Diario de Valladolid

BARRIO A BARRIO 

La calle vallisoletana de 'los amos del dinero’

Hasta 25 ‘cambios’, los precursores de los bancos, acogió esta calle en el siglo XV y por ello fue llamada por algún cronista como la de 'los amos del dinero'. Las Angustias, ajetreada de mañana y tranquila de tarde, estuvo dividida en tres tramos y acoge referentes como el Calderón, su iglesia o el Palacio Pimentel

La calle de Las Angustias en 1924

La calle de Las Angustias en 1924ARCHIVO MUNICIPAL de VAlladolid

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Valladolid

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Una calle ‘de mañana’, una históricamente dividida en tres trocitos bien ensamblados, una de las de siempre, de las principales, de esas que están en el centro, pero sin el mogollón de otras, una que rezuma historia por cada costado, que acumula patrimonio cultural, que en su día fue llamada por algunos cronistas la de 'los amos del dinero’ cuando en ella se instalaron varios ‘cambistas’ (los precursores de los banqueros), una vía inconfundible para cualquier vallisoletano y que algunos pisan por una cita con el arte, otros con la iglesia, con el juez, con los políticos o sólo para ir de tiendas, de tapas o de paso. La variedad que ofrece es indudable: con festival de cine incluido puesto que el Calderón acoge la Seminci.

Cuando una pasea por la calle de Las Angustias se encuentra un panorama muy diferente según dónde esté parado el minutero. Por la mañana el ajetreo es máximo, acoge los juzgados y la Audiencia Provincial. Pero no sólo, también hay trajín en el Palacio de Pimentel, ese lugar en el que nació Felipe II y que hoy es sede de la Diputación Provincial. Y en sus negocios, tiendas y bares de antaño y recientes; y servicios, bastantes servicios. «Tengo la suerte de que esta es una calle que está activa por la mañana, es de mucho paso, y así puede tener jornada continua, por la calle baja la actividad bastante», señala Sara Márquez, peluquera que sigue con el negocio que hace 25 años inició su madre Goyi

Angustias nace a los pies de un referente cultural de la ciudad, El Teatro Calderón, que se puso en marcha en 1864, y parte de la esquina con Leopoldo Cano para morir en una de las plazas con varios emblemas patrimoniales, la del Palacio Real y San Pablo.

Dejó escrito uno de los cronistas de la ciudad, el historiador y arquitecto Juan Agapito y Revilla (1867-1944) que en el tramo central de la calle «estuvieron instalados en el siglo XV y aun en el XVI los ‘cambios’, los originarios de los ‘bancos, los amos del dinero, que llegaron a exceder de veinticinco en algunos tiempos». Hoy resulta evidente que el peso del dinero –aunque menudean las sucursales bancarias– es muy distinto y heterogéneo.

Como en tantas otras vías vallisoletanas la variación del nombre estuvo a la orden del día. Se bautizó como la de Las Angustias en 1863. Antes tuvo varias denominaciones, y en el siglo XVIII ostentó hasta tres a la vez porque estaba dividida en tres tramos. Como la plazuela del Almirante se conocía a la zona hoy del Calderón en la que se encontraba precisamente el Palacio del Almirante de Castilla. Hasta Torrecilla se llamaba plazuela Vieja, y de ahí hasta el final, Corredera de San Pablo, donde se instalaron familias acaudaladas de la ciudad y sirvió de morada para nobles y reyes en varios periodos históricos, como el siglo XVI.

Volviendo al presente, Las Angustias es un punto ineludible en Semana Santa, su iglesia penitencial y la cofradía que la custodia y cuenta con más de un millar de cofrades, atraen a fervientes fieles a admirar a la talla principal, la Virgen de las Angustias, resultado de la gubia de Juan de Juni después de 1561 y una de las imágenes más antiguas de la Semana Santa en Valladolid.

Sobre lo que ha variado esta arteria de la ciudad existen varios puntos cronológicos clave, bien sea la construcción de la iglesia que culminó en 1606, la ya mencionada inauguración del teatro, o la creación de los nuevos juzgados que tanta actividad procuran a esta zona. Pero hay quien no necesita mirar el calendario ni los libros porque la transformación de Las Angustias forma parte de su historia personal. Es el caso de Carmen, que a sus 86 años relata cómo esa misma calle en la que hoy se encuentra reparando una joya en Joyería Pariente «era como un pueblo». Mira de frente, a través de la puerta, y explica que «aquellas casas eran muy rústicas y muy pobres», y se acuerda de «que había una tienda de libros de segunda mano que venía novelas del oeste que estaban de moda (ahora el libro de lance está representado por uno de los últimos negocios abiertos Re-Read) o la ferretería que arreglaba cazuelas y la droguería Retuerto, que tenía de todo». Nació muy cerca, en Conde Ribadeo, y jugaba también al lado, «en el Rosarillo». «Por Angustias, no, que siempre ha ido de paso de coches». Al otro lado del mostrador se encuentra Óscar Rodríguez, tercera generación de joyeros. «Llevamos toda la vida y la calle está muy bien, está el teatro, la iglesia, San Pablo ahí mismo...», resalta.

A un puñado de pasos Belinda Fernández despacha calzado en Zanco, que abrió «en el año 70 o 71». Subraya cómo en los últimos tiempos «está aumentando el turismo de fin de semana en Valladolid y se nota en la tienda». «Tengo una clientela con la que me llevo como si fueran familia, pero los sábados viene mucha gente de fuera». Y aunque está «encantada» con su calle, resalta un déficit como problema: «Falta aparcamiento».

Misma demanda reproduce otro mítico de la calle, Leopoldo Adiego, propietario de la floristería Rebeca «Es muy transitada, comercial y funciona porque los que estamos somos buenos, te dedicas mucho al negocio y eso se nota. Tenemos clientela desde hace muchísimos años». «Lo que necesitamos es que nos den más posibilidades donde aparcar, es el punto débil», opina. Muy cerca, en la copistería JuCaMi C.B, Ángel Zamarreño asegura estar contento por la actividad que sobre todo emana de los juzgados. «Tengo clientes de toda la vida, muchos del juzgado. El negocio ha cambiado mucho por internet, antes había colas y estábamos tres personas además de otra copistería aquí al lado que cerró».

En la óptica Soto Visión celebran estar «cerca de todo, en el centro sin estar en el centro» y cuentan cómo «en 2008 con la crisis se resintió y hubo muchos cierres». Por lo demás, echan en falta «tiendas de ropa». 

Una de las misiones de aquellos cambistas era comprobar el peso para ver si la moneda era falsa. Angustias ha cambiado y parece que como aquellas antiguas monedas tiene más aún valor para la ciudad con el pasar del tiempo.

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