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Vectores que dirigen los rayos hacia el cáncer

El Clínico realiza irradiaciones parciales de mama mediante braquiterapia / Reduce el tratamiento y los efectos adversos.

Equipo del servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Clínico de Valladolid.-PHOTOGENIC

Equipo del servicio de Oncología Radioterápica del Hospital Clínico de Valladolid.-PHOTOGENIC

Publicado por
Estibaliz Lera

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No es una sentencia de muerte. Todo depende del tipo de tumor y del estadio en el que se encuentre. El cáncer es un conjunto de enfermedades. Cada año se detectan en el mundo más de 14 millones de casos. Una plaga a la que muchas personas miran con temor y afrontan con valentía. En algunos casos, se ha convertido en una dolencia crónica con la que hay que saber convivir. Lo más importante de todo es poner nombre y apellido al tumor. Sólo con ese paso los médicos saben a lo que se enfrentan y prescriben tratamientos más precisos, menos tóxicos y que multiplican la esperanza de vida.

Uno de los más comunes es el de mama. Los más pequeños y de buen pronóstico que no llegan a afectar a los ganglios repiten un ritual muy marcado: cirugía de la lesión seguida de un tratamiento complementario con radioterapia, que tiene como objetivo disminuir el riesgo de que aparezca de nuevo la enfermedad en la misma zona. Se irradia la totalidad de la mama y, en los casos en los que esté indicado, se aplica una dosis extra en la zona donde está el tumor. Tiene una duración de cinco o seis semanas, ya que se administran entre 25 y 30 sesiones. Es verdad que en determinadas pacientes, la radioterapia se puede suministrar en esquemas más cortos, con mayor dosis por fracción, lo que se conoce como hipofraccionamiento.

Pero aún se puede ir más allá. La irradiación parcial acelerada de la mama es un tratamiento en el que la radiación se administra sobre el lecho tumoral, que es la zona donde estaba la enfermedad, en lugar de realizar una irradiación de toda la glándula mamaria. Esta técnica se basa en el hecho de que hasta un 90% de las recidivas tiene lugar en la proximidad del tumor primario y en la circunstancia de que a mayor distancia del tumor primario, disminuye el riesgo de tumor residual.

Se puede llevar a cabo mediante distintos procedimientos. El que mejores resultados ha demostrado y cuya eficacia ha sido comparada con la radioterapia externa en multitud de estudios es la braquiterapia intersticial. Consiste en una intervención en la que, bajo anestesia local, se insertan una serie de vectores en la mama, de manera que queden distribuidos en el lecho tumoral. Son unos tubos de plástico muy finos y huecos, a través de los cuales se conecta la fuente radiactiva, que es el sistema que administra los rayos X.

El número de vectores es variable en función de la forma y el tamaño del cáncer, así como del volumen mamario, adaptándose perfectamente a la anatomía de la paciente, lo que supone un tratamiento de precisión que cubre el lecho tumoral con un margen de seguridad de unos dos centímetros. El tratamiento se realiza de manera ambulatoria y durante todo el proceso la paciente permanece con los tubos insertados.

El Hospital Clínico Universitario de Valladolid comenzó el mes pasado de manera pionera en Castilla y León a realizar esta técnica a pacientes con cáncer de mama. El tratamiento se administró en ocho fracciones separadas por un intervalo mínimo de seis horas entre sí, puesto que es el tiempo que necesitan los tejidos para recuperarse. Duró cuatro días y tras retirar los tubos, la paciente se fue a casa para realizar vida normal. A lo largo de este mes tienen previstas otras dos intervenciones y varias pendientes de programar.

Las ventajas son muchas. La primera es la reducción del tiempo total del tratamiento de 5-6 semanas a cuatro días, suponiendo, por tanto, un menor número de visitas al hospital. «Esto es especialmente importante para pacientes procedentes de otras provincias, que en nuestro caso tratamos, además de las áreas de Valladolid Este y Valladolid Oeste, las áreas sanitarias de Palencia y Segovia, por lo que muchas pacientes realizan desplazamientos diarios de tres horas, lo que conlleva un beneficio físico y psicológico para ellas mismas», explica María Herrera, médica especialista en Oncología Radioterápica del Clínico.

Además, este procedimiento proporciona un mejor perfil de efectos adversos en comparación con la radioterapia externa, dado que el volumen de irradiación es mucho más pequeño. «De este modo, los órganos de riesgo reciben una dosis mínima de radiación. Estos son la piel, que implica menor fibrosis y mejores resultados estéticos, el pulmón y el corazón –en los casos de la mama izquierda– y la mama contralateral», puntualiza.

A los valores añadidos para las pacientes se suma el ahorro para la sanidad. En primer lugar, en ambulancias, puesto que se pasa de tratar a una paciente en 5-6 semanas a hacerlo en cuatro días.

Además, supone un ahorro en el acelerador lineal, que es la máquina que realiza los tratamientos de radioterapia externa, cuyo desgaste y mantenimiento se estima en valores de alrededor de 6.000 euros por persona, apunta para, más tarde, añadir que hay que tener en cuenta la reducción en las listas de espera que supone el hecho de no tratar con radioterapia externa, ya que al ser una patología tan frecuente supone un porcentaje considerable de pacientes en el Clínico.

No obstante, Herrera subraya que los costes de tratamiento con branquiterapia intersticial suponen una inversión inicial importante: instalación de un radioquirófano –un búnker plomado– y la adquisición de una fuente radiactiva de alta tasa de dosis. En su servicio de Oncología Radioterápica esta inversión no ha sido necesaria porque disponen de las instalaciones necesarias y de una fuente de alta tasa, como es Ir-192, por lo que el tratamiento únicamente supone el coste de la reposición del material y la estancia hospitalaria de los pacientes que por motivos logísticos precisen realizar el tratamiento ingresadas durante su duración, que son la minoría.

Pero no todas las personas se pueden someter a él. Dado que el tratamiento se realiza sobre un volumen muy localizado, las indicaciones son muy estrictas y sólo se pueden beneficiar de esta técnica las pacientes que hayan recibido tratamiento con cirugía conservadora y que cumplan factores de buen pronóstico –anatomía patológica, edad de la paciente y volumen tumoral–. «En la buena selección de las candidatas a la realización de la braquiterapia recaen los buenos resultados de la misma», subraya, antes de dejar claro que se excluye también a personas en las que, por dificultad técnica, no se pueda llevar a cabo el procedimiento. Es el caso de pacientes con un lecho tumoral muy superficial o muy profundo que implique que la piel o la pared torácica reciban dosis altas de radiación; el pequeño volumen mamario, que dificulta la realización del implante, o la imposibilidad de visualizar el lecho por técnicas de imagen. «En estos casos, lo más razonable es realizar el tratamiento complementario con radioterapia externa».

Como cualquier tratamiento médico, no está exenta de efectos secundarios. Los principales son a nivel cutáneo, existiendo un riesgo de lesiones cutáneas e hiperpigmentación de grado leve, y en todos los estudios está descrito como inferior a las que ocurren con radioterapia externa, tanto de manera aguda como crónica. Además, existe riesgo de infección por manipulación de la zona a la hora del implante, que se previene con la administración de antibiótico en el momento de la intervención.

En España sí que existen otros centros donde se realiza. El que más pacientes ha tratado hasta la actualidad es el Instituto Catalán de Oncología de L`Hospitalet de Llobregat, que es donde Herrera realizó su rotación externa durante la residencia y donde aprendió a realizar la técnica. Otros centros donde se lleva a cabo son el Complejo Hospitalario de Navarra, el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, el Instituto Valenciano de Oncología, el Hospital Doctor Negrín, y la Fundación Onkologikoa, en San Sebastián. «El principal problema por el que no se lleva a cabo en muchos centros es por la inversión inicial que supone, así como la formación de los profesionales: médicos, radiofísicos, enfermeros y técnicos superespecializados en braquiterapia», sostiene la médico especialista en Oncología Radioterápica del Clínico Universitario de Valladolid.

Los planes a corto plazo son implementar la técnica y formar a todos los profesionales. A largo plazo, avanza que quieren elaborar un proyecto de investigación, que ya han iniciado, para poder analizar los resultados obtenidos en el centro. El tamaño de la muestra será grande porque en el servicio se tratan más de 400 pacientes con diagnóstico de cáncer de mama al año, de las cuales alrededor del 20% podría ser candidatas a este procedimiento. «Nuestra intención es hacer todas las que podamos, ya que estamos un poco limitados por cuestiones de logística, al contar con un sólo radioquirófano y una única fuente radiactiva de alta tasa de dosis, que nos limitará a tratar de momento, como mucho, a dos pacientes a la semana», manifiesta María Herrera

MARÍA HERRERA / MÉDICO ESPECIALISTA EN ONCOLOGÍA RADIOTERÁPICA DEL CLÍNICO:  «Necesitamos más fondos para que la investigación se traslade a la práctica clínica»

«En Castilla y León las administraciones están haciendo esfuerzos por lograr más financiación en este aspecto. También las universidades así como las asociaciones, como la AECC, están remando en la misma dirección. Pero es necesario mejorar la provisión de fondos para investigar y que nosotros, los investigadores, seamos capaces de trasladar nuestros resultados a la práctica clínica». Así dibuja María Herrera, médico especialista en Oncología Radioterápica del Hospital Clínico Universitario de Valladolid, la situación de la investigación y la innovación en la Comunidad. 

En su opinión, aunque las administraciones manejan presupuestos con fondos que son limitados, deberían aumentar en lo posible tanto la cuantía para investigación como el reconocimiento de los profesionales que sacan tiempo para dedicarlo a seguir avanzando, ya que la mayoría lo hace fuera de su jornada laboral, destinada en exclusiva a la práctica clínica. A eso se une, comenta, la difusión limitada de los resultados de los proyectos que se llevan a cabo en Castilla y León. En este sentido, entona el mea culpa y afirma que «en muchas ocasiones no valoramos lo suficiente nuestra actividad». 

María Herrera considera que para evitar la fuga de talento a otros países es fundamental elaborar estrategias que permitan la incorporación de jóvenes investigadores a los puestos de trabajo. «En nuestra región hay un sistema de incorporación de nuevos profesionales a los hospitales, pero debe ser incrementado. Tampoco podemos olvidar como grandes perjudicados de la crisis a las mujeres, como grupo de riesgo de exclusión laboral, y los profesionales a partir de una determinada edad», sentencia. .

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