Diario de Valladolid

GIRA PAPAL POR ESTADOS UNIDOS

Masas y misa: Francisco en Nueva York

Bergoglio despierta la admiración de sus seguidores en su visita por Estados Unidos

Jorge Mario Bergoglio en el Madison Square Garden de Nueva York.-EFE / PETER FOLEY

Jorge Mario Bergoglio en el Madison Square Garden de Nueva York.-EFE / PETER FOLEY

Publicado por
Idoya Noain

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A las siete de la mañana del viernes, en Ogdensburg, cerca de lafrontera con Canadá, Joy Walker se montaba en un tren. Tras casi seis horas de viaje le quedarían aún otras cuatro más haciendo cola en las puertas del Madison Square Garden. Nada, no obstante, le quitaba de la cara una sonrisa acorde a su nombre (Alegría). Con un perrito caliente en la mano, ya dentro de ese templo del baloncesto, el boxeo y la música, la mujer filipina se entusiasmaba ante la perspectiva de una experiencia religiosa. Sin Enrique Iglesias. Con Francisco. El Papa Francisco.

El pontífice de la iglesia católica se está probando estos días enEstados Unidos una verdadera rock-star. Primero enWashington y luego en Nueva York, en paralelo a la formalidad de visitas como las de la Casa Blanca, el Congreso o la sede de Naciones Unidas, hordas de gente se han lanzado a las calles para vitorear a Jorge Mario Bergoglio, para fotografiarlo, para escucharlo, para lanzarle los gritos de “¡Viva el Papa!” que superan las barreras policiales y los abrumadores controles de seguridad que acompañan cada uno de sus pasos. La masa alcanzó su máximo exponente cuando ayer hizo un breve pasacalles en su Papamóvil de escasos 15 minutos por Central Park antes de celebrar la misa en lacasa de los Knicks. Y queda aún el extasis de la Cumbre de las Familias, que se celebra este fin de semana en Filadelfia.

“Cada uno de los Papas que hemos tenido tenía sus propios dones recibidos de Dios, pero la gente está respondiendo más a Francisco”, reflexionaba Stacey Martínez, blanca, republicana y de misa “a ser posible diaria”, que fue a la eucaristía desde Nueva Jersey con dos de sus seis hijos. “Conecta más con la gente, aunque no sé si es algo que se le pueda atribuir solo a él. Quizá es que la gente está buscando más esa conexión”.

Sea como sea, ahí está y el Garden se llenaba ayer de fieles; de niños y abuelos; de monjas, sacerdotes y laicos; de hispanos –¬aunque no tantos como cabía esperar—y de blancos. Los grifos de cerveza se cerraban, los bares se transformaban en confesionarios y la música y el rosario amenizaban la espera. Entonces llegó el Papa y con él, el delirio. En pocos conciertos o partidos se ha escuchado un clamor similar, un aplauso más largo.

Hubo también tiempo de ceremonia y de ritual, de recogimiento, y para escuchar una homilia –en español—en la que Francisco dio otra vez visibilidad a las desigualdades, como había hecho horas antes en la ONU. “En las grandes ciudades, bajo el ruido del tránsito, bajo el ‘ritmo del cambio’, quedan silenciados tantos…”, dijo, para enumerar a continuación la larga lista de esos que han pasado a formar “parte del paisaje urbano que lentamente se va naturalizando ante nuestros ojos y especialmente en nuestro corazón”: “los extranjeros, los hijos de estos (y no solo) que no logran la escolarización, los privados de seguro médico, los sin techo, los ancianos solos…”

La misa acabó. Hubo más vítores, más aplausos, más clamor para decir adiós a un Papa que este sábado se marcha a Pensilvania. Francisco deja atrás Nueva York, una ciudad de contrastes donde, como había recordado, tantos viven, como en otras urbes, grandes y pequeñas, “al borde de nuestras calles, en nuestras veredas, en un anonimato ensordecedor”.

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