Diario de Valladolid

La madre de Sara, contra los médicos «peliculeros»: «Se centraron en los malos tratos y no curaron a Sara»

Davinia carga contra el personal de Campo Grande y le reprocha que las lesiones se agravaran / Sostiene que siempre creyó en la inocencia de su novio hasta que leyó el informe de la autopsia

Davinia Muñoz se dirige a declarar ante el fiscal, su abogado y el letrado de su ex marido.-FOTOS: POOL AGENCIA EFE

Davinia Muñoz se dirige a declarar ante el fiscal, su abogado y el letrado de su ex marido.-FOTOS: POOL AGENCIA EFE

Publicado por
Íñigo Arrúe
Valladolid

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El mundo al revés. Davinia Muñoz, la madre de la pequeña Sara F.M. muerta a golpes tras haber sido violada y sometida a malos tratos durante mes y medio, achacó al servicio médico del Campo Grande que se hubiese «centrado en los malos tratos que presentaba la menor», descuidando «curar las lesiones» que presentaba la niña de 4 años, que salió agonizante de su domicilio de la calle Cardenal Torquemada, 43 de Rondilla el 2 de agosto de 2017 con unas lesiones cerebrales irreversibles, además de desgarros anales y vaginales y una uña del pie arrancada.

Así lo sostuvo la progenitora de Sara en el segundo juicio con jurado que se celebra en la Audiencia Provincial y al que se enfrenta a una posible condena de prisión permanente revisable por asesinato más otros 24 años de cárcel por los delitos malos tratos, lesiones y abandono de menor.

Davinia se presentó como una madre que lo dio todo por sus hijas y que nunca sospechó de su nuevo novio. Cuando murió Sara, el 3 de agosto, llevaba solo dos meses y medio saliendo con Roberto Hernández, ex mecánico de helicópteros del Ejército. Había contactado con él por primera vez el 14 de abril de 2017 por la red social Badoo y le conoció en persona el 14 de mayo. La primera vez que pisó el domicilio de Davinia en Rondilla fue el 30 de mayo.

En aquella época, dijo, vivía en la casa Marinel F. el padre rumano de Sara con el que estaba en proceso inminente de romper; la propia Davinia y A., de 12 años, la hija mayor de ésta que tuvo con un joven que no quiso saber nada de las dos.

«MI EX SÍ QUE ME AGREDÍA »

En este proceso explicó que Roberto, sin llegar a ser oficial la relación ni tener establecida la residencia en Cardenal Torquemada, 43, pasó varios períodos intermitentes en su casa entre junio y la fecha de la muerte del 3 de agosto, y agregó que siempre creyó que el nuevo novio trataba bien a sus hijas y más en concreto a Sara. «Siempre lo creí hasta que, ya en prisión leí el informe de autopsia y ya dejé de enviarle cartas. Yo mandé 30, ¡pero el me envió 60!», clamó.

El capote que echó a Roberto era previsible, ya que cualquier palabra en contra –en el sentido de que sospechase algo y no hubiese actuado– supondría tanto como autoincriminarse por pasividad, que es justo la tesis de las acusaciones, que sostienen que tenía más interés en conservar su pareja que en el estado de salud de la niña.

Lo que no estaba tan previsto es que afirmase sin ambages que el único caso de agresión que presenció con sus propios ojos fue el de su ex Marinel F. –una persona que no está investigada– sobre su hija Sara con anterioridad a la llegada de Roberto. «A Andrea le pega un poco más habitualmente, por eso me enfrenté a él. Yo le tenía terror. A Sara le dio alguna vez un cachete que se le quedó marcado en el culo cuando le molestaba cuando veía la tele en el sofá», recordó.

El caso es que la cabo del Ejército no denunció entonces a su ex, ni tomó medida alguna ante las sucesivas graves lesiones que sufrió Sara de junio a agosto de 2017. A su juicio, todo estaba bajo control y nada le preocupaba de forma especial ya que todas las heridas fueron producto de juegos y de accidentes domésticos.

La pobre niña de Rondilla debió de sumar a todo su calvario, un gafe fuera de lo normal. Al menos así se desprende de la explicación de la madre a cada una de sus lesiones. Los moratones en la cara interna de los muslos, nalgas, espalda y las señales como de latigazos con las asas de un bolso, los justificó por los pellizcos en los juegos con su hermana.

Manifestó, además, que Sara –ansiosa porque su padre Marinel abandonó el hogar el 7 de julio– se mordía los labios porque era nerviosa, que la quemadura de la mano fue por una vitrocerámica, cuando llevaba unos platos o que las heridas en los pies eran por causa de las tablillas del parqué. Una herida de la mano, expresó, fue ocasionada por una puerta con la que se pilló mientras jugaba con su hermana Andrea y también elemento el coche en el que viajaban a la finca de Pozal de Gallinas de Roberto, le provocaron pequeñas magulladoras. El abogado de Davinia, consciente de que todo sonaba a increíble, dijo en su turno al jurado: «Ya sé que son muchas casualidades, pero es así», apostilló.

La forma distinta de interpretar las cosas, llevó a la encausada a sostener incluso que si Sara no se curó del todo, fue porque los médicos del Campo Grande se encelaron con los malos tratos y «descuidaron curar a la niña».

Fue el 11 de julio a las 11.40 horas. Davinia llevó a su hija con una llamativa inflamación en la boca. Roberto se había despedido esa mañana y ella le escribió que iba al médico. «Parece que le han dado una paliza», mensajeó. «Estaba asustada, Sara tenía también moratones chiquitines de cuando fueron al pueblo; quemaduras en los dedos porque dos días antes se había quemado con la vitrocerámica y también heridas en los pies por el parqué».

«Entonces, vieron los moratones y se centraron en los malos tratos. Los médicos son unos peliculeros y dieron prioridad a los supuestos malos tratos que a curar a la niña», se quejó la encausada.

«me toco la cola».

Davinia tuvo justificaciones también para los más que comprometedores mensajes de su nuevo novio, como cuando escribió: «Me toco la cola. Qué graciosos son los niños». «Lo típico. No le di más importancia, porque no estaba pensando en sexualidad ni en nada. Lo hacía mi hija mayor cuando era pequeña y le respondí que también Sara se quitaba la ropa, ya que me imita cuando me ducho o me visto», indicó.

La madre de Sara se definió como una mujer de Pedrajas de San Esteban que, de niña, fue víctima de malos tratos por parte de su padre y que tuvo una escapatoria cuando a los 19 años se alistó en el Ejército. Tuvo, relató su abogado, tres parejas antes de Roberto: el primero le dejó embarazada y de esta unión nació A. su hija mayor. Éste les abandonó, luego salió dos años con otro cuando ella estaba destinada en Burgos y finalmente en 2010 conoció al rumano Marinel F. con quien tuvo a Sara en 2013. La fiscal preguntó entonces «¿Usted que ha sido víctima de malos tratos, no pensó que habiendo entrado en la casa Roberto, un hombre al que no conocía demasiado podría ser el responsable de las lesiones de la niña y no los pellizcos jugando con su hermana?».

La acusada tragó saliva de nuevo cuando la fiscal le leyó un whastapp suyo en el que decía: «Menos mal que me han salido guardias, así retraso que vean a la niña». Un mensaje escrito después de que la niña hubiese ‘aparecido’ con un terrible golpe el 28 de julio y los servicios sociales pidieron verla el día 28. Y no mejoró su imagen cuando dijo que ese día fue terrible al llegar a casa: «Es que yo ni había comido!»

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