Diario de Valladolid

La voz de la mujer en el campo

8 de marzo En Castilla y León solo el 29% de los titulares de explotación son mujeres, de ellas, un 40% superan los 65 años / Marta, Mari Mar, Ángeles y Silvia cuentan su experiencia y reivindican su papel en un sector masculinizado y envejecido

Silvia González, joven incorporada al sector hace cuatro años, y Ángeles Clérigo, agricultora palentina a punto de jubilarse, subidas al tractor que forma parte de su vida.-BRÁGIMO

Silvia González, joven incorporada al sector hace cuatro años, y Ángeles Clérigo, agricultora palentina a punto de jubilarse, subidas al tractor que forma parte de su vida.-BRÁGIMO

Publicado por
Marisol Calleja

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Apenas el 29% de los titulares de explotación en la Comunidad son mujeres, a tenor de los datos de la PAC de la pasada campaña, con 19.972 solicitudes del total, que asciende a casi 70.000 expedientes. Un dato relevante que constata la masculinización del sector agrario y que, en el caso de las profesionales que cotizan a la seguridad social, es decir, las agricultoras a título principal se rebaja hasta el 21%, según los datos de enero de este año, con 6.556 mujeres adscritas al SETA frente a 23.933 hombres. La incorporación de jóvenes y mujeres sigue siendo una prioridad para el sector agrario consciente de que su futuro pasa por poner en valor el papel que desempeñan estos colectivos en el medio rural, en términos de actividad empresarial y de su contribución al tejido social.

Si los datos de la PAC ya son suficientemente destacados, no lo es menos la edad que presentan las solicitudes. Y es que, casi un 70% de los expedientes, corresponde a mayores de 55 años. Es más, en el tramo a partir de los 65 años, fuera ya de la edad laboral, se concentra el grueso del colectivo femenino en Castilla y León, un 43%, con 8.656 mujeres, frente a los 13.594 hombres, según la campaña pasada.

De esta forma, no llega a las 600 personas, concretamente 527, las mujeres menores de 35 años en Castilla y León, con únicamente 56 expedientes de menos de 25 años. El ritmo de incorporaciones «sube», como destacan desde la administración, aunque muy lentamente y de una forma insuficiente, en opinión del sector. De los 2.705 jóvenes incorporados al campo en el periodo 2016-2018 (incluidas las 956 solicitudes de este año pendientes de tramitar), solo el 26% son mujeres, a pesar de que esta cifra supone cinco puntos más que entre 2017 y 2013, con el 21% de incorporaciones. Un dato preocupante en un escenario de futuro en plena negociación de la PAC que quiere dar mayor protagonismo a este colectivo a través de la implementación de distintas medidas comunitarias, nacionales y locales.

Nadie duda de que el trabajo de las mujeres en las explotaciones agrarias ha sido y es indispensable, aunque en muchas ocasiones esa presencia no haya sido visible. Las mujeres rurales representan más de un tercio de la población mundial y el 43% de la mano de obra agrícola, según los sindicatos. Todo ello, en un contexto en el que el medio rural ocupa el 90% del territorio.

Un marco no exento de dificultades que exige acciones para dinamizar el relevo generacional y la permanencia en este ámbito. Mari Mar Gómez, Marta Escudero, Ángeles Clérigo y Silvia González son ejemplos de mujeres trabajadores incorporadas y orgullosas de su oficio, a pesar de las trabas.

A Ángeles, de 65 años y natural de Castromocho (Palencia), le gusta definirse como «una agricultora de toda la vida». A punto de jubilarse y de dejar los «trastos» a su hijo, esta emprendedora del medio rural no deja de subirse al tractor y de recorrer el campo, como lo ha estado haciendo «tantos años», como titular de una explotación. Madre de tres hijos, exhibe satisfecha su vinculación con el sector primario y a su pueblo.

Reconoce que el oficio es «sacrificado» y que no todo el mundo está dispuesto a pringarse, aunque en su caso, nunca quiso hacer otra cosa. Por eso, desde que se dio de alta en los años ochenta no ha dejado de ir al campo y subirse al tractor. Una maquinaria que no siempre ha contado con las comodidades de ahora. Ángeles recuerda, en este caso, aquellos modelos sin cabina ni aire acondicionado, en los que «te comías los mosquitos». Ahora, dice, «las cosas han cambiado mucho».

Esta pre-jubilada reconoce que es el propio agricultor el que muchas veces «tapona» el relevo generacional, y pone de manifiesto las exiguas pensiones medias del sector primario. Un elemento que une a la falta de tierra y los retrasos en las ayudas por parte de la administración.

Ángeles es un ejemplo vivo de dedicación al sector. Una vocación que comparte con otra palentina, Silvia González, agricultora de 33 años, que gestiona una explotación de secano en Villaconancio, el pueblo de sus padres y que considera suyo.

El caso de Silvia es un caso atípico, basado en el compromiso personal. Licenciada como ingeniera agrónomo, esta joven decidió hacerse cargo de la explotación familiar «para no echar a perder el trabajo de sus padres y de su tío», a pesar de que su primera intención siempre había sido «hacer unas oposiciones».

A Silvia le enseñaron a «querer» y «valorar» el sacrificio de su familia. Una responsabilidad de la que es muy consciente, y que lleva adelante con el «gran» apoyo económico y moral de su madre y de su hermana.

Silvia lleva cuatro años incorporada al sector aprendiendo cada día. Es de las pocas, además, que se sube al tractor y que no tiene a nadie que haga las tareas por ella. Silvia gestiona sola la explotación, aunque se deja guiar por la experiencia de otros agricultores como Alfonso y Germán que le tratan «como igual».

Aunque «nunca» se ha sentido discriminada, admite que el sector agrario es un mundo de hombres, y pone como ejemplo el día que, junto a su madre, fue a comprar un pulverizador y el dependiente le contestó: «los fus fus al chino». De forma educada, salieron de la tienda y compró su maquinaria en la competencia.

«Orgullosa» de su profesión, afirma «fríamente» que los precios y la rentabilidad te hacen a veces preguntarte si interesa hacer este trabajo. Su respuesta es que sí, aunque «no te hagas millonario». Silvia pide a la administración, eso sí, que se incentive la vida en el medio rural.

La rentabilidad es precisamente la «clave» para que las mujeres y los jóvenes se incorporen al sector, en palabras de Marta Escudero, ganadera de vacuno de leche de Toro (Zamora). Marta tiene 30 años y gestiona una explotación familiar junto a su madre y su hermana.

Aunque pudo elegir un camino «más fácil», decidió continuar con el legado familiar. Formada como ingeniera agrícola, insiste en que en el campo y la ganadería cada vez hay más gente preparada. Su sensación es que hay «pocas» mujeres en un sector con «pinceladas» machistas». Por eso, reivindica el papel de la mujer en términos de igualdad.

Marta es hija de ganaderos. Valora especialmente el trabajo de su madre, Isabel, y las muchas «trabas» que tuvo que superar para sacar la explotación adelante. Lamenta, eso sí, el contexto de precios actual, especialmente desde el final de las cuotas lácteas. «Tengo liquidaciones de mi padre en las que se cobraba la leche por encima del precio que hemos percibido en los últimos años». Denuncia la falta de capacidad de negociación con la industria y de una cadena alimentaria mejor regulada para llegar o superar los costes de producción.

De costes y precios sabe mucho también Mar Gómez, ganadera de ovino de Escalona del Prado (Segovia. Gestiona una explotación familiar con 800 ovejas y una quesería. Empezó ayudando a su marido y ahora lo hace «casi todo», desde atender partos al tedioso papeleo.

Mar habla de un sector que atraviesa un momento «muy delicado». Los precios son bajos, así que, afirma, «no es atractivo tener una explotación de ovino». Cada vez hay menos margen, según esta ganadera, que se dio de alta en el 94 y que reconoce que hay muchas mujeres trabajando con sus maridos que no se incorporan oficialmente, lo que considera un «error».

Se declara «orgullosa» de ser ganadera. Por eso, pone en valor el papel de la mujer como «base del entramado social del medio rural», y pide a la administración ayudas específicas de discriminación positiva.

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