Diario de Valladolid

MIGUEL HOLGUÍN

«Nunca he dejado de considerarme médico y en esta crisis no podía abandonar a mis compañeros»

Secretario regional de FeSP-UGT. Critica la «amenaza velada» de Igea a los voluntarios que no están respondiendo a la llamada de la Junta y reclama que «antes se tire de esos profesionales que hay en el sistema cuyas funciones están suspendidas» y se les forme porque «si la primera linea cae, es necesario tener formado al batallón de sustitución»

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Mar Peláez

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Ha regresado a la primera línea del ‘campo de batalla’ en las urgencias del Hospital Clínico de Valladolid. Después de tres años como sindicalista, el secretario regional de la FeSP-UGT de Castilla y León, Miguel Holguin, no dudó en ponerse a disposición de su jefe de servicio antes incluso de que se decretara el estado de alarma. Lleva desde el día 17 de marzo viendo pacientes y asegura que los profesionales están allí protegidos, «más incluso que yendo a comprar a un supermercado». 

Pregunta.- ¿Cuánto tiempo tardó usted en ponerse a disposición de la Administración para reincorporarse al servicio de urgencias del Hospital Clinico de Valladolid?

Respuesta.- UGT no esperó a que la Administración hiciera un llamamiento. El 13 de marzo ya enviamos una carta a la consejera de Sanidad comunicando que los delegados sindicales de UGT nos poníamos a su disposición. Incluso ya antes de la declaración del estado de alerta. Nosotros dimos un paso adelante. En mi caso concreto el mismo 13 de marzo hablé con mi jefe de servicio y le dije que en cuanto me necesitara que me llamara. El día 17 ya estaba en mi puesto en Urgencias del Clínico. 

P.- ¿Le costó tomar la decisión?

R.- En absoluto. Es mi profesión. Yo no he dejado nunca de considerarme médico de urgencias, que es donde he desarrollado mi carrera profesional aunque ahora estuviera en labores sindicales. Había que echar una mano. Y no dudé en colaborar con los compañeros en esta crisis. Estábamos viendo cómo se estaban poniendo las cosas y evidentemente todas las manos eran necesarias. Cuando pase esta pandemia podremos seguir mirando a la cara a los trabajadores y demostrarles que ni les hemos abandonado antes ni les hemos abandonado ahora.

P.- ¿Qué le ha supuesto su reincorporación?

R.- Evidentemente ha empeorado mi calidad de vida porque es un trabajo de primera línea, con unos horarios diferentes, que ha complicado  la conciliación familiar con las niñas, pero son cuestiones asumibles porque lo primero es estar en el frente con los compañeros.

P.- ¿Recibió su familia la noticia de su vuelta al ‘campo de batalla’ con miedo al contagio?

R.-  Miedo en principio no, respeto sí, claro. Ahora mismo, al menos en el Clínico de Valladolid, disponemos de equipos de protección individual suficientes y quizás estemos más protegidos que incluso yendo a comprar a un supermercado. Aunque estemos en medio de la batalla, en la zona cero, con los pacientes infectados, estamos protegidos. Los servicios de urgencia son de los sitios en los que nunca se ha tenido miedo porque hemos trabajado en condiciones incluso peores que ahora.

P.- ¿Qué se encontró al volver?

R.-  Me sorprendió lo bien organizado que estaba el servicio. Los compañeros habían estado al pie del cañón, incluso mucho tiempo antes de que saltara el tema a los medios, elaborando planes de contingencia. Aunque diera la sensación desde fuera de que pudiera haber improvisación, en el Clínico todo estaba muy bien organizado para combatir la crisis, con sus pequeñas cosas que se han ido puliendo.

P.- ¿Es fácil volver a vestirse la bata de urgencias después de tres años con el ‘traje’ de sindicalista?

R.- Mi preocupación no era ponerme la bata y ver pacientes, sino todo lo relativo al modus operandi del sistema informático. Cuando yo me fui acababa casi de implantarse la digitalización de las historias clínicas, de la petición de pruebas, pero me he adaptado rápido.

P.- ¿Observó reticencias por parte de sus superiores o de compañeros por provenir del mundo sindical?

R.- No, quienes me conocen saben que soy un trabajador nato y que nunca me he escondido. Además, todo lo que sea que llegue gente a echar una mano, bienvenido sea. Realizo el mismo trabajo que hacía antes, el mismo trabajo que hacen mis compañeros. No ha habido ninguna cortapisa por el hecho de haber estado fuera y venir del sindicalismo.

P.- ¿Se han incorporado todos los liberados sindicales de UGT a sus puestos sanitarios?

R.-  UGT en su día puso a disposición de la Consejería al 90% de los liberados. Estamos todos disponibles y los que no se han incorporado a los hospitales, que son los mínimos, es simplemente porque están esperando a que las gerencias de los hospitales les digan cuándo y en qué servicio. 

P.- La consejera de Sanidad, Verónica Casado, ha denunciado que son numerosos los voluntarios que se ofrecieron para colaborar y que no están respondiendo a la llamada. ¿Cree que el miedo al contagio puede explicar esta ‘espantada’?

R.- Evidentemente el miedo al contagio puede influir. Pero lo que resulta intolerable es que el vicepresidente y portavoz de la Junta, Francisco Igea, realice una amenaza velada a todas esas personas que no están respondiendo a las bolsas de voluntarios, al decir que no se olvidará de ellos. Yo le recordaría que esas bolsas son de voluntarios. No creo que haya que denostarlos, sino reconocerles porque han descolgado el teléfono y han querido apuntarse en una bolsa. Que luego no estén respondiendo, pues habrá que ver las circunstancias particulares de cada uno, y el miedo puede haber influido. 

P.- ¿No se podría optimizar los recursos de profesionales de otras áreas antes que llamar a voluntarios?

R.- En efecto porque cuando alguien es voluntario, es voluntario. Hay que tirar antes de todos esos profesionales a los que aún no se les ha adscrito ningún tipo de función asistencial después de que se haya suspendido todas sus funciones, por ejemplo toda la actividad quirúrgica programada. El sistema tiene todavía profesionales suficientes para ir cubriendo las bajas que se vayan produciendo entre los profesores de primer linea. No habría que perder mucho tiempo ya en irles formando o reestructurando los servicios porque si la primera línea en un momento dado cae, hay que tener preparado el batallón de sustitución.

 P.- ¿Falla la planificación?

R.-  Es entendible. Las gerencias, las divisiones médicas de los hospitales, ya tienen suficiente con mantener el sistema y con tratar de organizar circuitos nuevos y proteger al personal. Somos conscientes de que no podemos apretar a las gerencias  porque ahora lo prioritario es luchar contra el virus.

P.- ¿Qué valoración realiza de la gestión que está realizando la Consejería de Sanidad hasta el momento?

R.- No es momento de sacar todos los trapos sucios. Me consta que está revolviendo cielo y tierra para encontrar material. Ya llegará el tiempo de pedir responsabilidades porque evidentemente se han hecho cosas mal. Ha habido falta de previsión, pero ahora hay que centrar todos los recursos y todos los esfuerzos en controlar la pandemia y en ayudar a los profesionales y a los pacientes. Habrá tiempo. 

P.- ¿El miedo al virus ha rebajado la presión en Urgencias?

R.- Se ha reducido, sí, y eso está permitiendo que el sistema no haya colapsado. Los confinamientos están provocando que muchos ciudadanos, salvo los pacientes que necesitan realmente los servicios de urgencias, se queden en casa. Las patologías banales prácticamente han desaparecido. Y el resto de patologías ha bajado.

P.- Pero seguirá habiendo infartos, ictus, accidentes... 

R.- Es la segunda derivada del confinamiento. Antes al primer síntoma, la gente acudía a urgencias y ahora, concienciados de que hay que evitar sobrecargar los servicios,  aguanta en cada más incluso de lo que debería, lo que agudiza sus patologías. Es el riesgo que se podrá ver más adelante. 

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