Diario de Valladolid

VOCACIÓN POR EL AULA

Maestros de maestros

No cuelgan los libros del todo y su experiencia sigue nutriendo a nuevas generaciones. Son profesores de vocación que una vez jubilados deciden regresar de manera altruista al sistema educativo. Una veintena de docentes acaban de ser nombrados ‘profesores honoríficos colaboradores’; una nueva figura de la Junta

Evangelina Álvarez, ex directora del Leopoldo Cano, frente al instituto vallisoletano.-J. M. LOSTAU

Evangelina Álvarez, ex directora del Leopoldo Cano, frente al instituto vallisoletano.-J. M. LOSTAU

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Alicia Calvo
Valladolid

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Extraña «las voces y los gritos». La vitalidad contagiosa por los pasillos, los cafés entre clases y las conversaciones con contenido. Como lo extraña, ha decidido recuperarlo, pero a su modo. Sin ser esclava del reloj y sin dedicación exclusiva.

Evangelina Álvarez es docente. Está jubilada, pero sigue siendo profesora. Esa condición no se pierde. Obviamente, no aparece como tal, pero la Real Academia Española bien podría sustituir la palabra ‘vocación’ por su nombre. Responde a su definición término por término. Sin duda, siente ‘afecto, amor y propensión por una profesión o una carrera’. Lo demuestra también tras colgar los libros.

Licenciada en Filología francesa –entonces, Filología románica sección francés–, directora durante doce años del instituto Leopoldo Cano de la capital, profesora de francés muchos cursos más y docente de lenguas extranjeras en su juventud a caballo entre Francia y España, forma parte de la veintena de personas nombradas por primera vez ‘profesor honorífico colaborador’ por laJunta de Castilla y León.

Esta nueva figura, constituida por laConsejería de Educación en el presente curso, se traduce en la práctica en que profesores no universitarios voluntarios volverán a formar parte de la red educativa, a aportar sus conocimientos en el cometido que le designen, muy ligado a la formación permanente del personal docente.

Esta iniciativa se sustenta el altruismo ya que no cuenta con remuneración económica alguna. Evangelina, como el resto, recibirá un certificado por su contribución y no conllevará vinculación laboral con el centro en el que actúe ni con ningún servicio.

Algunos de los seleccionados presentaron un proyecto para desarrollar en un colegio o en un instituto concreto y otros, como Evangelina, se han puesto «a disposición de la Administración educativa» para que encuentre una labor acorde a su trayectoria porque existen las dos posibilidades. «Con mi extenso currículum, ya sabe en qué puedo ser útil».

La Junta valoró todas las peticiones y hace dos semanas aprobó 22 que pertenecen todas las provincias de la Comunidad, salvo a Ávila y Soria.

Aunque desconoce para qué la reclamarán, sí tiene sus preferencias. Le agrada promover iniciativas encaminadas a la internacionalización. «Creo firmemente en su beneficio», indica.

El tiempo que manejó los mandos del instituto trabajó por extender lazos hasta entidades académicas de Francia. Lo consiguió, a tenor de los altos resultados académicos, impulsados por el programa de bilingüismo, y de que se trata de un centro con predicamento sobre la materia en la ciudad. «Tengo la satisfacción de haber puesto en marcha intercambios de alumnos entre Valladolid y la ciudad de Lille», subraya.

Las competencias lingüísticas representan uno de sus principales intereses, junto con medidas que favorezcan «el respeto a la diversidad» y, también, la innovación en metodologías. «Las necesidades varían porque vamos a una sociedad distinta y nuestros alumnos trabajarán en empleos diferentes a los actuales cuando sean adultos», opina.

Que Evangelina vuelva a dar clases al alumnado parece improbable porque Educación estipula que la actividad docente del profesor honorífico colaborador «tendrá carácter excepcional y sólo podrá realizarla acompañado del profesor titular», algo que no será óbice para que colabore en tareas complementarias o preparatorias.

Pese a considerarse una enamorada de su trabajo, su total dedicación le llevó a decidir detenerse para volver a arrancar.

Con 60 años y 40 de profesión a sus espaldas, comprendió que se encontraba en el momento oportuno. «Llegó un momento en el que dedicaba todas las horas posibles al trabajo y quería hacer algo distinto. Darle otro enfoque a mi vida. Ahora soy más dueña de mi tiempo. Podía hacerlo y tenía energía», expone.

Reconoce que temía el momento del cambio y trató de prepararse emocionalmente para ello. «No ha sido tan duro como esperaba; pensé que sería más difícil», relata tras un curso en blanco.

No esquiva la cuestión del «miedo» previo a dejar el trabajo, pero también señala que sabía que necesitaba dar el paso. «Eran muchas horas, sobre todo mentalmente, y la responsabilidad que tenía era muy fuerte. Me vi necesitada de una vida diferente y de disfrutar de otras cosas».

Explica que el proceso no fue brusco. Cambió paulatinamente su «chip mental» y comenzó a pensar en los cafés perdidos con amigas, los viajes en familia no realizados y otros anhelos, y lo colocó todo en una balanza.

Asu buena aceptación contribuye que desde que hace algo más de un año firmara su jubilación anticipada continúa muy activa. Colabora con asociaciones sin ánimo de lucro para seguir orientando a adolescentes, se mantiene en forma con el yoga, perfecciona su inglés, se ha formado para el coaching [entrenamiento] personal y trabaja la concentración haciendo punto. «No puedes pasar de estar trabajando muchas horas a no hacer nada; tienes que ir buscándote tu espacio. Me gusta sentirme útil», señala Evangelina.

Su energía se palpa en las distancias cortas. «He pensado rápido ‘¿qué me gusta? Los temas de mujer, los jóvenes y lo educativo’, y en ello estoy».

Con una agenda tan concurrida asevera que no se aburre, aunque no ha perdido el contacto con su centro. Sigue acudiendo «de vez en cuando» y viendo a sus compañeros.

Sobre el proceso de jubilación y lo complicado que resulta para muchos asumir ese cambio de rutina y de percepción, reconoce que le gustaría «trabajar en ayudar a otros profesores que se vayan a jubilar para que esa etapa de la vida sea plena y se sientan bien».

Pese a que su nueva situación resulta de su agrado, sí lamenta que la palabra jubilación signifique permanecer apartado socialmente. Asegura haber percibido la creencia extendida de que «si estás jubilado, no cuentas», y no sólo la rebate con su ejemplo, sino también con una encendida defensa: «Veo que pasas a no contar socialmente, cuando tendría que ser al contrario. Vales mucho y sabes mucho de la vida. Esta tendencia es un error».

Esta profesora reivindica que «la gente con experiencia profesional y de la vida tiene muchísimo que aportar a la sociedad» y echa en falta «más estrategias para que esa experiencia no se pierda».

Álvarez agradece la oportunidad de contribuir de nuevo porque ve «muy importante que tantos conocimientos no se pierdan».

Sin embargo, es partidaria de que, tras la retirada, exista la posibilidad de continuar con el trabajo, menos horas de las de una jornada laboral completa, pero de forma remunerada, «como en Estados Unidos», apunta, y agrega que «eso removería a la sociedad».

Ser profesora honorífica colaboradora supone para ella «una manera de cerrar el bucle».

Su motivación inicial, la que de joven le llevó a decantarse por elegir esta carrera, permanece muy ligada a la razón que ha empujado a esta hija y nieta de maestras a presentarse a la convocatoria de la Junta de Castilla y León.

Esta mujer, a la que le encanta «asumir nuevos retos», se hizo docente porque le gustaba «el trato con la gente y enseñar de manera real ayudando a otros a crecer» y porque siente el servicio público como un privilegio. «Servir a la ciudad me parece una de las cosas más hermosas y hay que hacerlo con responsabilidad. Siempre me he sentido en el servicio público y he sido muy consciente de mi función. Con todo lo que tengo vivido puedo colaborar, es una forma de aportar algo más».

Para que su solicitud, igual que la del resto de la veintena de profesores, haya resultado aprobada sólo ha influido una cuestión, nada menor: contar con una «larga trayectoria académica marcada por la excelencia» y que su contribución al sistema educativo haya sido «de reconocido valor». Así lo contempla la orden de Educación en la que se promueve esta figura.

Aunque existe la opción de prorrogarlo hasta tres cursos, Evangelina ejercerá de momento un año, no se plantea más. «Me encanta pensar que me pongo un reto corto para ver qué puede dar de sí». Está dispuesta a dedicarle tiempo, pero sólo una parcela reducida. «No quiero que acapare mi vida del todo», afirma.

También espera que esta primera hornada de docentes que vuelven propicie que en ejercicios venideros se animen otros profesionales jubilados y anticipa que regresa con ganas y con responsabilidad: «La vida me ha dado tantas experiencias que es mi turno de devolver».

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