Diario de Valladolid

Saravia camisa blanca

La ingeniosa campaña de VTLP, hecha a imagen y semejanza del sereno, cordial y caballeroso candidato, se impone al tradicional y agotador frentismo y navajeo tuitero del resto de formaciones

-E. M.

-E. M.

Publicado por
Pablo R. Lago
Valladolid

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Como el poema del inmenso Víctor Manuel erróneamente atribuido a Blas de Otero, del que el asturiano sólo apañó un verso para arrear tan sincera y vitalista letra a la que puso voz y ternura Ana Belén, a la sazón esposa del de Mieres. Como el poema. Saravia camisa blanca. Frente serena.

Y así el ingenio le ha ganado al genio y la rabia en ésta ya interminable e insoportable campaña de más de cuatro meses. Es la campaña de Valladolid Toma La Palabra. Agradecida. Ingeniosa. Rítmica. Simpática. Sorprendente. Optimista. Sencilla. Cercana. Participativa. Barriendo barrio a barrio. Nunca hiriente. El brío hecho elecciones. Saravia, Manolo. Frente serena. Como el poema. A imagen y  semejanza.

Una campaña arrullada por la sinfonía más vallisoletana que pueda existir en el universo de los acordes. VTLP suena a Celtas Cortos y eso es una incitación al delito del baile, que hasta se contornea la cadera del casi siempre hierático candidato Saravia. El político amable, cordial, sin estridencias, sin exabruptos, sosegado, moderado. Apaciguado político.

De un videoclip a todo ritmo desde Delicias a la Rondilla pasando por la madrugada moderna del irreverente Broncano es ya el hit musical de cuantas elecciones patrias están por celebrar en todos los reinos de “a veces madres, siempre madrastra”. Saravia camisa blanca.

Y de los acordes que han revolucionado el patio, la plaza Mayor y la acera de Recoletos al vídeo del comercio y la tendera. Ese en el que el arquitecto metido a alguacil de Urbanismo prueba y prueba prendas de listones y flores para concluir que él está como un pincel con camisa blanca y chaqueta oscura, por mucho que las modas te tienten. Un caballero de la política. De fina estampa y verbo sereno.

Después de cuatro meses embarrados en campañas de barro, cómo sopla el aire fresco de los ideólogos de la campaña de Valladolid Toma la Palabra. La campaña de la alegría, de la simpatía, del agradecimiento. Del político que vive la mayor fiesta que hay, la de la democracia, esa que acaba con la verbena de las urnas y que poco antes de la medianoche convertirá en carroza alguna calabaza y en asno a semental.

Unos genios de la sencillez los autores de esta campaña de Toma la Palabra. Donde todos  avistan rabia ellos encontraron primavera. Donde todos ven un bosque de farolas donde cuelgan jetas repetidas y banderolas, ellos vieron el sonido de los Celtas y una letra. Música y palabras, entre batukada de exabruptos.

Mientras otros recurren a los pistoleros del Twitter a ellos les basta el Mazinger Z de la infancia del concejal y aspirante a concejal de apellido Bustos. Y su vida cotidiana a la una y pico de la mañana en los prolegómenos de un tazón de leche antes de ir para el sobre, en camiseta y con la cara rendida. Como dios manda, aunque sean rojos o de izquierdas, o como se diga.

Es la campaña de la alegría. Es una campaña ideada a imagen del candidato al que nunca se le ha escuchado ni subir el tono ni elevar el calificativo. No ganará Eurovisión ni le llamarán para suceder al malogrado Patrick Swayze en la presunta secuela de Dirty Dancing, pero no dejarán de llamarle en La Rondilla para que escuche sus quejas.

Sea como sea, y hablamos sólo del estilo y la estrategia de la campaña, la virtud de los estrategas de Toma la Palabra, de entender que el candidato es el mensaje, es de una virtuosidad inmejorable. De lo cotidiano a lo sencillo para construir un mensaje cercano y armonioso. Un mensaje que atraiga, que acerque, que invite, que de reproches y repudios vamos fartos. Frente al ataque, la amabilidad. Bien construida. Bien media. Aunque parezca tan poco espontánea como un tiarrón hablando del robot nipón de los dibujos de nuestra niñez a  las tantas de la madruga delante de un tazón de leche caliente. Claro que hay que pasar los cuarenta largos para saber quién era el autómata que pastoreaba Koji Kabuto, siempre a la greña con el Doctor Infierno. ¡Pero cómo gozábamos, Alberto Bustos, en las sobremesas de los sábados, cuando no había más canal televisivo que el del parte, que acababa milimétricamente a las tres y media para que a menos veinticinco echaran los dibujos! ¡Rediós que tiempos y leñazos metía el Mazinger Z ¡Ni el Pedro Herrero en Twitter! En ocasiones veo genios.

Políticos contentos de estar contentos por ser políticos. Frente a los constantemente enfurruñados. Felices porque la confianza de la gente sólo puede excitar esa felicidad. Ese es el acierto de la campaña de colores, voces y sonrisas de Toma la Palabra. Saravia camisa blanca. Frente serena. Paloma buscando cielos más estrellados / donde entendernos sin destrozarnos / donde sentarnos y conversar.

Unos genios, lo mires por donde lo mires. Y seguro que unos genios de andar por casa o por La Rondilla o de cañas en la Cárcava. Sin genialidades lujuriosamente suntuosas y foráneas. Genios que entienden la política que entiende la gente y a la que la gente entiende.

Saravia camisa blanca. Quererte tanto me cuesta nada.

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