Diario de Valladolid
El alcalde de Soria, Carlos Martínez Mínguez.

El alcalde de Soria, Carlos Martínez Mínguez.Leticia Pérez ICAL

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NO HABRÁ primarias en el PSOE de Castilla y León. Y no las habrá no porque no se vaya a presentar el actual regidor soriano, Carlos Martínez, al que la alcaldía ya se le ha hecho bola. El que no concurrirá será el actual jefe del aparato autonómico, Luis Tudanca. Aunque él todavía no lo sabe, pero lo sospecha. Es consciente de que no es preciso inmolarse sin sentido y ocasionarse a sí mismo una crueldad intolerable. Si albergaba alguna duda, Sevilla las ha desvanecido todas. No cuenta con apoyo alguno entre las baronías provinciales, que ya le han susurrado, como Robert Redford lo hacía con los caballos en la película, que a otra cosa, mariposa. Pedir un candidato de consenso es tanto como pedir que aparten de ellos el cáliz de Tudanca tras una década parasitando cómodamente en la presunta oposición. Acabó por espantar incluso a los menos beligerantes el día que se dejó llevar por la estrategia histérica de disparar contra todo hijo de Ferraz. Demasiadas ruedas de molino con las que comulgar en un congreso extraordinario, desde Cendón a Nuria Rubio, Patricia Urban mediante. Ni al ex alcalde de Burgos, De la Rosa, pudieron acomodar en el comité. De la Rosa es de los últimos en caer del caballo a orillas del Guadalquivir, con Sánchez erguido como una giralda. Mensaje en una botella de Pedro Sánchez, que no hace prisioneros y pasa la guadaña, como el que pasa el plumero. Sevilla fue un suplicio. Carlos Martínez sigue con su estrategia de prestidigitador, esa que le ha permitido convertir el vino en agua y a Soria, ciudad de derechas por antonomasia, en el más férreo bastión socialista de las españas. Martínez asumió hace meses el reto en una conversación con el ministro Óscar Puente, a orillas de la Castellana, esquina Ríos Rosas. Mira a cinco años, cuando el PP tenga que asumir el ineludible relevo de Mañueco, que es el único momento en el que los populares sentirán zozobra y debilidad. Las renovaciones no están entre sus virtudes.

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