Viernes de crucifixión
EN POCAS PALABRAS
HOY VIERNES DE crucifixión, Sánchez ni asume responsabilidades ni ejerce la autocrítica. Lo demostró en un Parlamento crítico sólo de boquilla que, a la postre, se hincó de rodillas ante el Presidente dictador. Como si fuera Roger de Lauria, en un periquete marcó a las señorías del Partido Popular y de Ciudadanos con la misma payasada del almirante: «No consentiré que los peces crucen el Mediterráneo si no llevan grabado en el lomo el escudo de Aragón».
Amén, y caigan boquerones con rioja a cuenta del contribuyente.
La soberbia de Sánchez es letal: siente poco respeto por las víctimas que, en gran parte, ha provocado con su inacción, sectarismo, y mala gestión. Por esto mismo, insulta a las más de 16 mil víctimas oficiales su ministro del Interior, el gran Marlaska, cuando dice que «no hay nada de lo que arrepentirse». O cuando se duele hasta las meninges por el fallecimiento de la primera reclusa por coronavirus, elogiando de paso al colectivo de presos como modelo de paz social y sanitaria. Tócate los huevos, tío Desiderio.
Insulta a las víctimas el ministro de Justicia cuando llora de oficio el fallecimiento del Presidente de la Comisión Islámica de España –modelo «en la lucha por la convivencia y la tolerancia»–, y no lo hace con el último español cristiano, agnóstico, o ateo, caído por el coronavirus.
Esa justicia ya le pareció horrorosa a Dante hasta en el Infierno por asestar «tales golpes de venganza».
Insulta a las víctimas, por su insensibilidad flagrante, el folleto del Ministerio de Sanidad dando instrucciones a las familias de los difuntos para sobrellevar su pena, alegando, entre otras razones, que el muerto se «ha liberado de esa situación, ya no la siente ni la padece». Insulta el Gobierno en pleno ocultando la verdad sobre el número de víctimas que esconde con diligencia. Gran infamia al descubierto.