Diario de Valladolid

la espuela: René González, misionero agustino recoleto

«Importaría de África la forma de ver la vida; lo entienden como un regalo»

Unas décimas de fiebre le sacaron del anonimato en Navidades. Gracias a Dios no fue ébola, sino un catarro cogido en el campo, en Olmedo. Se emociona al recordar a sus amigos de Sierra Leona, a los que confía volver a ver «algún día». Su próxima misión está en el Amazonas

René González-Miguel Ángel Santos

René González-Miguel Ángel Santos

Publicado por
Esther Neila
Valladolid

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Es una de esas personas que se ríe desde el estómago. Sus carcajadas suenan limpias y vitalistas aun sintiéndose «muy cansado» tras un año de duras experiencias. «A veces la cabeza se me va a Sierra Leona», confiesa. De camino a la granja familiar para hacer las fotos rememora lo festivas que son allí las misas y reproduce en su móvil algunos hits africanos, su banda sonora en los últimos tres años y medio. Ordenado sacerdote con 26 años, profesor de inglés y francés, ahora estudia portugués. «Yo soy sólo una gotita en el mar;hay mucha gente ayudando a los demás», dice con acento medio british, medio krio.

Pregunta.- ¿Cuando viaja a Brasil?

Respuesta.- Estoy pendiente de los permisos del Consulado. Es sencillo entrar en el país como turista, porque dejas dinero, pero muy complicado si vas a trabajar. Que si partida de nacimiento, que si antecedentes penales… bueno, de eso yo no tengo problema, ja, ja.

P.- Pues si ponen su nombre en Google se pueden asustar...

R.- Quizá si miran dónde he estado les entre el pánico, así que lo voy a tramitar rápido.

P.- Durante los dos días aislado en el Río Hortega, ¿tuvo miedo?

R.- Realmente no;creo lo había gastado todo en Sierra Leona.

P.- Después del susto, se abrigará bien para evitar constipados.

R.- ¡Estoy como lata en conserva! Cuando llegué mi familia no me dejaba salir de casa, porque suelo coger catarros, por el contraste de temperatura. Pero un día fui a ayudar a mis hermanos a apartar ganado, estuve cuatro horas helado y me resfrié. Ahora cuando salgo me dicen: ponte la chaqueta, la bufanda, la camiseta térmica, un hermano me compró unos guantes… ¡parezco el muñeco ese de Michelin!

P.- ¿Qué deseo pidió este año al tomarse las uvas?

R.- Más que pedir un deseo, di gracias por la vida. En África he vivido con la muerte muy cerca. Nuestro coche hacía de ambulancia y de funeraria. El mayor susto fue cuando en un control militar me pidieron que llevara al hospital a tres mujeres, detenidas por fiebre. Hice algo que no debía hacer: ponerles la mano en la frente. Fue un acto reflejo. Las llevé al hospital y luego empecé a darle vueltas a la cabeza. ¿Y si me he contagiado?Estaba hundido y se lo conté a mi compañero José Luis Garayoa. Me dio un abrazo y me dijo: si morimos, morimos los dos. Al final, esas mujeres tenían malaria.

P.- El ébola ha trastocado la vida cotidiana de la población, pero la malaria se cobra muchas más vidas.

R.- La malaria, el cólera, las tifoideas, las hernias… Con el cierre de hospitales se han duplicado las muertes. Lo que ha descubierto el ébola es que la vida es un milagro allá. No hay medios y si no puedes pagar una operación, te mueres.

P.- Si se hubiera contagiado allí, ¿hubiera pedido venir a España?

R.- Creo que me hubiera quedado, aunque nunca lo sabes, porque también tenemos familia. En España hay quien piensa:‘que les cuiden allí’. Pero, ¿por qué no tendrían mis padres derecho a darme el último adiós?

P.- Ese debate ha puesto sobre la mesa cierta hipocresía en Europa.

R.- Ha demostrado cierto egoísmo. O a lo mejor es miedo, no sé.

P.- En todo caso la repatriación es una decisión personal.

R.- Y del entorno. Manuel García Viejo, por ejemplo, quería quedarse, pero las familias presionaron a la orden para que lo trajeran.

P.- Se conocían, claro.

R.- Sí. Y nos quedamos sin darle el último abrazo. Un día nos habían invitado a una fiesta las monjas mexicanas y Manuel iba a cocinar una paella. No vino porque se encontraba mal. Pensamos ir a visitarle –y comer un poco de chorizo con él, que siempre tenía–, pero llovía y conducir es complicado con nueve controles militares en 65 kilómetros. A los pocos días se confirmó su contagio.

P.- ¿Qué receta propone contra el ébola?

R.- Una vacuna aprobada y contrastada. Y accesible. Porque si se convierte en un negocio de las farmacéuticas no hay nada que hacer.

P.- ¿Qué le movió a viajar a Sierra Leona, pudiendo vivir ‘como Dios’ en España?

R.- Fui por fe, por vocación misionera, por ayudar a la gente. Es verdad que tenía una vida confortable en Zaragoza:estuve seis años en un colegio dando clases de idiomas. Pero desde pequeño me habían movido las misiones. ASierra Leona fui encantado, pero África te quita los ideales en tres días. Al principio te sorprende la vitalidad, lo distinto que es. Al quinto día yo ya llevé al primer muerto en el coche. Fue un shock.

P.- Cuando era profesor, ¿suspendía mucho?

R.- Digamos que era exigente. Me fastidia que la gente no pueda asomarse a otras culturas y tradiciones por no saber idiomas. Pierdes mucha riqueza.

P.- ¿Cómo se evangeliza en un país donde lo importante es sobrevivir?

R.- ¿Evangelizar? Con un tractor. Plantaba arroz para que la población pudiera comer. Y luego la gente viene a la iglesia a escucharte. Tengo una ventaja: yo soy un hombre de campo. Y me han servido más los conocimientos sobre agricultura y ganadería que todos los estudios de idiomas, filosofía, psicología… Dicen, jobar, un blanco intentándo ayudarnos… Se quedaban sorprendidos de que dejáramos nuestro mundo desarrollado para ayudarles.

P.- ¿Qué importaría desde Sierra Leona a estas latitudes?

R.- El modo de ver la vida. Lo entienden como un regalo. Aquí muchas veces te levantas quemado, con los horarios marcados... Ellos saben improvisar. Y saborean la poca vida que tienen. La infancia, por ejemplo, allí es muy bonita. Si están sanos, los niños lo pasan en grande;no tienen nada que envidiar a los videojuegos.

P.- El Papa Francisco ha puesto el foco en los pobres. ¿La Iglesia empieza ahora a predicar con el ejemplo?

R.- La Iglesia siempre ha estado con los pobres, pero se nota cómo el Papa se acerca a la gente. Él viene de Argentina, de los barrios pobres, de viajar en metro... se ha rozado mucho con la gente y sabe lo que hay.

P.- ¿Usted también es Charlie?

R.- Me duele cuando se proyecta una imagen sangrienta de la religión, porque tengo muchos amigos musulmanes. En Sierra Leona la convivencia es muy buena:da igual que seas musulmán, que cristiano que animista. Cabe todo. Y desde el respeto. Aquí a veces da miedo hablar de esto, porque hay mucho prejuicio, pero allí nosotros rezamos con los musulmanes y ellos con nosotros.

P.- Durante los tres años y medio que permaneció en África, ¿qué es lo que más echaba de menos?

R.- La comunicación con mi familia. Para hablar por teléfono tenía que irme a un árbol donde con suerte captaba dos rayas de cobertura. También echaba de menos una conversación normal. No sé, hablar de fútbol… Allí todo gira en torno al hambre y las enfermedades.

P.- Pues hablemos de fútbol. ¿Cuál es su equipo?

R.- El Madrid y el Valladolid. En Zaragoza jugué a fútbol sala en primera división de la liga regional. Y, de pequeño, en la era: poníamos dos piedras y pasábamos la tarde. Porque buen estudiante no era...

P.- ¿No? Dígame que al menos sacaba buenas notas en Religión…

R.- ¡No me acuerdo! Pero sé que en gimnasia sí era bueno.

P.- ¿Ha coincidido con Nick Clegg, el viceprimer ministro británico?

R.- No, porque él suele venir en agosto y yo a partir de septiembre.

P.- Un cura, ¿es por definición una persona ‘ordenada’?

R.- Ja, ja. He conocido curas ordenados y desordenados. Yo solía ser meticuloso, aunque en África he cambiado. Allí das importancia a lo que realmente la tiene.

P.- ¿Su película de culto?

R.- Pues hace poco he visto Ocho apellidos vascos y no podía para de reír, porque tengo familia en Bilbao y conozco los estereotipos.

P.- ¿Su versículo favorito de la Biblia?

R.- ‘El que quiera seguirme que cargue su Cruz’. Esto le dice Jesús a sus discípulos.

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