Diario de Valladolid

UNA MUJER | UN PROYECTO SOLIDARIO - MARTA AÑIBARRO

«Hay que reciclar más y guardar menos»

-ARGICOMUNICACIÓN

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Redacción de Valladolid
Valladolid

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Acaba de hacer entrega de 2.000 gafas sin uso para que otros puedan ver la vida de otro color. Mercadillos solidarios, marchas, concursos, viajes y colaboraciones con organizaciones no gubernamentales, siempre al lado de voluntarios e inmersa en actividades dirigidas a un interés común. Todo ello, sin abandonar su apuesta por el desarrollo rural. Incluso sus alojamientos tienen fines solidarios. La vallisoletana Marta Añíbarro es diplomada en Magisterio y empresaria rural. Es miembro activo de la ONG Dhefi Proyecto Madagascar e impulsora del proyecto Gafas Viajeras. Su creatividad la ha llevado a construir, rehabilitar y diseñar -con materiales reciclados- todos los espacios, muebles y enseres de sus alojamientos, Lindas Casas Rurales.

Pregunta.- ¿Qué hace con tantas gafas usadas?

Respuesta.- Compartirlas con quien las necesita. Mejorar la visión puede cambiar la vida de una persona, sobre todo cuando no tienen recursos.

P.- ¿Qué son las Gafas Viajeras?

R.- Nace de la ONG Dhefi Proyecto Madagascar. La idea es sacar del cajón las gafas que no utilizamos, graduadas o de sol. Se entregan en un punto de recogida y se envían a un centro de reciclaje, gracias a la colaboración de la ONG Club de los Leones. Y luego son los oftalmólogos los que las solicitan para llevárselas cuando viajan al Tercer Mundo. Todos podemos colaborar entregando material, pero también como punto de recogida. Se puede echar un vistazo en www.proyectomadagascar.org Está claro que hay que reciclar más y guardar menos.

P.- ¿Hacia dónde mira la sociedad actual?

R.- En general, es solidaria, pero muy pocos se implican de verdad. El apoyo moral está en todas partes, pero hay pocas manos empujando en el día a día.

P.- Hábleme de usted, ¿qué hace a diario?

R.- Parte de mi tiempo lo dedico a actividades relacionadas con el reciclaje y la creatividad. Pronto pondré en marcha el proyecto ‘Ammapola Recicla’, con ideas de reciclaje para sobrevivir a la decoración. También comparto un par de días a la semana con otros voluntarios del Proyecto Madagascar. Y, por supuesto, atiendo a mi familia.

P.- Es conocida su implicación en el Proyecto Madagascar, hasta el punto de que da nombre a una de sus casas rurales. ¿Cómo nació todo?

R.- A través de un viaje que hice con mi marido. Fuimos a Madagascar en 2008 y conocimos a varios misioneros vallisoletanos, como Gustavo Bombín. Aquello nos sorprendió muchísimo porque es uno de los países menos desarrollados del mundo, y por allí acaba de pasar la peste de nuestra Edad Media. Gustavo tenía la necesidad de ayudar a colectivos de madres jóvenes creando un centro para escolarizarlas a ellas y a sus hijos. Se hizo y ya lleva diez años funcionando.

P.- Destina un porcentaje de sus beneficios a proyectos solidarios, ¿compensa?

R.- Ayudar siempre compensa. Cada empresa debería incorporar la responsabilidad social corporativa como rutina.

P.- ¿Cuántos alojamientos gestiona y dónde?

R.- Tengo cuatro casitas rurales de alquiler completo en un pueblo de Valladolid que se llama Villasexmir; y otras tres en una aldea al sur de Cantabria, que se llama Reocín de los Molinos.

P.- ¿Quién tiene la culpa de la despoblación?

R.- Está repartida. No todos los servicios de las ciudades llegan a los pueblos pequeños. Y luego hay mucha gente que dice ser emprendedora y toma la decisión vivir en la ciudad. No lo sé, pero los pueblos dan calidad de vida.

P.- Dos décadas ya embarcada como empresaria rural, ¿Cómo ha sido la travesía?

R.- Dura, porque el turismo rural es así. También es enriquecedor, porque he sido capaz de mantener unas infraestructuras.

P.- ¿Ha cambiado mucho el perfil del cliente a lo largo de estos años?

R.- Ahora responde a un perfil familiar o al de ese grupo de amigos que quiere reunirse o celebrar algo. El turista rural antes se adaptaba más a la oferta; ahora va a una casa rural buscando un hotel, sin dar importancia ni valorar el destino.

P.- ¿El turismo rural ha tocado techo?

R.- No lo creo. Sin embargo, hay que esforzarse en orientar al turista rural y hacerle ver que no solo va a disfrutar de una casa preciosa o de un hotel rural con jacuzzi. No se puede viajar y permanecer al margen del lugar que se visita, desconocer sus tradiciones, su patrimonio…

P.- Televisión, Internet… ¿de verdad son necesarios estos ‘lujos’ cuando se hace turismo rural?

R.- No, pero es difícil desconectar. Eso no quita para decir que la cobertura de telefonía e Internet es una auténtica necesidad en el medio rural.

P.- ¿Es verdad que usted misma ha recuperado y decorado todas sus casas?

R.- Sí, y soy feliz haciéndolo, reciclando todo lo que pasa por mis manos.

P.- ¡Cuántos tesoros habrá encontrado!

R.- Muchos: convertí una vajilla rota en una lámpara; una botella de gaseosa en un candelabro; las lavadoras en maceteros… Deberíamos estar más concienciados. Todo eso de las islas de plástico en los mares es terrible.

P.- Dicen que tiene buen ojo para ver la belleza de las cosas viejas…

R.- Desde luego, todo sirve y todo es bello. Las cosas no son inútiles por haber perdido la función para la que fueron creadas.

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