Diario de Valladolid

BARRIO A BARRIO | CALLES Y PLAZAS

La calle de las puertas secretas de Valladolid

La primera calle documentada de la ciudad, en el año 1095, antes llamada de Francos, esconde tras portales en apariencia modernos vestigios de palacios que un día acogió

Obras de rehabilitación de un edificIo entre las calles Ruiz Hernández y Juan Mambrilla en los años 80 -ARCHIVO MUNICIPAL VALLADOLID

Obras de rehabilitación de un edificIo entre las calles Ruiz Hernández y Juan Mambrilla en los años 80 -ARCHIVO MUNICIPAL VALLADOLID

Publicado por
Alicia Calvo
Valladolid

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Si un vallisoletano o un foráneo quiere tener la seguridad de pasear por la historia de Valladolid no hay lugar a dudas: la calle Juan Mambrilla . Situarse en un punto aleatorio de esa vía que se extiende por unos 378 metros de Valladolid, la primera que aparece en los papeles históricos conservados, supone estar a un paso de la sorpresa, que lo que aparece delante se desvanezca para dar cabida a otra realidad escondida. Se trata de la calle de las puertas secretas, Juan Mambrilla, que nace entre Esgueva y Paraíso y desemboca en Colón . Lo que de cara al exterior es una simple casa de ladrillos macizos vistos se convierte al cruzar el umbral del portal en un testigo del tiempo sinigual, del pasado palaciego de esta céntrica vía. Lo que a un vistazo se muestra como una construcción relativamente moderna conserva un claustro del siglo XVI, escudos blasonados, vetustas piedras, arcos o columnas en su interior que sujetaban estancias de alta alcurnia.

Una docena de palacios llegó a albergar esta calle que acogió también la sede del Tribunal de la Inquisición y que en los últimos años no ha sufrido significativos cambios, más allá de la llegada o partida de algunos negocios. La de Juan Mambrilla destaca por ser la que aparece en el documento más antiguo: «el 1 de mayo de 1095», tal y como refleja el portal del Ayuntamiento sobre cultura y turismo, que toma como referencia a Juan Agapito y Revilla (1867-1944), ese historiador y arquitecto que glosó la ciudad con una profundidad y conocimiento como pocos. Su referencia se debe a «una carta entregada por el conde Ansúrez y su esposa, la condesa Eylo , a la primera colegiata vallisoletana, la iglesia de Santa María la Mayor».

Respecto al enigma que se esconde tras los portalones, el presidente de la asociación de vecinos Bailarín Vicente Escudero, Jesús Ángel Valverde , que trabajó 47 años en el área de Urbanismo del Consistorio, expone que «permanecen elementos constructivos que no se ven desde fuera, abres la puerta y te encuentras una agradable sorpresa, conservan restos importantes del pasado, sobre todo los números impares cerca del Convento de las Salesas».

Estos contrastes representan a su entender el patrimonio destruido y arrasado por una arquitectura insensible, pese a que en 1970 fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC), una protección que opina que llegó tarde. « Representa la destrucción de la calle. Del 2000 hacia atrás en el tiempo es una destrucción del patrimonio permanente», indica, y apunta que esos vestigios se hallan en lugares insospechados, como en uno de los colegios con más solera de la ciudad: el Compañía de María, conocido popularmente como La Enseñanza, que lleva más de 140 años formando a generación tras generación desde Infantil a Bachillerato. «En una parte del patio en el que juegan los niños se conservan pilares, columnas correspondientes al palacio de los Revilla».  

La historia rezuma a cada pisada y sirve de ejemplo que el número 3 fue casa del comendador Juan de Menchaca ; el 33 fue el de los Mudarra , reconvertido en convento de Las Salesas ; el Pasaje Alarcón comunica Juan Mambrilla con Paraíso y mantiene también el claustro de antaño; el Palacio de los Condes de Buendía es sede hoy de Ediciones Universidad de Valladolid y del Centro Buendía de la UVA , y el 14 fue de Palacio de los Zúñiga (del s. XV), otrora sede de la Inquisición en Valladolid, y en él pasó la noche previa a su ejecución en 1489 el valido de Juan II de Castilla, Álvaro de Luna.  

 Algunos de los moradores actuales sacan pecho de la carga histórica del lugar. «Dicen que es la calle más antigua de Valladolid» [la primera documentada], presume Sonia Ramos , propietaria de la tienda de ‘Moda y Complementos Nina Rose’ , situada en los primeros números de esta vía. «Es muy bonita, a veces un poco oscura, pero a primera hora de la mañana tiene una luz preciosa. Tiene su gracia y movimiento por ser de paso desde la Antigua hacia Colón», cuenta.

Unos números más allá, tras dejar atrás ‘ Franela, café de especialidad ’ y la fila de gente que llega a la acera de la tienda ‘ Abeja Viry ’, de arreglos de ropa, se encuentra ‘La Casa de Arte. Taller de enmarcación ’, que suma 12 años en esa ubicación. Su dueño, Jesús María Herrero , comenta cómo a través de su clientela observa el pasar del tiempo. «La gente cada vez es más mayor, por lo demás está igual. Es muy agradable, pero antes no se llamaba así», apunta sobre una cuestión que soliviantó a más de un historiador de la ciudad: en 1950 el Consistorio optó por quitar la anterior denominación, calle de Francos , y dársela a uno de los vecinos de la zona poco después de fallecer. «Me parece mucho más interesante su anterior nombre que el Juan Mambrilla que no sé quién era». Mambrilla fue un catedrático de Derecho de la Universidad de Valladolid.

Lleva razón Herrero en que su anterior nombre esconde cierto interés. Desde el Ayuntamiento explican que la «teoría más aceptada» revela «que se debía al establecimiento de soldados franceses asentados en esta zona tras la toma de Toledo en 1805» bajo el reinado de Alfonso VI. Pared con pared se encuentra uno de los negocios más veteranos, el templo de la fotografía ‘Rasgos Imago’ , desde donde explican que «lo más diferente es que antes todo el mundo se conocía y ahora, no».

Bares con encanto y estilo definido. Y librerías. En esta calle y las adyacentes el libro se vive como objeto de estudio y satisfacción. Se provee a los estudiantes de las facultades próximas de manuales cuantos necesiten. Está la librería técnica ‘ Moiras ’, más de 30 años en marcha y regentada por Eva Martín desde hace un lustro, aunque antes trabajó en ella. «Es una parte más de la calle», indica antes de elogiar la vía que le da cobijo: «Me encanta, es una de las más bonitas de la ciudad, pero también una de las más desconocidas pese a ser de paso» .

Cerca se encuentra una más reciente, pero también muy asentada, ‘La Otra librería café’, que además de conjugar ambos conceptos, ofrece talleres y sirve de punto de unión de literatura y conversaciones al calor de un té o una taza de café.

Un poco más adelante, pasando un local que se alquila porque el Escape Room cerró , justo cuando Ruiz Hernández aparece pero en la acera de enfrente, permanecen desde hace ya 21 años Soraya y María José González con ‘El árbol de las letras’ . Mientras recomiendan a una asidua lectora un título que más encaja con sus preferencias, relatan cómo en sus inicios escuchaban por las noches cantar a los Amigos de la Zarzuela porque tenían allí su centro de operaciones. «Lo más diferente es que antes la plaza Andrés de la orden no estaba así. Teníamos coches por los dos lados, pero ahora hay más tranquilidad». Eso cuando no es la hora de la salida del colegio y los chavales de Compañía de María y de otros centros cercanos como Las Huelgas , juegan en ese pequeño parque urbano. Explican con orgullo estas dos libreras cómo «muchas generaciones que hicieron sobre todo Medicina» las conocen. «Vienen antiguos alumnos de las facultades con nostalgia». Subrayan que su emplazamiento es propicio en una calle «muy céntrica, histórica y acogedora».

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