Diario de Valladolid

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El Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sanchez, en el Congreso de los Diputados.-DAVID CASTRO

El Presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE, Pedro Sanchez, en el Congreso de los Diputados.-DAVID CASTRO

El oficio de analista político, oficio en extinción, se está poniendo más difícil que el de entrenador del Barça. Ahora quedan opinadores que predicen el pasado, pero no cheiran una de lo que va a venir. Y en esto ejerce un influjo maléfico Pedro Sánchez, que es como el cambio climático de la política. Cada vez que opera o ejerce deja a todos en pelotas. Es el tipo más imprevisible que ha dado la política, ya sea para convocar elecciones, para nombrar ministros, para cesarlos o para cogerse unos moscosos y decidir antes de anunciar que se larga. Sánchez es un virtuoso en el manejo de las incertidumbres. Lo de decidir que se va o se queda no puede ser una decisión personal ni unilateral. No le queda otra que hacerla colegiada. Sánchez es Sánchez y sus circunstancias y en su travesía navega mucha tropa. No es dueño único de su destino. Y de serlo, sería un insensato, aunque detrás del político también se ampare un ser humano. Sus decisiones no son de un particular. Sus acciones son de un político que preside un gobierno y regenta una de las organizaciones políticas más importantes e influyentes de Europa. La gatera no es una opción. Colegiado fue su advenimiento contra todo pronóstico. Y colegiada debe ser su ausencia, también contra todo pronóstico. Quiere irse como llegó, ante la perplejidad de todo el mundo y volviendo a desnudar a sesudos analistas que no las cheiran, pero que cuando decida irse o quedarse se apresurarán a pronosticar que ya lo avanzaron ellos. Un presidente no se toma unos moscosos para decidir si se va o se queda, por el puro morbo de tener a todo el país en la incertidumbre. Un presidente si decide irse, se va. Y si decide quedarse, no da la murga. No es país para estas contemplaciones. Ni para sofocar egos. Es como si Bogart, en Casablanca, le dijera a Ingrid Bergman que se iba a tomar uno finde para pensar si se subía con ella al avión o no. Si ponen a Pedro Sánchez en el papel de Rick, es capaz de jodernos la película.

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