Diario de Valladolid

INTEGRACIÓN LABORAL

El empleo social levanta el telón

La compañía de teatro de Blanca Marsillach y la Caixa contratan para su obra de mañana en el Calderón a un equipo técnico de diez personas sin experiencia en el sector y con dificultad para encontrar trabajo

El quipo técnico contratado para la obra Viajando con Marsillach en Valladolid. Sentados: Azucena (i), Gustavo, Jesús y Nueitu. De pie: Elina (i), Javier,  Abbie, Nathalia y Rocío .-J. M. Lostau

El quipo técnico contratado para la obra Viajando con Marsillach en Valladolid. Sentados: Azucena (i), Gustavo, Jesús y Nueitu. De pie: Elina (i), Javier, Abbie, Nathalia y Rocío .-J. M. Lostau

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Alicia Calvo
Valladolid

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A sus 51 años, Jesús nunca ha ido al teatro, «a ninguno». Pero eso no le impedirá mañana ser el acomodador de una de las más representativas salas de Europa.

Este vallisoletano, curtido en los andamios, tendrá que aprender en tiempo récord la distribución de las butacas, el acceso a los palcos, la mecánica de una función... No le queda otra, este sábado a las 19.30 desempeñará este trabajo en el Teatro Calderón, de Valladolid, durante la representación de la obra Viajando con Marsillach.

A simple vista no se aprecia, pero Jesús tiene una discapacidad reconocida del 33%. Se cayó de un andamio. Nunca pudo recuperar la movilidad de una de sus piernas, pero acepta el reto de un nuevo papel laboral y, aunque no posee experiencia en esto de organizar a la gente hasta sus asientos, sí tiene «muchas ganas» de estrenarse.

Como él, otras nueve personas sin experiencia en el sector de las artes escénicas formarán parte durante dos días de un equipo técnico que les hace ser protagonistas sin salir a escena.

La compañía de Teatro Blanca Marsillach y Varela Producciones viajan a Valladolid junto al programa Incorpora de La Caixa y contratan para labores técnicas –como en cada ciudad en la que representan el montaje– a diez personas que pueden verse en riesgo de exclusión o con dificultades para encontrar un empleo por distintas causas, como la edad, la nacionalidad o tener una discapacidad.

La relación laboral será breve en el tiempo pero juega con introducir en el curriculum de estas personas un giro argumental que sorprenda al contratante: haber trabajado en el templo de la cultura vallisoletanos con uno de los apellidos más sagrados de la cultura española.

«Alguien tiene que dar la primera oportunidad», indica la actriz Blanca Marsillach, codirectora de la obra, basada en escenas de dos obras de Adolfo Marsillach, Feliz Aniversario y Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? «Además de no perder la oportunidad de homenajear a mi padre, pensé en que era una muy buena idea dar de alta a alguien al que le cueste conseguir un trabajo, contratarlo y proporcionarle una carta de referencia. Sirve para su curriculum y puede hacer que llegue a otra empresa y así avance mejor en su vida».

Cubrirá los perfiles necesarios para sacar adelante una producción teatral, como auxiliar de producción, regidor, sastre, asistente de comunicación, ayudante de dirección...

La brasileña Nathalia tampoco ha entrado nunca en el Calderón. Desde que hace ocho años llegó a Valladolid ha estado ocupada buscando empleo y le quedaba poco margen para el patio de butacas. Este sábado será la encargada de que todos los actores luzcan su mejor cara. Es la responsable de maquillaje y peluquería.

Desconoce los pormenores del desarrollo de su trabajo, pero sí que es muy consciente de que éste es «el primer contrato en estos ocho años» y no porque no haya buscado. Sólo dura dos días, pero confía en que sirva de reclamo en su futura vida laboral. «Se trata de abrir puertas, de que me abra alguna».

Cree que el principal perjuicio para no encontrar un hueco en el mercado es su procedencia extranjera. Nació en Brasil. «Antes de hablar, por mi aspecto, piensan que soy de aquí, pero después...», comenta esta joven que ha trabajado en algunas peluquerías, pero nunca ha cotizado a la Seguridad Social.

Por eso vive esta experiencia como «una buena oportunidad». «Creo que es posible, que después de ver que he participado en esto me sirva para otro trabajo. No se puede perder la esperanza, si la pierdes qué queda».

Entre quienes la escuchan –sus compañeros de equipo a los que conoce el mismo día de la entrevista para este periódico– hay quienes le dan la razón y quienes son más escépticos.

Esta inserción laboral es lo que Marsillach busca con este compromiso social. «La intención es que, aunque estemos sólo al principio, consigan después un trabajo estable, que les sirva, como ha sucedido en otras ciudades».

Cuenta Marsillach que en Zaragoza quien se encargó de peluquería ahora trabaja en una y la responsable de medios, también recibió recomendaciones. «Es un proyecto apasionante y un privilegio ver su talento y llevarlo a su siguiente nivel. Es como una familia donde nadie se conoce y no sabe lo que es el teatro. Cada uno tiene un perfil y, al final, es como una piña».

Cuando Nathalia habla de prejuicios por no haber nacido aquí, el resto asiente. «Sí, sí, primero le dan el trabajo al español, sin mirar la formación, y así es muy complicado encontrar algo». Lo señalan los de nacieron aquí y los que lo hicieron más lejos.

Lo asevera tajante Abbie, procedente de Panamá, que será la ayudante de producción durante dos jornadas, hoy en los ensayos y, mañana todo el día de la actuación. Cuando mantiene esta charla, tampoco sabe detalles sobre en qué consiste su función, pero espera «hacerlo bien».

Reconoce que, por su perfil, cuenta a diario con pocas opciones. «Es muy difícil encontrar algo. Es misión casi imposible. Sólo me ha salido de teleoperadora. Soy mujer, extranjera y da igual que haya hecho una licenciatura en mi país sobre Hostelería y restauración. Allí trabajaba como organizadora de eventos, en asuntos administrativos, aquí no puedo».

Todos valoran la experiencia y esperan disfrutarla. Algunos, incluso, confían en que les dé frutos a más largo plazo. «Todo suma», apunta Gustavo, el más joven del grupo, disc-jockey y cocinero, que nunca ha logrado un trabajo de larga duración y mañana será el encargado de luces y sonido.

Tras esto, tratará de ‘colarse’ en el casting para técnico de sonido del musical El Rey León, en Madrid.

Otros son más recelosos de los resultados a largo plazo. «Difícil», indica el nuevo acomodador, Jesús. Rápidamente, le replica Azucena, que desempeñará la misma labor y que también tiene una discapacidad física, ella del 65%. «Que sí, que nunca se sabe, que después de trabajar en un sitio así tan diferente e importante puede venirnos bien». Al término de la conversación a diez bandas sobre el mundo laboral, la empresa, las oportunidades para alguien con discapacidad, para alguien demasiado mayor o demasiado joven, los obstáculos que cada uno se encuentra, las entrevistas de trabajo en las que el empresario no estuvo a la altura y anécdotas de cada integrante de este nuevo equipo de trabajo, Jesús, sin perder el buen humor, recula. «Bueno, puede que sí».

Aunque Jesús remarca que otras compañías deberían extender el ejemplo de Marsillach. Opina que las empresas no le contratan porque valoren si encaja o no en determinado puesto, sino porque supone recibir ayudas. «Para los empresarios sólo somos una subvención».

Muchos mueven la cabeza dándole la razón. Apenas han tenido contacto pero parecen estar de acuerdo en lo fundamental.

En este nuevo equipo técnico de esta producción en Valladolid sólo tres de sus miembros realizarán labores para las que previamente estaban preparados. Es el caso de Rocío, de 25 años, que quiere dedicarse profesionalmente a la fotografía y tomará fotos y vídeo de lo que suceda estos dos días. «Creo que sí que me va a valer y a ver si tengo suerte y consigo algo parecido».

También Elina, sobre la que recaerán las labores de sastrería, tenía experiencia. Ella con la aguja. Esta mujer viuda, de 53 años, es costurera y sólo consigue trabajos de pocas horas «y con poco sueldo». «Mi problema ahora es la edad. Me busco la vida, pero cuesta».

Sin embargo, otros como Javier, licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas, poco sabe de las funciones de un regidor, o Nueitu, licenciada en Economía, ignoraba en qué consistía ser la asistente de comunicación. «No sé cómo tengo que hacerlo», afirma poco antes de meterse en el ‘papel’ y ejercer como una experta directora de prensa que, además, recuerda entrevistas de trabajo en las que la principal pregunta era «de dónde eres». Es saharaui y en Valladolid da clases particulares de árabe, química y otras asignaturas.

Nueitu está contenta con formar parte del equipo. «Es una iniciativa muy buena. Nos da una oportunidad a quienes no teníamos ninguna experiencia en esto o a través de otro tipo de entrevista no nos hubieran seleccionado porque nos falta formación específica o por otras razones».

Blanca Marsillach espera que la obra cale en el público, pero que también «lo pase bien y se entretenga». Eso va también por quienes trabajan entre bambalinas.

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