Diario de Valladolid

La plaza de las vaquerías de Valladolid

Los primeros inquilinos de la Plaza fueron ganaderos que vendían la leche en una zona que también estuvo ocupada por hortelanos y por los trabajadores del ferrocarril. Los vecinos que abrieron sus negocios en las últimas décadas asisten al envejecimiento del barrio y reclaman un lavado de cara en el entorno

Plaza de los Vadillos en junio de 1990. ARCHIVO MUNICIPAL

Plaza de los Vadillos en junio de 1990. ARCHIVO MUNICIPAL

Publicado por
Javier Álamo
Valladolid

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Vaquerías y huertas ocuparon buena parte de la Plaza de los Vadillos en sus inicios. Allí se instalaron familias enteras con la intención de sacar adelante sus productos. Eran los inicios y había que trabajar duro en un terreno desangelado que mucho tiempo después dio paso a las primeras casas. Los pobladores que se asentaron allí tuvieron por vecinos a los trabajadores que realizaban las tareas del ferrocarril. Eran trabajos especializados que requerían una formación adecuada y muchas horas de actividad en cada jornada.

En el caso de los hortelanos y los ganaderos, sus clientes habituales eran las familias que residían en la misma Plaza y en las calles aledañas, pero a medida que pasaba el tiempo llegaron compradores desde otros puntos de la ciudad. Eran momentos para adquirir los productos y también para transformar esos momentos en puntos de encuentro. Las escenas cotidianas en los Vadillos eran habituales también en otras plazas de Valladolid y así ocurrió en la calle Adolfo Miaja de la Muela, una de las principales arterias de Parquesol, donde los primeros inquilinos tenían cerca de sus domicilios y  negocios una vaquería y una granja.

En el caso de los Vadillos, la construcción del cuartel de la Guardia Civil mucho tiempo después cambió la fisonomía e incluso el día a día. Los agentes vivían allí y su llegada fue bienvenida en aquellos tiempos. Nada mejor que la cercanía con los agentes de la Benemérita para tener garantizada la seguridad , aunque era otra época y la preocupación era mucho menor pese a que las calles y las plazas de la capital no tenían la iluminación de ahora.

Desaparecieron las vaquerías y las huertas y Valladolid seguía adelante con su modernización. Se levantaron bloques de pisos y se adecentó la Plaza que preside la zona, ese lugar en el que jóvenes y mayores pasaban el rato y ese mismo lugar que ahora pide un cambio de imagen. Así lo reclaman los vecinos, quienes residen allí y quienes llegan a diario para abrir las puertas de sus negocios. Algunos superan las dos décadas ganándose la vida y lo llamativo es que coinciden a la hora de presentar sus reivindicaciones. Reclaman más atención por parte de las autoridades. El barrio envejece -afirman al unísono- y la zona exige una mejora para recuperar ese atractivo que llegó a tener tiempo atrás. Si la Plaza de los Vadillos estaba desangelada, la sensación que ofrece en la actualidad invita al desánimo . Los más jóvenes piden un espacio para sus encuentros y los más mayores ven con cierta envidia cómo en otros barrios han colocado aparatos para hacer gimnasia.

El despacho Loterías y Apuestas Don Dino, bar Mayca y reparación de calzado San José son testigos del envejecimiento de la Plaza de los Vadillos. Llevan instalados en ella más de 25 años y coinciden al señalar que necesita un lavado de cara para ofrecer otra imagen. Fernando Galindo, propietario de Loterías y Apuestas Don Dino, ha cumplido cuatro décadas en la Plaza y asegura que después de tanto tiempo se establece un vínculo de amistad con los clientes. «El establecimiento es como la vida misma y echas de menos a los que se van marchando». Galindo considera necesarias la construcción de las viviendas que ocuparán el espacio donde estuvo el cuartel de la Guardia Civil y la ampliación del Centro de Salud. «Es importante que la zona vuelva a resurgir . En los primeros años en el barrio vivieron trabajadores que se instalaron aquí en busca de empleo pero la población ha envejecido. Las entidades bancarias que hubo han desaparecido y también se nota en otros aspectos. Cuando había varias parroquias necesitaba cuatro o cinco domingos para las primeras comunicaciones. Aquí hubo una vida muy activa, ahora la zona no está mal pero hay que dotarla de servicios. Echas en falta un centro dotacional con una oficina y alguna instalación deportiva porque aquí confluyen Pajarillos, Pilarica y Vadillos. Por aquí pasa el autobús pero podría reforzarse la línea». Junto a Fernando se encuentra María José Puentes, que puede decirse que es de la casa después de los más de 20 años de dependienta con él».

Muy cerca se encuentra el bar Mayca. María Teresa Muñoz lleva 35 años atendiendo a los clientes y su mayor queja apunta a las raíces de los árboles. «Las aceras están levantadas y no puedo poner la terraza. El barrio ha envejecido y la plaza necesita un arreglo. Ha llegado mucha gente de fuera y no podemos decir que sea una barrio tranquilo. La Plaza está desaprovechada y necesita más iluminación», señala.

Luis San José cumplió la pasada primavera 25 años en la zona. Tomó el relevo del anterior propietario de reparación de calzado San José, una tienda veterana en la Plaza que abrió sus puertas en 1974. No he visto ninguna mejora, la Plaza está abandonada, el barrio ha envejecido y no hay iniciativas. Hace falta fomentar la salida de la gente mayor a la calle para que haya más consumo».

En sus inicios, la Plaza de los Vadillos fue habitada por hortelanos y ganaderos. Las vaquerías y las huertas predominaban, al igual que la famosa fábrica de cerámica. Por allí pasaba el Esgueva que vadeaba la zona y de ahí tomó el nombre la Plaza.

Los vecinos de la zona aguardan impacientes la llegada de las máquinas para derribar el viejo cuartel de la Guardia Civil y destinarlo a viviendas que serán o0cupadas por jóvenes. Ese relevo generacional es precisamente el que reclaman los vecinos más veteranos.

Sus tres fábricas elaboradoras le procuraron a los Vadillos un mote particular a finales del siglo XIX y principios del XX: ‘El barrio de las cervezas’. También es reseñable la transformación del entorno tras el derribo de la última fábrica de cervezas, ‘Cruz Blanca’ a finales de los años 80. Esa elaboradora había adquirido e incorporado a las otras tres que funcionaron en los Vadillos entre 1850 y 1920, y construyó su fábrica en el borde del barrio, al otro lado de la calle Santa Lucía, ya en suelo de San Juan.

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