Diario de Valladolid

Neus Ballús atrapa la vida en ‘Sis dies corrents’, un divertido fresco naturalista basado en las relaciones laborales y humanas

La cineasta catalana trabajó durante dos años con sus tres protagonistas, fontaneros que jamás se habían puesto ante la cámara, que cautivan con su espontaneidad al espectador

Neus Ballús y los tres actores de la película. - ICAL

Neus Ballús y los tres actores de la película. - ICAL

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Tras su aplaudido paso por Locarno, donde se alzó con el premio al mejor actor, y por festivales de todo el mundo como Toronto o Londres, ‘Sis dies corrents’, el tercer largometraje de Neus Ballús, arribó hoy a la 66 Semana Internacional de Cine de Valladolid. El público y la crítica acogieron con sonoras carcajadas y aplausos el film, que busca (y consigue) atrapar la vida a través de seis días de una misma semana acompañando a tres fontaneros bien distintos. El film presenta un intenso y divertido fresco naturalista con el que bucea en las relaciones laborales y humanas.  

Según explicó la cineasta en Valladolid, el origen del proyecto está en su curiosidad por explorar el mundo del trabajo. Todo encajó cuando el compañero de su madre, que es fontanero, le contaba cada día las mil historias que le sucedían con sus clientes. “Me di cuenta de que él tenía un acceso privilegiado a cómo vivimos y a la gran diversidad de familias y formas de pensar que hay en nuestro país, y pensé apoyarme en su oficio para plantear una película que tuviera mucho realismo, también algo de drama y humor cotidiano”, relató en declaraciones recogidas por Ical.

A sus tres protagonistas, Mohamed Mellali, Valero Escolar y Pep Sarrà, los encontró tras varios meses visitando la Escuela del Gremio de Instaladores de Barcelona, donde entrevistó a más de mil personas hasta elegir a estos tres, con quienes trabajó durante los dos años siguientes manteniendo constantes encuentros en los que les preparaba par aponerse delante de la cámara, y mientras escribía un guion “adaptado a sus necesidades, a sus capacidades de interpretar y a sus posibilidades reales”.

Con ellos estableció un plan de trabajo donde era fundamental “establecer una relación de confianza entre todos”, algo que Ballús consideraba “básico para crear un terreno seguro donde ellos pudieran volcarse como actores y expresar todo lo que llevan dentro”. “Todos tenemos el potencial de aparecer en una peli y ser buenos intérpretes, pero para eso es necesario que nos escriban una película a medida para cada uno de nosotros, y para poder hacer ese traje a medida era preciso ese periodo de dos años que me permitiera conocerles”.

“Debía asegurarme de que lo que yo escribía podrían expresarlo cuando llegara el momento del rodaje. Les llevábamos a varios momentos emocionales distintos para estar seguros de que cuando fuera preciso se pudieran enfadar, emocionar, o alcanzar lo que yo necesitaba captar ante la cámara. En paralelo también trabajamos con los secundarios, sus clientes, que tampoco son actores, y les preparamos con la misma metodología. Creábamos averías reales para que ellos tuvieran que descubrir qué era lo que no funcionaba y repararlo. Se trataba de crear un entorno de ficción para ellos, para que puedan estar lo más reales posibles”, recordó. 

La cineasta profundizó en su método de trabajo y señaló que partía de una idea de lo que quería conseguir a partir de todos los elementos reales. “Aspiras a algo, hay una dirección hacia la que quieres ir. Pero decidí que los elementos de esta película fueran reales y que estuvieran vivos, que hablaran de sí mismos, y todo iba cogiendo una dinámica orgánica imprevisible”, evocó.

Esta metodología es “totalmente distinta a lo que vemos desde la industria”, y obliga a la creadora a “ver cómo encaja tu deseo de llevar todo hacia una dirección con la realidad, porque la vida se expresa como ella quiere”. “Cuando hablas de ficción en beneficio de tu relato lo que haces es matar la vida. Si yo les obligo a ir en la dirección que quiero eso mataría su autenticidad y el gran rango emocional que tienen estos personajes, que son complejos”, explicó. 

A nivel personal, el “gran ejercicio” que ha sido para ella rodar esta película “es entender que no puede ejercer control total sobre esta situación. “Hay que dirigir lo imprevisto, el movimiento, sin saber qué va a ocurrir, y confiar en que el proyecto te deparará sorpresas que no esperas”. “Los cineastas por naturaleza somos obsesivos del control, y hacer este ejercicio ha sido lo más interesante del proyecto”, reflexionó. 

Además, recalcó que tras el film hay un “trabajo de precisión en el montaje espectacular”, ya que contaban con más de 70 horas filmadas, en tomas de más de quince minutos todas diferentes. Por ello, dedicaron nueve interminables meses a encontrar en la mesa de montaje “el tono y el lenguaje de la película”.

Acompañando a la directora en Valladolid, la productora Miriam Porté explicó que “la naturaleza del proyecto, implicaba un riesgo mucho más elevado”, porque les obligaba a trabajar con “material sensible e impredecible”. Los tres actores han sido estupendos y se han entregado en cuerpo y alma, pero un día podían haberse ido de repente y habernos condenado al fracaso. Todo es mucho más frágil y se abrían muchos más interrogantes de los habituales”, explicó.

En ese sentido uno de los actores, Valero Escolar, señaló que durante el proceso tuvo muchas dudas y momentos en los que acababa la jornada “cabreado”, porque “no sabía si en el rodaje le había dado a la directora lo que esperaba de mí”. “Ha sido un rodaje para mi complicado, con muchas emociones. A veces quería ir, a veces no, pensaba que iba a fallar porque en la preparación se creó ahí una ilusión de que lo que hacíamos nosotros, que no somos actores, a ella le sirviera el día de mañana para hacer una película”. 

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