Diario de Valladolid

EDITORIAL

La inacción no es la solución a la osadía de dividir la región

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El alcalde de león acabó ayer por perpetrar la osadía que había anunciado de unirse a la UPL para aprobar en pleno una declaración para solicitar la creación de una comunidad autónoma leonesa, diseñada con raíces en el viejo Reino de León, del que ya han transcurrido mil años. Una declaración que no tiene efectos prácticos ninguno, pero evidencia una convicción política que, supuestamente no sintoniza con el PSOE federal y el regional. Supuestamente, porque la tibieza con la que el PSOE está obrando en este asunto sólo ha servido para dar alas al regidor leonés, que ya lo advirtió hace un mes que lo haría y nadie en su partido le paró los pies. Esconderse y no afrontar los problemas internos sólo puede acrecentarlos. Como ayer se vio el pleno.

Una cosa es quejarse de agravios, reclamar inversiones y demandar y otra llevar a una sesión plenaria de una de las capitales más importantes de Castilla y León una declaración de este tipo. Y más en los tiempos que corren con el polvorín catalán en plena ebullición. Eludir el problema, esconderse o sortearlo es además de políticamente un tanto cobarde, es el aliento para que a partir de ahí cualquiera proponga lo que quiera sin que tenga consecuencias orgánicas. No es suficiente con que el portavoz federal y regidor de Valladolid se limite a decir que el asunto está creando malestar en la dirección nacional. Es preciso, para que se haga creíble el discurso, contundencia de la dirección nacional y una clara desautorización. Igual que de la regional, que ayer desapareció del mapa, pese a que su líder, Luis Tudanca viene diciendo que no es un asunto importante el de las tensiones territoriales alimentadas por algunos de sus barones. La realidad es tozuda y ayer acabó atropellándole.

Estas tensiones territoriales en Castilla y León no son nuevas. Parecían aparcadas. Seguramente los dos principales partidos, PP y PSOE tengan que rearmarse ideológicamente y expresar de forma únida su posicionamiento para sofocar la iniciativa plenaria de ayer, que, sin duda, ha ido demasiado lejos. Eso, o aclarar cuál es su postura. Si su postura es la aceptación de los reinos de taifas en que se están convirtiendo sus formaciones o su apuesta es clara por la realidad imparable que es Castilla y León.

Pero para eso también hay que tener claro un proyecto para Castilla y León. Y eso seguramente nunca lo han tenido. Es hora, porque si al envejecimiento y la sangría poblacional le surtimos además estas tensiones, el futuro de la comunidad, el de los habitantes, que son los que importan, no se avista demasiado próspero. Un proyecto, por supuesto en el que los desequilibrios y los agravios sean las primeras necesidades para evitar que los ciudadanos se sientan ajenos no a una identidad, pero sí a una realidad imprescindible: Castilla y León.

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