláusulas suelo, porque nadie entendió que el fallo del alto tribunal europeo fuera a enmendar a nuestro Supremo. Y lo que hizo fue, lisa y llanamente, aplicarnos el reglamento.

Así que más vale que Nadal tome en serio las advertencias europeas y se deje de anunciar enredos con el gas para bajar los precios. Porque, una vez malogrado el depósito artificial Castor, que hubiera concedido cierto margen de maniobra, todo el gas que nos llega es de importación. El horizonte razonable plantea que el consumidor pague por la luz un precio justo, prescindiendo de apósitos insoportables. Es decir, la energía que consume, sin los colgantes adheridos al recibo de la luz. Que para hacerse una idea del zurullo, suponen el 65% de lo que pagamos cada mes.

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