Diario de Valladolid

JUICIO POR EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO

«¿Me puedo declarar loca?»

La frialdad de la asesina confesa de Carrasco se puso de manifiesto cuando anunció que se iba a declarar loca, estrategia que después hizo suya la defensa al hablar de un transtorno mental

Montserrat González, la asesina confesa de Isabel Carrasco, en una imagen de archivo.-Luismi Guerra

Montserrat González, la asesina confesa de Isabel Carrasco, en una imagen de archivo.-Luismi Guerra

Publicado por
Felipe Ramos
Valladolid

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Fría y calculadora. Así es como se viene mostrando Montserrat González, la asesina confesa de Isabel Carrasco a la que supuestamente descerrajó tres disparos por la espalda en la pasarela sobre el Bernesga de la capital leonesa aquel 12 de mayo de 2014.

Una frialdad que se vio desde el primer momento, nada más ser detenida, y ya en las dependencias policiales. Su «¿me puedo declarar loca?» es la culminación definitiva de que la asesina confesa de la presidenta de la Diputación y del PPde León parecía tenerlo todo preparado.

Esta pregunta, según consta en el sumario y tal y como adelantó este periódico el mismo día que se levantó el secreto para las partes, se la hizo a los policías instantes antes de declararse culpable. Algo que, según la investigación, también parecía tener perfectamente calculado, con el único fin de exculpar a su hija Triana Martínez del asesinato.

Una intención por declararse «loca» que hace suya la defensa de la asesina confesa y de su hija, que le aplica la «eximente incompleta de trastorno mental» para rebajar la petición de prisión a unos pírricos ocho años y seis meses, pese a reconocer que Montserrat González mató a Isabel Carrasco.

El relato de los hechos de ese 12 de mayo de 2014, por no hablar de los seguimientos a Carrasco de madre, hija y la policía local Raquel, según la investigación, desde hacía más de año y medio, dejan bien a las claras que la asesina confesa lo tenía todo calculado y preparado.

A las 16.45 horas del 12 de mayo, Montserrat González y su hija salieron del ático de la calle Cruz Roja y se dirigieron al centro, según relata la policía y después la juez. Montserrat salió de caza y preparada para matar, casi como un sicario profesional.

En su bolso llevaba el revólver del calibre 32, una navaja automática de once centrímetros de hoja, unos guantes de látex que se puso antes de disparar, una gorra, un fular y un pañuelo negro con el que se tapó la cara antes y después del crimen de Carrasco, según reconoció la mujer del policía jubilado que la siguió: «Lo iba mordiendo para que no se le cayese».

Además, y pese a la buena temperatura que hacía esa tarde enLeón, superaba los 22 grados, la asesina confesa vestía una parka marrón de la marca Boss Orange, que llevaba encima de su vestido negro. Parka que cambió por una cazadora blanca Belstaff, justo en el mismo momento que se encontró con su hija, a la que entregó el bolso con el arma dentro y le dijo «hazlo desaparecer», según declaró después Triana.

Los testigos que la vieron aseguraron que dejó la pasarela andando y que parecía «tranquila», con una actitud «fría y normal». Es más, en su huida miró al policía nacional jubilado, quien rápidamente la reconoció pues había estado sirviendo en Astorga, de donde el marido de Montserrat González, Pablo Antonio Martínez, era el comisario jefe.

Una actitud fría que mantuvo con los policías, pero que cambió ya en sede judicial, donde declaró que abondonó la pasarela del crimen «fatal, muy mal, medio ida». En esa declaración ante la juez, la asesina confesa de Carrasco, quiso excusar el crimen como «fruto de la desesperación» que sentía por el modo que la presidenta de la Diputación trataba a su hija. Es más llegó a reconocer que estaba «obsesinada».

Afirmaciones todas ellas que nada tienen que ven con la arrogancia y lo satisfecha que se sintió con el crimen ante los policías y en la cárcel. «La mate porque se lo merecía; hizo mucho daño a mi familia»; «se acabó, yo la maté, por venganza y porque se lo merecía»; o «llevaba mucho tiempo intentándolo», son solo algunas de las lindezas con las que la madre de Triana se despachó tras reconocer el asesinato.

A las que se añaden su actitud ya en prisión, donde afirmó que habría matado a Carrasco «otras 30.000 veces» o más recientemente cuando aseguró: «No me arrepiento en absoluto, no me arrepiento; lo volvería a hacer».

Y todo con la negación inicial que mantuvieron madre e hija hasta que se vieron acorraladas por la investigación. Ese «estábamos comprando pasteles» que dijeron al ser cazadas demuestra también que todo estaba calculado.

Hoy se espera su declaración ante el Tribunal del jurado que tendrá que juzgarla, aunque desde la acusación y la Fiscalía se sospecha que Montserrat González, la primera de las tres acusadas en prestar declaración, se negará a responder ante ellos y solo atenderá a las preguntas de su abogado, José Ramón García.

Esta fue la actitud que ya mantuvo la asesina confesa de Isabel Carrasco en la exposición previa al juicio oral, que ayer arrancó con la elección del jurado, en lo que parece claro es una estrategia de defensa.

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