Diario de Valladolid

Miedos muy diferentes: unos «buscan huir» del país y otros «arrasan los supermercados»

Natasha Boiko relata como a sus familiares les limitan el repostaje del coche o no pueden sacar dinero del banco

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Rodrigo de la Hera

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Miedos muy diferentes entre los ciudadanos. «El miedo no es el mismo en todos». La historia de la familia de Natasha Boiko, una ucraniana afincada en la capital de Valladolid desde hace 15 años, actualmente la mujer del concejal de Movilidad y Espacio Urbano del Ayuntamiento vallisoletano , Luis Vélez, quien mantiene el contacto «en todo momento» con sus tíos y primos, que residen en territorio ucraniano.

«Hablo con ellos a través de un grupo de whatsapp que tenemos toda la familia. Nos cuentan, en cada momento, como están y el miedo que siente cada uno de ellos, aunque son miedos muy diferentes», expone. Una realidad que se extiende al conjunto de los ciudadanos ucranianos. Por una parte, Natasha relata como algunos «buscan huir del país» cuanto antes mientras otros optan por «arrasar los supermercados», terminar con las existencias siendo conscientes de que el escenario bélico se alargará.

Natasha equipara esa situación a la que se vivió ante la alarma mundial de la pandemia . Una alarma que hizo salir a la calle a todos los ciudadanos para comprar comida y existencias ante el confinamiento. El miedo se apoderó de todos. Sin embargo, Natasha reconoce que «no es ni parecido», aunque expone dicha similitud. 

Esa es una de las consecuencias que provoca el miedo en la ciudadanía. La otra, salir del país. «Hay largas colas en las fronteras, es imposible salir de Ucrania, incluso a la hora de repostar la gasolina del coche te ponen un límite», relata Natasha, quien puntualiza que los vuelos también se han suspendido, lo que aumenta el caos dentro del país. Todas las vías están cerradas, los ciudadanos están atrapados en un país que vive una guerra como las de antes, nada de ordenadores ni tecnología. Armamento a raudales, bombardeos que han asolado ciertas regiones de Ucrania y provocado los primeros muertos soldados y civiles. El caos reina en el país.

Natasha Boiko llegó a Valladolid hace 15 años, debido a que sus padres vinieron por trabajo a la ciudad, en concreto, su madre. La ucraniana explica que vivían en la zona centro del país, por lo que el conflicto, por ahora, se encuentra alejado, una zona a unos 300 kilómetros de Kiev .  Allí residen su tío, su tía y sus tres primos, de quienes habla. Del miedo que sienten, de los diferentes miedos.

En el caso de sus tíos, la preocupación impera, así como el nerviosismo. Sin embargo, sus primos, los tres de edades que rondan los 20 años, en plena juventud, viven la situación de forma «más tranquila», aunque Natasha no esconde que también se encuentran preocupados ante la incertidumbre que ha generado la guerra.

«Todos ellos han pensado en salir del país, pero no pueden, es imposible». De esta forma, reitera la gravedad de la situación, donde los vuelos están suspendidos, la gente compra sin control en los supermercados y las colas en la frontera impiden cualquier movimiento hacia fuera de Ucrania. Otro de los miedos que mueve a los ciudadanos es el cierre total. Como ya ocurriera durante el confinamiento por el coronavirus, el cierre de los establecimientos también supone un miedo a mayores. Aquí cuenta cómo su tía es trabajadora en una fábrica de pan. «Las existencias se acaban muy rápido, venden muchísimo, la gente compra sin control». Incluso, preocupa el cierre de los bancos. Natasha relata cómo la gente va al banco a sacar «todo su dinero» y algunos no lo logran.

También juega un papel muy importante el arreglo de los papeles en territorio extranjero . La necesidad de salir de Ucrania supone un imposible para la mayoría. Una gran mayoría que sí tiene pasaporte para abandonar el país, tal y como relata Natasha, pero que no sirve para nada, ya que no pueden salir de Ucrania. Y, en el caso de que lo consiguieran, no serían vistos como turistas, sino como refugiados de guerra. «Otros países no te dejan entrar al ser un refugiado, ya no tanto por la falta de papeles», apunta.

Entre toda esta odisea, las horas pasan y los bombardeos no cesan. Una realidad que se extiende al conjunto mundial, que influye a cada ciudadano del planeta, pero que pone en jaque la vida de los ciudadanos de Ucrania, que viven el escenario bajo miedos «muy diferentes».

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