Diario de Valladolid

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HACE UNOS DÍAS hemos conocido el espanto de los hechos relatados en varias sesiones del juicio por el crimen de la pequeña India y su madre en Valladolid. De poco valen ya los llantos de su asesino durante el juicio. A llorar a la cárcel. Nuestro ordenamiento jurídico en el ámbito penal concibe las penas de privación de libertad con el fin último de la reinserción social del reo aunque se debería reconsiderar este planteamiento en algunos casos en los que, por su crueldad y dramatismo, la reinserción se acerca más a la utopía que a la realidad.

La cárcel nunca debe ser un instrumento de venganza pero tampoco podemos caer en el “buenismo” penal de pensar que unos años de condena pueden reconvertir a criminales con comportamientos de una crueldad insoportable, ni mucho menos compensar el dolor provocado por sus actos. Por desgracia, de la cárcel se sale normalmente peor de lo que se entra y no al revés, por lo que hay casos en los que el principio penal de la reinserción social es inaplicable. Después de haberse dado a conocer en juicio el detalle de los hechos sobre este terrible crimen, puestos a perdonar, quizá sean más perdonables los intentos de agresión del padre de la niña al autor de tales atrocidades. No hay alcohol ni droga que justifique tanto salvajismo. Bastante suerte tuvo su autor de contar con la protección de las fuerzas de orden público que, probablemente hayan tenido que hacer de tripas corazón para poner por delante su profesionalidad a sus emociones salvando a semejante individuo de la paliza que se merecía.

Cabe preguntarse ¿qué más hay que hacer para que a alguien le condenen a prisión permanente revisable ? Es más, cabría preguntarse ¿qué es lo que hay que revisar de una persona capaz de cometer esas atrocidades? Está bien que la sociedad ofrezca la oportunidad de la reinserción y del arrepentimiento pero no olvidemos que la sociedad también tiene el derecho de protegerse frente a criminales despiadados ¿Cuántas violaciones, robos, homicidios o delitos de todo tipo se han producido por personas reincidentes que llevan media vida entrando y saliendo de la cárcel? O dicho de otra manera, ¿cuántas muertes, violaciones o delitos se hubieran evitado si no se su hubieran puesto en libertad a personas que desgraciadamente no son reinsertables? En eso también debería haber algún tipo de responsabilidad frente a las víctimas. Hay veces que la reinserción social es imposible, no ya por venganza ni por castigo, sino por pura protección y legítima defensa de nuestra sociedad.

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