Diario de Valladolid

SEMANA SANTA 2018

La suerte echada a caras o lises

Desde hoy y hasta el Sábado se juegan las populares chapas en 40 locales de la provincia/ La figura del organizador o baratero es clave en estos juegos

Antonio Merino (izquierda) yAntonio Hernández-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Antonio Merino (izquierda) yAntonio Hernández-MIGUEL ÁNGEL SANTOS

Publicado por
Henar Martín Puentes

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El ambiente que envuelve de misticismo y devoción las noches de Semana Santa dejan por unos instantes su lado religioso para tornarse lúdico y, si acaso, cargado con un halo de misterio. Son las noches en las que miles de aficionados y curiosos se arremolinan en torno a los juegos de las chapas. El origen de estas apuestas que durante décadas se realizaron de forma clandestina, hunde sus raíces en el momento en el que los soldados romanos se jugaron la Túnica Sagrada de Jesucristo a cara o cruz (también conocido como lis).

Castilla y León ha mantenido viva esta tradición que estuvo prohibida durante el franquismo, siendo la única comunidad en España donde solo está permitida entre el Jueves y el Sábado Santo, además de las fiestas patronales en las localidades donde este juego de azar se practica de forma tradicional. Una singularidad que atrae cada año a miles de curiosos de otras autonomías como La Rioja, Valencia o Madrid que, aparte de disfrutar de las procesiones, se embeben del ambiente festivo nocturno.

Desde la pasada medianoche, 40 establecimientos de la provincia de Valladolid autorizados por la Junta de Castilla y León para celebrar estos juegos, han colgado el cartel de ‘abierto por vacaciones’ para tirar las monedas. Uno de ellos es el bar Thais, situado en el barrio de Parquesol de la capital del Pisuerga. Abrió sus puertas hace 25 años. Desde entonces se ha convertido en uno de los ‘lugares sagrados’ para realizar estas apuestas. «Aquí siempre se ha jugado. De toda la vida», asegura Antonio Hernández, propietario del local y con una larga trayectoria como hostelero a sus espaldas.

En su establecimiento se juntan más de un centenar de personas cada atardecer para contemplar las tiradas o apuestas de las monedas en las que se juega todo a cara o cruz (también llamado ‘culo’). Y en ellas, cobra especial protagonismo la figura conocida como el baratero. Se trata de una pieza clave ya que se encarga de velar por el buen desarrollo de la partida, evitando que puedan surgir trampas, problemas o prácticas poco decorosas. Antonio contrata a cuatro tiradores o barateros que trabajan por parejas durante estos tres días. Junto a ellos, cuenta también con un guardia de seguridad que se encarga de que el orden impere desde que empieza el juego hasta que acaba, aunque presume de que en su bar «nunca ha sucedido nada extraño».

«Es un ambiente muy familiar, generalmente matrimonios y parejas o también solteros», esgrime Antonio Merino Díez. Lleva 40 años como baratero, una palabra que lejos de sonarle malsonante o despectiva, la lleva con orgullo. Durante tres días al año deja de lado su trabajo como pintor para ‘arbitrar’ los juegos de las chapas con los que se saca un sueldo extra. Nació en Castrillo de Don Juan (Palencia) aunque de niño se vino a vivir a Valladolid, donde aprendió el oficio en lugares emblemáticos como el bar París, el Palafox y más tarde, en el legendario bar Cuberito. Ahora trabaja como organizador de estas timbas junto a uno de sus hijos y que, como él, lo compatibiliza con su puesto de trabajo.

Antiguamente los corrillos se organizaban en las calles. «Por todo Valladolid se jugaban. Se tiraban en Cantarranas, los Vadillos, la plaza de Toros o en la Circular», comenta. Más tarde, a finales de la década de los 70, se comenzaron a organizar en locales. Y aunque no se había legalizado aún, «estaba permitido», según recuerda Antonio.

A sus 62 años, lleva dos tercios de su vida observando la dinámica de este juego que, a priori, parece simple. Los jugadores se reúnen alrededor de un corro que puede ser un círculo o un cuadrado delimitado normalmente a través de unos listones de madera. Las monedas deberán caer siempre dentro de esta zona ya que si caen fuera el lanzamiento se considera nulo (también se conoce como ‘barajo’) y se debe volver a tirar. Un jugador lanza dos monedas de cobre y apuesta una cantidad de dinero que normalmente se coloca en el suelo o en manos del ‘baratero’ y decide si quiere caras o cruces. En el caso de que su elección sean caras, las monedas deben lanzarse juntas con las caras hacia fuera y al contrario si la opción es cruces. Todas las miradas se dirigen hacia las dos monedas, dos ‘perras gordas’, de la época de Alfonso XII y XIII. Si la apuesta resulta ganadora, sacará el doble de lo que apostó; y en caso contrario, se perderá lo apostado.

Las monedas, compradas en anticuarios, auténticas joyas de numismática, llevan trazado en el reverso una cruz o aspa de blanco. «Las pintamos para evitar la picaresca; antaño en los barrios había casos en los que se llevaban monedas trucadas con las dos caras pintadas», explican.

«No se necesitan habilidades especiales. Tienes que ser rápido contando el dinero», cuenta Antonio, quien se encarga además de velar por el buen funcionamiento de las reglas del juego, de ‘casar’ las apuestas.

En el suelo se juntan los fajos de billetes de las apuestas. Y aunque Antonio asegura que hay mucha leyenda popular en torno a las chapas, confiesa que ha visto ganar más de 12.000 euros en una sola noche. Pero para quien desee probar suerte y caer en la tentación, no hacen falta grandes sumas de dinero. Bastan 10 euros para realizar una apuesta.

Cuentan las habladurías que la fiebre de las chapas llegó a más de uno a hacer perder bienes personales como un coche, un reloj, o incluso, su propia casa. Extremo que Antonio niega tajantemente. «Aquí siempre se ha jugado con total normalidad, nunca han ocurrido cosas así». Realidad o ficción, lo cierto es que el decreto aprobado por la Junta de Castilla y León en 2002 (única comunidad española que regula este juego) obliga a que necesariamente, el objeto jugado sea «una cantidad líquida y cierta de dinero», excluyéndose así animales, bienes muebles o inmuebles o su correspondiente valor económico.

La tarde-noche del Jueves y el Viernes Santo son los días ‘grandes’, en los que se percibe más afluencia de público. Muchos de los que se congregan son simplemente visitantes que se concitan en estos establecimientos a mirar, atraídos por la curiosidad y el ambiente de transgresión de antaño.

Las chapas siguen siendo un elemento más de la ‘decoración’ típica de nuestra Semana Santa castellana. Un distintivo que forma parte de nuestro patrimonio popular.

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