ÁVILA
Patrimonio y naturaleza en El Barco
La declaración de BIC con categoría de conjunto histórico a esta localidad le da la oportunidad de ser conocida también como la puerta de Gredos
Hay ocasiones en las que una ciudad o un pueblo son asociados a un monumento, un personaje histórico o incluso a su gastronomía, dejando casi en el olvido o en un segundo o tercer plano otros aspectos tanto o más interesantes que conforman su identidad.
Este es el caso de la localidad abulense de El Barco de Ávila, conocida habitualmente por sus famosas y deliciosas judías. Una legumbre que quizá ha ocultado los atractivos de este pueblo situado en la vertiente norte de la Sierra de Gredos, a unos 85 kilómetros al suroeste de Ávila.
Sin embargo, puede que a partir de ahora esa identificación se extienda a su riqueza patrimonial, después de que, tras más de 30 años de espera, la Junta de Castilla y León haya aprobado su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC), con categoría de conjunto histórico.
Según la resolución del Consejo de Gobierno del pasado 2 de noviembre, esta declaración viene determinada «no sólo por la conservación de elementos urbanos y edificios significativos, algunos ya considerados BIC, sino fundamentalmente por su organización morfológica, con un modelo urbano generado entre los siglos X y XI».
Situado en un punto estratégico junto al río Tormes, muy ligado a la historia de la villa, este municipio también se encuentra plenamente ligado a la montaña sobre cuya vertiente norte de asienta. Por ello, no puede haber un lema mejor elegido para El Barco de Ávila: «La puerta de Gredos».
La proximidad de la Sierra, junto al río Tormes, convertido en parte de la historia de los barcenses, dibujan esa parte de El Barco de Ávila que aparece ligada a la naturaleza, con la posibilidad de hacer rutas de todo tipo y disfrutar de un entorno privilegiado. Y no es una frase hecha.
Pero la declaración de BIC con categoría de conjunto histórico destaca la calidad de un modelo urbano que se conserva en la actualidad y que se genera durante la época de la repoblación, entre los siglos X y XI y termina intensificándose en los siglos XIX y XX.
La alcaldesa barcense, Loreto Yuste, agradece este reconocimiento y destaca el hecho de que el patrimonio «no sólo está en las ciudades, sino también en los pueblos». En este sentido, advierte de la necesidad de «cuidarlo» y con esta distinción será «más fácil hacerlo», con la ayuda de las diferentes administraciones.
Esta localidad constituye un conjunto histórico con elementos y edificios significativos de gran interés. Algunos ya son BIC como la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción o el Castillo de Valdecorneja, pasando por sus murallas, la Puerta del Ahorcado, los paladios, la ermita del Cristo del Caño o el hermoso puente románico sobre el río Tormes.
Por empezar por alguno de ellos, quizá merezca la pena detenerse en el Castillo de Valdecorneja, situado en el punto más elevado del valle, desde el que se domina el río y el puente. Construido sobre un castro vettón destruido por los romanos, esta fortaleza fue edificada en el siglo XII y reconstruido en el XIV. Su patio interior dejó de ser de armas y se transformó en el siglo XV en uno de honor. Restaurado en varias ocasiones, en la segunda mitad del siglo XIX fue habilitado como cementerio municipal.
Ahora, tras una nueva restauración, acoge actos culturales, especialmente en verano. Tras la declaración de El Barco de Ávila como BIC, existe un proyecto de calado para que «sea un monumento más activo», según la alcaldesa, que pretende convertir en accesible la Torre del Homenaje.
Muy cerca del recinto fortificado se encuentra otro de los emblemas de la localidad: el puente románico. Al ser este pueblo paso de las calzadas, se supone que los romanos pudieron construir inicialmente este puente que, tras sufrir el deterioro propio de las contiendas de cada época, fue reconstruido a comienzos del XII.
Al lado contrario del puente se encuentra uno de los lugares más queridos de los barcenses: la ermita del Santísimo Cristo del Caño. Este pequeño templo del siglo XVII alberga la imagen del Cristo hallado en el siglo XIII, que el primer viernes de septiembre cruza el puente hasta la iglesia parroquial, donde permanece hasta el último domingo de octubre, que retorna a su ermita.
Junto a este templo, sobresale en el casco urbano la ermita de San Pedro del Barco (1663), levantada en el lugar en el que nació el patrón de la localidad. Su festividad se celebra 12 de agosto.
Sin embargo, si hay una iglesia que destaque, esa es la parroquial de la Asunción de Nuestra Señora. De planta basilical y con tres naves, la mayor parte del edificio se construyó en el siglo XII, aunque los primitivos ábsides románicos fueron demolidos en el siglo XIV y reemplazados por los actuales góticos. Su construcción se prolongó hasta el XVI.
Además de su exterior, en el interior sobresalen el coro alto del siglo XV; una verja central realizada en forja del XVI; un retablo barroco del XVII; el Museo Parroquial; la Sala Capitular; la Virgen de la Silla (XVI), en una de las capillas; la talla del Crucificado (XVI); la Capilla del Inquisidor (XVI); el Cristo Negro (XIV); la custodia procesional y el órgano barroco, uno de los poco de Europa con dos teclados.
Además, el casco urbano está lleno de sorpresas. Entre ellas, la calle de la Gallareta, la más corta y estrecha de la localidad. Su nombre se debe a que en esa zona había granjas de gallos reproductores. También fue conocida como El Callejón de los Combates, ya que en ella libraron batalla los invasores franceses y los combatientes españoles.
El recorrido obliga a detenerse en la Casa de los Gasca, con un chaflán del siglo XV; en la Casa de la Recaudación, con tres grandes ventanales de finales del XIV; en la Casa del Reloj, junto a la plaza Mayor, o en la Casa de los Balcones, conocida así por ser la primera casa del pueblo que tuvo balcones, con fachada del XV.
También en la misma zona se sitúa el edificio de la Cárcel, comprado a la parroquia en 1652 por el Asocio de Villa y Tierra para edificar la prisión. Ahora, ya restaurado, es una referencia cultural y alberga salas de exposiciones, biblioteca, fototeca, el Aula Mentor y la sede del Consejo Regulador de la Denominación Específica de la Judía del Barco.
Pero un paseo por la localidad no puede culminar sin contemplar la Puerta del Ahorcado, recientemente iluminada y con un proyecto encaminado a facilitar las visitas. Se trata de la única puerta de la muralla que permanece en pie. De estilo románico, fue reconstruida en el siglo XVI.
Y finalmente, las Murallas, que partían del Castillo y rodeaban el viejo pueblo de El Barco de Ávila. Al igual que las de Salamanca, Segovia y Ávila, su edificación se debe a Reimundo de Borgoña, marido de la primera señora de Valdecorneja. De planta pentagonal, contó con varias puertas, así como con tres postiguillos, y dejaba paso a la Regadera de la Villa por un diminuto arco de herradura.
La localidad cuenta con 400 plazas hoteleras, algunas en un hotel de cinco estrellas y en otro de cuatro. Por esta capacidad hotelera, algunos de los amantes del esquí que acuden a la estación de La Covatilla, en Béjar (Salamanca), se alojan aquí.