Diario de Valladolid

GANADERÍA

La trashumancia más difícil

Los ganaderos abulenses que mantienen viva esta tradición lamentan que sus gastos se disparen este año un 30% debido a la sequía

Vacas pastando en Navalcán (Toledo) antes de retornar a los agostaderos de Gredos.-A.G.

Vacas pastando en Navalcán (Toledo) antes de retornar a los agostaderos de Gredos.-A.G.

Publicado por
Antonio García

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Apenas falta un mes para que cerca de 5.000 reses realicen a pie el camino de retorno desde las tierras de Castilla-La Mancha y Extremadura hasta los agostaderos situados en la vertiente norte de la Sierra de Gredos, manteniendo aún viva esta tradición ancestral que, además de resultar beneficiosa para el ganado, sirve para mantener unas vías pecuarias cada vez en peor estado.

Ete año esta costumbre cuenta con la declaración de Manifestación Representativa de Patrimonio Cultural. Un reconocimiento que los ganaderos esperan que sirva para que esta práctica milenaria se revitalice. Aunque la mayoría de los ganaderos abulenses trashuman en camiones, aún quedan unos cuantos que siguen realizando el camino de ida a las tierras del sur y el de vuelta a Gredos a pie durante cerca de dos semanas.

Cuando los fríos llegan en torno al mes de noviembre, emprenden el camino hacia fincas de Castilla-La Mancha y Extremadura para que el ganado pueda comer unos pastos que la nieve y el hielo impide mantener en las cumbres del macizo abulense.

Allí permanecen en torno a medio año, para después retornar a mediados de cada mes de junio en busca de los agostaderos que les permitan disfrutar de un verano algo más fresco y manteniéndose con los pastos gredenses.

Esta es la teoría, ya que la práctica este año indica que la sequía que está afectando a buena parte de la Península disparará sus costes en torno a un 30%, ya que los animales apenas tienen qué comer y es preciso que los ganaderos tengan unos gastos imprevistos en pienso y paja.

Así lo describen Francisco Chamorro, un ganadero de 50 años que cuenta en el municipio toledano de Navalcán con 150 reses, y Félix González, que tiene en torno a 200 cabezas en el norte de la provincia de Cáceres.

El primero es del municipio abulense de Hoyos del Espino y el segundo del vecino de San Martín del Pimpollar, aunque ambos comparten una idéntica problemática a la ya añadida por la dureza de su oficio y a las complicaciones derivadas de unos saneamientos ganaderos que les ocasiona numerosas pérdidas.

Chamorro calcula que los gastos de esta campaña se le dispararán en torno a un 30%, como mínimo, teniendo en cuenta las consecuencias de un año que califica de «atípico» debido a la sequía que afecta tanto a la zona de Castilla-La Mancha como a la vertiente norte de la Sierra de Gredos, donde hace apenas un mes han llegado a tener 17 grados bajo cero.Este ganadero, que vincula esta situación con el «cambio climático», señala que esta circunstancia «encarece los gastos» de forma considerable, ya que las vacas debían estar comiendo pastos ahora y sin embargo tienen que ser alimentadas con pienso y paja.

Para darlas de comer es preciso que los ganaderos tengan que hacer más viajes desde sus pueblos a estas zonas del sur, lo que contribuye a que el desembolso sea aún mayor. Por ello, tampoco contratan a más gente en los lugares de pasto, ya que el bolsillo se vería aún más afectado.

En el mismo sentido se expresa Félix González, quien asegura que a estas alturas tiene que viajar hasta la provincia de Cáceres «un día sí y otro no» para echar de comer a un ganado que actualmente tendría que estar disfrutando de unos pastos verdes que están prácticamente secos.

Lo mismo ocurrirá cuando las reses realicen la trashumancia y lleguen a su ‘casa’ en Gredos, donde el panorama es similar aunque las cumbres cuentan con una destacada capa de nieve.

«Todo se pone mal», comenta Félix González, quien recuerda, al igual que Francisco Chamorro, cómo lleva «toda la vida» con el ganado, al igual que su hijo Carlos Marcelo, de 23 años.

Con él cuida de las 200 cabezas de ganado actualmente, aunque desde que era un crío ya se iba con su padre al campo. «Sin andar ya se venía conmigo», asegura González, que asegura que a su hijo le gusta «más que a un tonto un lápiz» este mundo que, pese a su dureza y las dificultades engancha a quienes lo conocen.

Tanto González como Chamorro también coinciden al advertir que, pese al reconocimiento de la trashumancia como Patrimonio Cultural Inmaterial, esta práctica milenaria puede desaparecer en pocos años si no se la cuida.

Chamorro vaticina que en una década, las actuales 5.000 reses que realizan la trashumancia a pie pueden quedar reducidas a 500. Y ello porque no hay relevo generacional y porque las campañas de saneamiento ganadero repercuten negativamente en quienes tienen reses.

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