BARRIO A BARRIO | CALLES Y PLAZAS
La calle chic de Valladolid sobre una necrópolis
Albergó conventos ya desaparecidos, un hospital que plasmó Cervantes, que ahora ocupan inmuebles emblemáticos y es una de las vías más elegantes y caras
Mercedes se asomaba con tres, cinco, diez, quince y dieciocho años al balcón de la casa familiar de la Acera de Recoletos y tenía una vista privilegiada de la zona. Cuando esta vallisoletana, a punto de cumplir 60, era una mocosa veía pasar fundamentalmente carros bajo su ventana . Más tarde, por aquella calzada cruzaban cada vez más coches (Seat 600, Talvot 150, el R12, R4...) que aparcaban en lo que hoy se conoce como el paseo central del Campo Grande. Recuerda que en las fiestas patronales pasaban «majorets y carrozas porque no existía entonces la cabalgata de Reyes, pero sí la de fiestas», y disfrutaba de una panorámica espectacular cuando un manto de nieve lo cubría todo en años como 1975. Esta pucelana contaba desde su ventana los pies descalzos de los cofrades que desfilaban en Semana Santa por una calle que más tarde, en su extensión hacia el Campo Grande, sirvió de tapiz para multitud de competiciones deportivas , desde gimnasia hasta baloncesto o ciclismo.
La Acera de Recoletos, a la que por su estructura y dimensiones más le pegaría llamarse ‘paseo’ y está repleta de miradores , tomó en el siglo XIX una forma reconocible en la actualidad para conectar el ferrocarril con el centro de la ciudad, y por la arquitectura que albergó pronto se convirtió en una calle señorial. Aunque el tiempo y la mano del hombre han arrasado con varias construcciones, fundamentalmente conventos, todavía conserva alguno de los edificios más imponentes de Valladolid, por lo que mantiene una esencia chic, de elegancia y distinción .
Los edificios más representativos y singulares son la Casa Mantilla, la Resines o la del Príncipe , e incluso una casa, la del número 12, de un ilustre vecino: en ella nació Miguel Delibes en 1910. Una placa con unos versos lo recuerdan: «Soy como un árbol que crece donde lo plantan» .
Nexo entre dos puntos vitales como las plazas Zorrilla y Colón , abrigada por el parque más emblemático de la ciudad, esta calle es uno de los primeros escaparates con los que se encuentra el viajero que llega a Valladolid en el tren. Pero el paseante de antaño y el de hoy tienen ante sí una postal con diferencias. Cargado de historia, no siempre positiva, este espacio fue escenario de ejecuciones ordenadas por la Inquisición , cuando el campo contiguo todavía no llevaba el apellido Grande ni se había convertido aún en el pulmón del centro vallisoletano.
En un recorrido por esos vestigios históricos que atesora, basta con acercarse al exterior del restaurante Sabores y fijarse en el suelo. Unas placas anuncian en hebreo que se está sobre una necrópolis judía . «La comunidad hebrea de Valladolid fue lo suficientemente importante y desarrollada como para contar con un cementerio propio, con las características del situado bajo la actual Acera de Recoletos», reflejan Javier Moreda y Rosalía Serrano en su memoria arqueológica sobre esta necrópolis publicada por la Junta de Castilla y León. «A través de la documentación se conoce la existencia de, al menos, dos cementerios de rito hebrero: el de la Acera de Recoletos y el del Puente Mayor», apuntan. Estos especialistas indican que probablemente se escogió esta zona porque la hoy Acera de Recoletos estaba en las afueras de la ciudad ya que «se mantuvo durante toda la Edad Media fuera de las diferentes cercas con las que contó la villa». Indican, además, que a la hora de mantener un marco temporal «tan solo se cuenta con una fecha límite, 1492, momento en el que, tras la expulsión, la propiedad del cementerio pasa a manos reales».
Hubo un tiempo, cuando se encontraba extramuros, en el que los conventos poblaban esa arteria vial. A partir del siglo XVI sus insignias principales lo conformaban tres centros conventuales, con iglesia y huertos, ( el de Jesús y María, el de Corpus Christi y el de los Agustinos Recoletos ) y un hospital, conocido como el de La Resurrección y ubicado donde está la actual casa Mantilla y donde antes se encontraba la mancebía de la ciudad. Ya saben, casas donde se ejercía la prostitución. Ese hospital quedará para siempre plasmado en la literatura universal. En las páginas de las Novelas Ejemplares de Miguel de Cervantes ( El casamiento engañoso ) « Salía del Hospital de la Resurrección, que está en Valladolid, fuera de la Puerta del Campo, un soldado que, por servirle su espada de báculo y por la flaqueza de sus piernas y marillez de su rostro, mostraba bien claro que, aunque no era el tiempo muy caluroso, debía de haber sudado en veinte días todo el humor que quizá granjeó en una hora. Iba haciendo pinitos y dando traspiés, como convaleciente ».
La Acera de Recoletos fue uno de los primeros tramos electrificados (en 1910) para el tranvía que conectaba la Estación del Norte y la zona de San Pablo, que dejó de funcionar en 1933. Su nombre no siempre ha sido su nombre. También fue la avenida Alfonso XIII, avenida de la República –tras la proclamación de la Segunda República en 1931–, de nuevo Acera de Recoletos en el 36, que pasó a llamarse ese mismo año avenida del General Franco hasta que tras el fin de la dictadura volvió a recuperar su nombre. El definitivo se lo debe precisamente a la orden de los Agustinos Recoletos , que fundaron en Valladolid además los conventos de Nava del Rey y Portillo, y cuya iglesia y convento en la Acera de Recoletos fueron demolidos en 1861. La burguesía de entonces decidió derruir algunos viejos edificios como estos y levantar nuevas viviendas residenciales, hoy los números del 7 al 9.
Pero mucho más recientes son otras transformaciones que condicionaron el día a día del lugar. Lo sabe de primera mano quien cofundó la clínica veterinaria Recoletos hace 36 años, Alfredo López. «Lo he conocido con tráfico, jardines y aparcamientos de coches. Antes había mucho comercio, pero al prohibir la circulación de vehículos (salvo buses, taxis o clientes de los hoteles...) se fueron marchando y dejando paso a la hostelería» . Y es que el actual trazado de Recoletos está repleto de terrazas de diferentes estilos que ya forman parte del paisaje de esta vía, desde el Lunático al Café Ibérico o La Molona , entre otros, pasando por varias franquicias como el Burger King o Papa Jones Pizza, hasta dos hoteles: el Valladolid Recoletos y el Colón.
Proliferan los negocios gastronómicos, además de clínicas de salud, en una de las calles que a tenor de las cifras de estadística del INE y de portales inmobiliarios resulta la más adinerada al tener los pisos más caros y las rentas entre las más altas.
Algunos de los comercios que desde su clínica veterinaria Alfredo López vio echar la persiana –unos para no subirla nunca y otros para trasladarse– fueron una peluquería contigua, « La Herramienta Industrial, Plásticos Resopal o Electrónica Miguel Ángel» , ente otros. «Al principio de los cambios, con las obras de peatonalización, lo vivimos con incertidumbre, pero ahora la calle está muy bonita» .
Todavía quedan locales con el cartel de ‘se alquila’ y sobre los cierres también se pronuncia otro habitual de la zona. «Llevo 30 años trabajando en distintos negocios de esta acera, estuve en la clínica veterinaria, en La Herramienta Industrial y ahora aquí», comenta Enrique Pérez , camarero de La Cantina de Recoletos . «Era muy comercial y con el auge de la hostelería ahora es más de paseos y terrazas. En verano tienes la calle llena de gente porque es muy agradable para pasear».
Quien sobrevive al paso del tiempo, de décadas, a modas y revoluciones y se ha convertido en un clásico es un rincón de los de toda la vida, de esos que forman parte intrínseca de la ciudad: El Figón de Recoletos . Su lechazo y su acogedor local lo han disfrutado varias generaciones desde 1989 y ha sido testigo de excepción de la evolución de un ‘paseo’ que conjuga edificios comunes con estandartes de la arquitectura modernista.
Imponente y abrumadora resulta la fachada de la casa del Príncipe , que hace esquina con Colmenares y compite en elegancia con Mantilla . De ensanche burgués, construido en 1892 resultó una innovación desde el concepto arquitectónico y tecnológico hasta convertirse en una seña de identidad de Valladolid. Fue el primer inmueble de la ciudad en tener ascensor y un sistema de electricidad propio, y ahora contiene el piso más caro a la venta en la capital. En cierta manera, puede servir de símbolo de la calle.