LA BODEGA
Más felices que en vendimia
Fundada en 1989 por Javier Cremades Alfaro, Pradorey cuida y mima de 520 hectáreas de viñedo propio con el que elabora hasta 17 referencias distintas

Visitantes disfrutan de una jornada en el viñedo en la bodega.
Pradorey es una de las bodegas más visitadas de Castilla y León. Miles de personas visitan cada año sus instalaciones con ganas de conocer y aprender más sobre la bodega y sobre el mundo del vino. En la carretera CL-619, kilómetro 66, en Gumiel de Mercado (Burgos), se ubican sus instalaciones, que son un referente de la Ribera del Duero. La bodega, fundada por el empresario Javier Cremades de Adaro en 1989, cuida y mima 520 hectáreas de viñedo en la finca, el Real Sitio de Ventosilla. Sus cepas se sitúan a más de 800 metros y se reparten en 8 pagos muy diferenciados, que a su vez se dividen en 141 parcelas. Apasionado del campo y de la agricultura, Adaro soñó con “elaborar vinos únicos y fieles a la tierra”, cuentan desde la bodega. Bajo la dirección enológica de Francisco Martín, elaboran un portfolio de 17 vinos entre los que destacan El Buen Alfarero (un vino artesanal de tinaja), Pradorey Élite o Adaro.
Cada año, durante el otoño, la bodega abre sus puertas en una propuesta singular: la ‘Vendimia VIP’. Una experiencia que combina tradición, enoturismo y gastronomía en una jornada donde los participantes se convierten en vendimiadores por un día.
VENDIMIADORES POR UN DÍA
Se habla mucho de catar un vino, de disfrutar de sus aromas y palpar en la memoria gustativa un sinfín de posibilidades. Pero poco se habla del hecho que precede: de cortar un racimo de uvas, de lo que transmite la tierra a primera hora de la mañana y de la extraña sensación en los pies durante la pisada de la uva. Y es que todo lo relacionado con la vid desprende un mundo sensorial único. Bien lo saben en Pradorey, pioneros en iniciativas del sector enoturístico. La aventura comienza a las 10 de la mañana en los viñedos, donde los asistentes reciben unas tijeras y un capazo para recoger uvas directamente de la cepa. De la mano del equipo técnico se aprende a distinguir el racimo en su punto óptimo: ni agua en exceso, ni azúcar insuficiente, según explican desde la bodega. Tras la recolección, llega el despalillado —separar el raspón de la uva— y el momento ‘estrella’ de la jornada: el pisado tradicional con los propios pies. Para compensar el esfuerzo, cata del mosto que los asistentes han sido capaces de obtener con su ‘baile’; y después tiene lugar un almuerzo. Aunque la técnica actual es mecanizada, la experiencia invita a rememorar la tradición. Este fin de semana es el último que organiza la bodega esta experiencia campestre (solo hay 20 plazas por jornada), aunque también hay posibilidad de más fechas entre semana.
Para rematar la jornada, la bodega ofrece la opción de disfrutar de un menú degustación en La Posada, un palacete herreriano del sXVII que levantó el Duque de Lerma y que sirvió de coto de caza y residencia para Felipe III. Ubicado a 2 km del edificio principal, el edificio rezuma historia. El dominio perteneció a Isabel la Católica que adquirió la finca por más de dos millones de maravedíes al segundo Conde de Ribadeo en 1503. Entre sus paredes descubrimos que Lope de Vega representaría aquí algunas de sus obras, mientras Rubens reprodujo en óleos el esplendor de sus jardines. En el comedor espera un menú degustación de 5 pases diseñado por Ricardo Martín, con una propuesta que combina producto local de temporada y caza.