Un ucraniano en Valladolid: «Mi familia está encerrada entre la frontera y el bombardeo»
Federico Nehrya lleva 21 años en la capital y escenifica la cruda realidad que le transmiten su mujer y sus hijos
Amanece este 24 de febrero bajo el ruido y el polvo en Ucrania. Los primeros bombardeos sacuden parte del país. La necesidad imperiosa de buscar calma entre todo el barullo de informaciones comienza a ser una utopía. «No sabemos qué puede pasar, no hay ningún plan». Esa frase resuena en las cabezas de los afectados, sobrevuela el ambiente y se extiende a los familiares que se encuentran en otras zonas del mundo. Es el caso de Federico Nehrya, que sufre, desde la lejanía, el escenario que acontece en suelo ucraniano, tal y como relata a este periódico.
Federico Nehrya es un hombre de 63 años, nacido en una región cercana a la frontera con Rumanía , donde los bombardeos todavía se encuentran a unos mil kilómetros de distancia. «Tengo a mi familia está encerrada entre la frontera y el bombardeo», expone. Una cita que rompe a quien la escucha. Trabaja como jardinero en un vivero de la capital y acumula 21 años en Valladolid, sin embargo, su vida estaba en Ucrania.
Allí la situación era crítica desde hace mucho, como comenta el hombre de 63 años afincado en Valladolid. Por eso decidió venir a la ciudad, con la intención de trabajar , no de lo suyo, claro. Ahí comienza su aventura que se extiende ya durante más de dos décadas, alejado de su familia con el objetivo de ayudarla. Su mujer, de 65 años, Natalia, es la única que viene a visitar a España a Federico, gracias a los papeles que le permiten entrar en el país, más allá del pasaporte. No obstante, sufre la misma situación que él, pues apenas viene a España en períodos vacacionales.
Desde enero, cuando la tensión creció en Ucrania ante las ofensivas rusas que no se convertían en ataques, ya advertía de un escenario como el actual. La primera embestida de Vladimir Putin todavía está lejos del pueblo de Federico y familia. A unos mil kilómetros, según expone. No obstante, no pueden moverse de allí. «Están atrapados», puntualiza. La frontera por un extremo, debido a que viven en una zona cercana a Rumanía, es una salida. Una salida inexistente pues, gracias a los pasaportes, podrían pisar suelo rumano por un período determinado de tiempo. La única forma de avanzar a Rumanía es como refugiado y, por el momento, no hay opción. En el otro lado: la guerra. Bombardeos que podrían acercarse a su región impiden cualquier movimiento de la familia. Un encierro indescriptible por Federico, quien se mantiene en todo momento en contacto con su mujer y sus hijos.
Valladolid
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La incertidumbre y el nerviosismo es el peor aliado en estos casos. No obstante, es lo único que sienten. Federico habla con su familia cada día, cada minuto, sin recibir buenas nuevas. Sólo más miedo ante lo que pueda venir. «Se hace muy difícil, sienten mucho miedo y no tienen donde ir, es todo muy triste», apunta.
Del mismo modo que a sus familiares, el miedo se extiende sobre Federico. De hecho, se ha negado a mostrar en cámara imágenes de sus hijos o de su nieta ante el peligro que puede suponer, según considera el ucraniano. No quiere dar a conocer imágenes de sus familiares, sin embargo, orgulloso de ello y casi entre lágrimas, muestra vídeos de hace un par de días de su nieta jugando en la nieve ucraniana, de la niña de dos años y medio que llama abuelo a Federico, con sus padres jugando en casa, con total normalidad, ajena a la locura que se viven el país. Para ella nada de esto existe. No obstante, la realidad es otra. El miedo de sus padres es indiferente para la pequeña, seguramente, por quien más preocupados estén en la familia.
Miedo al qué pasará. «No sabemos qué puede pasar al día siguiente, no hay ningún plan», continúa Federico. «Hoy está todo controlado pero mañana quién sabe», puntualiza. La guerra que se ha desatado supone un antes y un después en el último siglo, el uso de la fuerza para tomar territorios parecía algo del pasado y así lo apunta también el hombre ucraniano, quien no da crédito a los bombardeos que han salpicado el suelo de su país en las últimas horas. «Nunca llegué a pensar que en pleno siglo XXI podría ocurrir algo así», comenta.
También relata cómo está afectando ya al cierre de los bancos o de los colegios y cómo los ciudadanos se echan a la calle a comprar reservas sabiendo que esta situación puede alargarse más de la cuenta. «Los soldados pueden no tener miedo, pero los ciudadanos mucho», relata. En este sentido, se incluye, debido a que, por momentos, pierde la conexión con su familia vía telefónica y reconoce que, en esos instantes, crece en su interior un miedo arrollador, una incertidumbre que pesa sobre él. «Hay momentos en los que no puedo hablar con mi familia o que no tengo nada de información sobre ellos y, en esos momentos, siento mucho más miedo e incertidumbre», continúa. Y, en este 24 de febrero, la inquietud y el nerviosismo recorrieron su cuerpo sin control.
«HAY QUE FRENAR A PUTIN»
«Ucrania tiene unos buenos soldados y una buena defensa, la única solución es que sean capaces de frenar a Vladimir Putin». Una afirmación rotunda, con sentido y de la que se hace eco en numerosas ocasiones. Federico confirma la intención del ruso de matar a los ciudadanos ucranianos y «no solo conquistar Ucrania sino también el resto de Europa».
En este sentido, el hombre expone que los soldados llevan ocho años preparándose para esta cita, a sabiendas de que se podría producir este escenario en cualquier momento. «Putin no puede avanzar, hay que frenarlo como sea», insiste. Una guerra que no esperaba, menos a estas alturas, en el año 2022, y que bautiza ya como la Tercera Guerra Mundial, conocedor de que las tropas rusas cabalgarán sin descanso bajo órdenes de Putin. El bombardeo ruso comenzó a las cinco de la mañana en territorio ucraniano. No obstante, este conflicto viene de lejos, desde hace más de ocho años, los que lleva preparándose el ejército de su país, listo para frenar un ataque ruso. Ahora, es una realidad. La cruda realidad que pone de manifiesto la fiereza de Vladimir Putin.
Así, Federico expone cómo el ruso rechazó cualquier tratado con Europa con el objetivo de adentrarse en ella, «tarde o temprano», como ha ocurrido ahora. Citas bélicas abiertas con otras zonas como Moldavia o Georgia, Putin no frena en sus objetivos, según expone el hombre ucraniano. «Rusia tiene que morir, no puede seguir viva», sentencia Federico, quien, durante el resto de su vida, recordará este 24 de febrero como el día en el que sintió un miedo e incertidumbre sin parangón.