Diario de Valladolid
Carlos Pollán en una sesión de las Cortes. ICAL

Carlos Pollán en una sesión de las Cortes. ICAL

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Fue el pionero. Pero ya no está sólo en el oficio. Fue el primero de los de VOX, por designación directa de Santiago Abascal, en encaramarse a las Presidencia de una parlamento autonómico. Pero ya no es el único. Las autonómicas y las necesidades que aprietan al PP de Feijóo, como apretaron por entonces al PP de Mañueco, han hecho la magia. A Carlos Pollán, el primero de la hornada, se suman ahora los de Baleares, Aragón y Valencia. Una terna variopinta, a decir de las crónicas y los antecedentes. De resultado que, sin quererlo ni pretenderlo, Mañueco tiene al frente del parlamento a uno que no pretendía, pero que a la postre no ha ocasionado el estruendo de los recién llegados. Discreto, sin estridencias, hubo parlamentarios de la izquierda que le negaron el saludo en la constitución de las Cortes sin saber que a la tribuna accedía una persona educada, cortés, prudente y casi siempre sonriente. Sin antecedentes en Twitter y otras algaradas. Pollán fue cancerbero del Ademar. Y ahora es el cancerbero de los plenos de Castilla y León. Donde ejerce como puede y como le dejan, pero siempre con cortesía parlamentaria y humana. Tiene devoción por las juras de bandera y como arbitro de sus señorías en ocasiones ha permitido el contacto por encima de sus posibilidades, a la vista de cómo está el gallinero del hemiciclo.  Como buen trencilla del terreno parlamentario pasó desapercibido, que es lo mejor que le puede pasar. Los nacionales no se ocuparon de su currículum y su hemeroteca. Fue portero de balonmano. Ni bueno ni malo. Regular. Luego presidió el club de sus amores, en el León de sus amores. Y lejos de lo que manipularon algunos, lo salvó de la quiebra, cuando otros de los alrededores causaron defunción por falta de atención. A veces no estar es la mejor contribución. Ahora preside las Cortes de Castilla y Pollán. Pero ya no es el único de los suyos. Nunca caminarás solo. Aunque esto dura lo que dura. Un suspiro ¡Suspiros de España!

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