Diario de Valladolid

Cuando ella dormía, se abría el casino

Uno de cada cinco jóvenes vallisoletanos se jugó dinero a diario en el confinamiento y gastó 100€ semanales en apuestas y poker ‘on line’, según Ajupareva / El porcentaje sube del 8 al 19% / Juan Miguel perdió 3.000€ en el casino durante las dos primeras semanas de encierro: «Tanto tiempo en casa me vino fatal. Me hundió del todo»

- MIGUEL ÁNGEL SANTOS/PHOTOGENIC

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Alicia Calvo
Valladolid

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Parecía que estaba solo en la habitación, pero había más gente. La cámara enfocaba al crupier del casino, al jefe de mesa y a algunas animadoras que acaparaban la atención de usuarios que, como Juan Miguel, introducían el número de tarjeta «por si» . Por si recuperaba lo apostado.

Juan Miguel cumple con la fatal tendencia de estos meses con restricciones de movilidad: incremento desorbitado de las apuestas on line . En las dos primeras semanas del confinamiento dejó su cuenta a cero. Perdió 3.000 euros de golpe.

Su ansiedad y necesidad de jugar crecieron hasta una situación descontrolada y entró en pánico. «Tanto tiempo en casa y sin forma de evadirme me vino fatal. Me hundió del todo. Toqué fondo ». 

Pasaba el día deseando que el sol se pusiera y esperaba a que su novia se durmiera. Le contaba que iba a buscar trabajo de lo suyo, de informática, a mirar qué encontraba para ver si podía cambiar su empleo en una empresa de alimentación. Se iba al cuarto del ordenador y tardaba una hora en jugarse «lo que pudiera» a la ruleta electrónica. También buceaba en páginas de internet en busca de juegos nuevos de otros países y, por supuesto, los encontraba.

Si tenía lo que creía que era suerte, al día siguiente repetiría dos o tres veces. Si la ronda no iba bien, con menos presupuesto, se limitaría a su ritual nocturno. «A veces crees que ganas, pero siempre pierdes».

Sin embargo, el aislamiento forzoso causó un efecto contrario en otro vallisoletano. Rompió la mala racha de Carlos, soldador y mecánico de 27 años. A más de 1.000 euros por año de vida en pérdidas de juego presencial.

El encierro lo «salvó» de perder lo «poco» que le quedaba. «Me ha ayudado una barbaridad» . Cerraron los bares y ya no podía «echar las vueltas» en sus máquinas tragaperras, en las que calcula haberse dejado «unos 20.000 o 30.000 euros». No da la cifra con precisión porque la desconoce.

Carlos y Juan Miguel no se conocen pero ocupan cada uno una de las 40 ventanas abiertas en la videollamada . La primera sesión de la terapia grupal les pilló en pleno estado de alarma.

En este periodo el número de adictos al juego se ha disparado por el aumento del tiempo en internet y la falta de alternativas de ocio fuera de casa. 

«El Ministerio de Consumo nos advirtió del incremento, sobre todo de apuestas y del poker on line, y en cuanto empezamos a recibir llamadas y ver los casos que ingresan en rehabilitación nos dimos cuenta», indica Ángel Aranzana, presidente de la Asociación de Jugadores Patológicos de Valladolid, Ajupareva.

Constata, además, que «durante el confinamiento, uno de cada cinco jóvenes vallisoletanos, de entre 18 y 25 años, se jugó dinero y destinó a las apuestas deportivas semanalmente unos 100 euros», concluye un estudio recién realizado por la entidad sobre la incidencia del juego entre la juventud de la provincia durante estos meses.

«Otros 70 euros, al poker on line; 40, en videoconsolas; 25, en casinos, y 20, en juegos móviles».

El informe arroja más conclusiones: que « el confinamiento ha elevado el porcentaje de jugadores diario del 8% al 19%, y que casi nadie admite que lo suyo, lejos de ser un entretenimiento inofensivo, es una adicción. Apenas un 5% reconoce tener un problema», apunta Aranzana.

Juan Miguel, aunque no dé el perfil por la edad -tiene 29 años-, entraba en esa parte que no veía nada extraño en su comportamiento, ni en «no pensar en otra cosa que no fuera jugar». Hasta que « todo estalló » y dio con esta asociación. 

Tras las primeras jornadas confinado, su pareja dejó de serlo y en el banco no había rastro del dinero con el que debía afrontar los pagos pendientes a Hacienda que, una vez reveló a sus padres su problema, le ayudarán a abonar. 

«Me empecé a agobiar aún más. No quería perder también a mi novia y, unas semanas después, en un rato de esos en los que se podía salir, fui a la tienda de alimentación que tienen mis padres y cuando él me preguntó ‘ ¿Qué te pasa, no será cosa de dinero? ’, me derrumbé y les confesé todo». 

Dadas las condiciones del momento –faltaban dos días para acabar mayo– su tratamiento comenzó por videollamada y por teléfono. 

En el poco tiempo que lleva en rehabilitación, asegura que ya se plantea cambios porque escuchó a unos padres relatar «el calvario» al que les abocó su hijo, y reaccionó. «Me impactó. Me hicieron despertar. No quiero arrastrar a mi familia» .

Tiene un plan. «Retomaré estudios para encontrar un trabajo mejor y también aprenderé el oficio familiar. Algo de lo que siempre había huido y ahora quiero hacer. Ya ves, estoy contento y mi padre, también».

Cuando sus progenitores descubrieron la causa de la apatía de su hijo hubo pocas sorpresas. «Les cuadró. El problema que tenemos los ludópatas es que somos, o nos volvemos, poco sociables. No dejas que se acerquen y al que se acerca le tienes que mentir».

Eso hacía Carlos «sin cesar». «Mentir, mentir y mentir» . ‘No lo he cogido’, ‘lo gasté en tabaco’ o ‘compré algo de comida’ son algunas de las excusas que alternaba si a su pareja no le cuadraban las cuentas. Ahora entrega los tickets en cuanto llega a casa y sale con el dinero exacto.

Le cuesta, pero echa mano de algunos trucos. Come con sus compañeros de trabajo en un restaurante. Se sienta de espaldas a la máquina porque teme «esa vocecilla que le diga ‘anda, no te va a ver nadie’ o que vuelvan recuerdos y sensaciones de cuando cogía el coche para ir a alguna cafetería de la otra punta de la ciudad donde no hubiera conocidos», de la que salía y entraba hasta tres veces para ir al cajero. 

Carlos asegura que se esfuerza porque, ahora que vuelve a saber lo que es, quiere seguir durmiendo.   «Te quita el sueño. No creo que nadie con este problema duerma bien por la noche» , cuenta.

También aspira a «lo que la gente normal tiene, una casa, un coche, un dinero para algún capricho, no pensar en si me pillarán o si me gasté lo que no debía».

«Nunca he podido ahorrar. Desde que empecé a tener sueldo me lo jugaba», lamenta.

Juan Miguel empezó todavía antes, con las propinas de sus padres en una sala de juegos junto al instituto. 

Con su primer salario y a gastos pagados en casa, cuenta que «no lo podía evitar, era algo impulsivo y no veía peligro». «Lo malo es que la tentación se hace cada vez más grande. En media hora puedes ganar un dineral, 1.500 euros, por ejemplo, pero un ludópata no sabe parar, y entonces perdías y venía la tristeza todo el rato. Diez minutos contento y otra vez». 

Por ser consciente de esto, lanza aviso para navegantes, «para los chavales que lo ven fácil»: «Te lo quita todo. Cosas y gente».

«PASABAN DOS AÑOS HASTA QUE SE ENGANCHABAN, AHORA CON EL ON LINE, EN 6 MESES SON ADICTOS»

Los 34 usuarios que durante el confinamiento comenzaron la rehabilitación en la Asociación de Jugadores Patológicos de Valladolid, Ajupareva, están enganchados a alguna actividad digital. «El juego nos afecta a todos. Ahora con internet está todavía más al alcance y  se crean adicciones mucho más pronto. Antes igual pasaban dos años hasta que se enganchaban y ahora, con tanta facilidad de acceso al on line en seis u ocho meses son adictos», asegura el presidente de Ajupareva, Ángel Aranzana, que alerta sobre que «la frecuencia de juego en videoconsolas y aplicaciones móviles se ha duplicado en el confinamiento» .    

 

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