Diario de Valladolid

Una familia sobre ruedas

Tino Nieto y Beatriz Merino comparten horas de entrenamiento con sus hijos Álvaro y Adriana / Todo comenzó hace ocho años como una manera de hacer deporte en familia, hoy los dos hijos son campeones de España

Álvaro, Beatriz, Tino y Adriana, los miembros de la familia Nieto Merino posan con sus patines en la Limonera.-T.SANCHO

Álvaro, Beatriz, Tino y Adriana, los miembros de la familia Nieto Merino posan con sus patines en la Limonera.-T.SANCHO

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GUILLERMOSANZ VALLADOLID
Valladolid

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En casa de la familia Nieto Merino todo va, literalmente, sobre ruedas. Dentro de su día a día siempre hay un hueco para que padres e hijos compartan una pasión: la del patinaje; un deporte que cayó casi por casualidad hace ocho años y que se instaló en una rama del árbol genealógico de una familia que cuenta sus miembros por competidores.

Esta historia escribió su primer capítulo a principios de la década, cuando el patriarca, Tino Nieto, planteó hacer un deporte en familia. Así, entre los folletos de las actividades que ofertaba la FMD dieron con el patinaje, un ecosistema por descubrir para los cuatro miembros de la familia. «No tuve que hacer mucha fuerza para convencerles», reconoce el padre, que añade: «Se nos ocurrió como algo divertido hacer algo en familia los fines de semana y que nuestros hijos nos vieran como adultos activos. Empezamos todos de cero, pero nuestros hijos nos dejaron atrás muy pronto. Al principio vas con un poco de miedo, pero después estábamos deseando de que llegara el domingo para ir todos a patinar», bromea Tino Nieto.

De la FMD saltaron a Renedo, donde el alma mater de los Rolling Lemons, Pablo López, empezaba a construir los cimientos del club. Allí la familia encontró un nuevo hogar y en la competición un lema para el escudo de la familia. Álvaro, de 14 años, y Adriana, de 12, ya son campeones de España de Speed Slalom (Álvaro, además, de salto) en 2018 y son integrantes de la selección española. Tino y Bea, los cabezas de familia, optaron por la velocidad.

La madre de la familia Nieto Merino se enganchó a la competición sin saber por qué. Así convirtió el ocio en un plata especiado con la sal de la adrenalina. «Dimos el salto. No sé cómo surgió, pero nos fuimos metiendo poco a poco. Ahora se van viendo un poco mejor. De dos años para acá se están viento resultados. Nos vamos haciendo un hueco en Master 40 pisando un poco el podio», confiesa Beatriz, que ha conseguido subirse a uno de los cajones de honor en varias citas de patinaje. Sin embargo, para ella el mejor triunfo no viene acompañado de medallas. Para la madre el mejor regalo que ofrece el patinaje es el de poder compartir afición y tiempo con sus dos hijos: «Es bonito encontrar algo con lo que divertirse juntos. A mí lo que más me llena es compartir estos momentos. Es lo que más me satisface», admite.

Bea y Tino prometen dar «guerra hasta que el cuerpo aguante. Queremos llegar hasta Máster 60 o 70», admite la madre de dos jóvenes que tienen el mejor ejemplo en casa... y en la Limonera, centro de operaciones de los Rolling Lemons. «Creo que son un buen ejemplo para nosotros», entiende el mayor de los hermanos, que centra en los entrenamientos los mejores momentos de compartir deporte con sus padres: «Es lo que más me gusta. A veces nos toca hacer carrera contra ellos y hacen bromas como... ‘Si me ganas te quedas sin cena’», explica el campeón de España.

Hacer la maleta para competir es el momento en el que cambia la perspectiva entre padres e hijos. Mientras que para los mayores es un emocionante ritual, para los jóvenes de la casa es la parte más aburrida del negocio, como reconoce Adriana: «Cuando nos toca acompañarles a la competición da un poco de pereza», admite. Sin embargo son fans de sus padres; una imagen que ha cambiado con el paso de los años: «Al principio no me gustaba porque no se les daba bien. Ahora sí me gusta verles», confiesa Adriana.

En ocasiones, la benjamina de la casa se convierte en la madre porque, con los patines ella es una autoridad con capacidad para dar consejos. Más desde que Tino y Bea comenzaron a compaginar su especialidad, la velocidad, con la de sus hijos, el freestyle; una ola a la que se subieron a base de ir a llevar a sus hijos a La Limonera: «Como les teníamos que llevar a los chicos nos apuntamos también a freestyle hace dos años. Es una forma de empezar», explica Tino Nieto. En esta campo es en el que siembra la joven Adriana, que admite dar directrices a sus progenitores sobre el terreno del freestyle: «A veces les doy consejos porque no se acuerdan muy bien de las cosas», confiesa la patinadora.

Cada uno a su ritmo, los Nieto Merino han tejido unos lazos fuertes en el patinaje, donde se dibuja un paisaje que invitan a todo el mundo a disfrutar sin miedo o vergüenza: «Ellos lo han visto desde pequeños y como hay más padres en el club lo ven como algo normal. Es verdad que puede parecer algo extraordinario, aunque es algo que puede hacer cualquiera», concluye Bea Merino.

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