Diario de Valladolid

JOSÉ MANUEL CANTERA CUARTANGO

San Pedro y San Pablo

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CORRÍA el año 50 después del comienzo de la era cristiana cuando en una ciudad de oriente próximo tuvo lugar un acontecimiento eclesiástico de grandes magnitudes: el Concilio de Jerusalén, la primera reunión de pastores de naturaleza ecuménica de la historia. La celebración de este particular evento se ha repetido frecuentemente a lo largo de los milenios -el último fue el Concilio Vaticano II- y las consecuencias de las decisiones que en ellos se toman, influyen en la vida de millones de personas.

Fue en el seno de una secta del judaísmo, el cristianismo, fundada por un tal Jesús de Nazaret, donde se planteó un dilema moral trascendental: qué actitud debía tener el cristianismo con los gentiles que se convertían a la nueva fe. Había dos facciones. Una -capitaneada por Pedro, un tosco e impulsivo pescador del mar de Tiberíades, pilar del núcleo duro de la nueva religión- era partidaria de que se aplicasen a los paganos conversos las severas normas del judaísmo más primitivo, especialmente en lo que a la cuestión de la circuncisión se refería. La otra estaba encabezada por un antiguo fariseo llamado Pablo de Tarso, erudito e ideólogo del pensamiento cristiano, perteneciente a la Escuela de Gamaliel, y estaba a favor de no imponer las prácticas judías a los neófitos. Finalmente, la posición que se impuso fue la corriente de Pablo, postulado que, a partir de entonces, cambió el rumbo de la fe cristiana.

Los astros -y las voluntades humanas- se han alineado para que otros hombres -¿cuándo habrá alguna mujer?-, cuyos nombres coinciden con nuestros personajes históricos, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, sean las personas encargadas de dirigir los designios del Estado español durante el nuevo mandato. Ambos líderes políticos tienen algunas posiciones políticas que les unen: agenda social y progresista, transición ecológica y aumento del gasto y de la tributación. Sin embargo, tienen otras que les diferencian profundamente: posicionamiento en la resolución del conflicto en Cataluña, política económica -cada vez más dependiente, en el fondo y en la forma, de la UE- y política internacional. No me equivoco al decir que en el seno del Consejo de Ministros surgirán, frecuentemente, enfrentamientos políticos entre Pedro y Pablo en cuestiones fundamentales para la gobernabilidad del país.

De sus decisiones correctas o erráticas depende el progreso, la modernización y la prosperidad de nuestro país. Que los dioses -y el sentido común- les acompañen.

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