Diario de Valladolid

Mucientes reúne 60 metros de risas y agua

El tobogán triunfa entre los mucenteños que aclaman repetir la experiencia cada año

Vecinos se refrescan en el tobogán acuático en la Plaza Mayor de Mucientes.-J. M. LOSTAU

Vecinos se refrescan en el tobogán acuático en la Plaza Mayor de Mucientes.-J. M. LOSTAU

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Aurora Recio

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Grandes y pequeños disfrutaron ayer en Mucientes del tobogán de 60 metros que se instaló en la Plaza Mayor, y entre risas y gritos de alegría se deslizaron a través de la plaza.

Entre las tantas calles en pendiente que tiene Mucientes, la elegida para la instalación de la atracción fue la cuesta que atraviesa la Plaza Mayor. A los pies de la iglesia y el ayuntamiento, y en una calle empedrada, cual vía del medievo, los mucenteños se iban congregando con sus bañadores y flotadores a la espera de poder tirarse por el tobogán.

Niños y mayores hacían cola a la espera del pistoletazo de salida, mientras los organizadores mojaban la pista y echaban fairy para conseguir que la pendiente resbalara más. «Es algo distinto a lo que hemos tenido otros años y me parece muy buena idea» contó uno de los asistentes, que estaba equipado con su delfín-colchoneta y espera ansioso el resbalón.

Preparados, listos, ya. Flotador en mano, los niños fueron los primeros en probar el tobogán y aunque al principio les costó un poco deslizarse, y en los primeros intentos se hizo un tapón en la mitad del recorrido, pero no tardó en desmoronarse con la ayuda de uno de los quinceañeros, que con más fuerza que los demás consiguió arrastrar con él a los niños y llegar hasta el final.

Desde los 3 años hasta los 20, los jóvenes explicaron que era «una actividad muy chula» y que deberían repetirla todos los años. «Más que un tobogán parecen los coches de choque» espetó una de las niñas, que junto a sus amigas había sufrido uno de los tapones humanos al final de la pendiente, y habían caído unas encima de otras.

Bajo la atenta mirada de los espectadores que disfrutaban de la escena en las terrazas con una cerveza fresca, llegó el turno de los padres, que de la forma más gamberra se tiraban por el tobogán y disfrutaban mientras giraban y se caían del flotador casi más que los pequeños.

Entre los asistentes se encontraba el mago Arturo, mucenteño de pura cepa que con tan solo 14 años cautivó los corazones de sus vecinos y amigos con sus trucos en el espectáculo que seguía a la atracción.

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