Diario de Valladolid
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Redacción de Valladolid
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Entró en la tienda con decisión, con su móvil en la mano. Lo coloca como suele hacer en el bolsillo de su pantalón y se dirigió a la zona de bocadillos. Tuvo en la mano varios. Los analizó y finalmente se decantó por uno de jamón y tomate. También cogió un refresco y salió de la tienda sin pagar. No, no estaba robando. Había entrado en una de las tiendas físicas que Amazon tiene por Estados Unidos y que están equipadas con sensores, cámaras e inteligencia artificial, pero sin personal en la línea de cajas. Es Amazon Go. Arrancó hace apenas un año, hoy tiene 10 tiendas, que ya tienen una facturación un 50% superior a las tiendas tradicionales. Además, quien lo usa, repite, llevado por la experiencia diferente que le ofrecen estas tiendas sin colas de caja. Por eso ya están trabajando en un plan de llegar a las 3.000 tiendas Go en poco más de dos años. Si su modelo tiene éxito, pondrá en riesgo millones de puestos de trabajo en todo el mundo. De momento, el modelo ya está teniendo efecto contagio, y grandes superficies como Carrefour ha anunciado que va a abrir su primera tienda robotizada, abierta 24horas, y que quiere tener tiendas similares en estaciones y zonas urbanas concurridas. ¿Una moda pasajera? Quizás no.

Es solo un ejemplo de cómo las nuevas tecnologías están transformando el mercado laboral. Todas las revoluciones industriales anteriores lo han hecho, pero nunca de una forma tan exponencial y profunda como ahora. Todo lo que se pueda automatizar se automatizará. O mejor dicho, se está automatizando. Y lo vemos en todos los ámbitos. Mientras en España tenemos la guerra taxi-VTC, Uber está trabajando ya en implantar el coche de conducción autónoma en Estados Unidos. El fabricante de tractores John Deere ya ofrece vehículos agrícolas automatizados para arar y sembrar con GPS. Un sistema de Inteligencia Artificial escribe habitualmente artículos para diarios tan importantes como el Washington Post; una aplicación para móvil creada en Stanford ha probado más precisión para detectar un tumor de piel a partir de una foto que un dermatólogo. Y podríamos seguir con muchos más ejemplos. Esta tendencia a la automatización es algo que, si nos gusta, pasará… pero si no nos gusta también pasará.

Pese a que pueda parecer lo contrario, detrás de todo esto, hay una gran oportunidad para aquellas regiones que la sepan aprovechar. El mundo se está transformando, efectivamente, pero hacen falta las personas que lo transformen. Personas que desarrollen los coches de conducción autónoma, personas que creen algoritmos de aprendizaje y enseñen a sistemas de Inteligencia Artificial a hacer diagnósticos médicos, personas que diseñen para las impresoras 3D. Siempre personas. Las máquinas siempre necesitarán de personas, que las programen, que las enseñen o que las complementen en todo aquello de lo que carecen, como creatividad, pensamiento crítico o empatía.

Hay gente que dice que como estamos en la ‘era del dato’, y el dato es el nuevo petróleo. Pues no, el nuevo petróleo, sin lugar a dudas, es el talento. La prueba es que los lugares donde están muchas de las mayores nuevas empresas, donde se está generando más riqueza, no son necesariamente los lugares donde más datos se generan, si no allí donde existe el talento que sabe hacer las preguntas adecuadas, que sabe sacar lo mejor de estos datos y de las máquinas.

Siempre que pasa una revolución de este calado, se destruyen unos puestos, pero se crean otros que no existían. Ahora el 80% de estos serán alrededor de la tecnología. Según el Foro Económico Mundial, de aquí a 2025 en el mundo se crearán 75 millones de empleos, y se destruirán 133 millones. La clave, y la pregunta es: ¿en cuál de los dos grupos estará nuestra Región? Hasta ahora, todo apunta a que se dirige hacia el segundo. En la Región en general, y en ciudades como León en especial, llevamos ya mucho tiempo sufriendo la pérdida de población. La crisis nos ha golpeado especialmente. No hay más que echar un vistazo a los datos, que no engañan. Desde el inicio de la crisis, la región ha perdido un 6% de su población, y ciudades como León más de un 7,2%, descenso que se debe en buena parte a la inmigración en busca de oportunidades profesionales.

Y en esta situación, además yendo hacia una era de automatización de todo, ¿se puede hacer algo? Pues SÍ, desde luego, se puede, y sobre todo, se debe hacer. Y además, hay buenísimas noticias: primero, todavía estamos a tiempo de cambiar esta tendencia, y segundo, depende de nosotros. No hay nada que nos impida ganar la batalla al futuro. Pero debemos tener sensación de urgencia. Es más, si no lo hacemos, el riesgo ahora es exponencial, ya que todo sucede a una velocidad nunca vista, y las empresas y la riqueza se mueve entorno al talento, y si no lo encuentran, se acabarán yendo a donde esté.

Si queremos romper la tendencia negativa y aprovechar la oportunidad, entre todos tenemos que pasar a la acción y apostar por el talento. Como región tenemos que hacer una apuesta firme, decidida y, desde luego, urgente. Debemos tener un plan estratégico que tenga el talento en el centro. Con políticas que convienen las luces cortas y luces largas, que apuesten por el presente y por el futuro.

Por el presente, pasa por retener, transformar y atraer talento de fuera de nuestra región. Esta es una tierra con una enorme calidad de vida y con grandes activos para vivir empleados y familias, aprovechémoslos. Trabajemos por atraer talento y experiencia. Somos muchas las empresas necesitamos este talento, pero atraer este talento es una tarea de todos los agentes.

También entre todos, tenemos que ayudar a nuestras empresas a reciclar a los empleados en esta nueva realidad digital. Esta nueva era requiere una transformación constante de las empresas y también de sus profesionales. El 30% de las habilidades profesionales cambian cada 4 o 5 años, y lo hacen hacia las nuevas tecnologías. Uno de los retos más importantes es reciclar a los empleados, en especial a aquellos con más experiencia, que corren el riesgo de quedar fuera de juego, y con ellos una experiencia que no podemos perder, porque en la mayor parte de los casos, sigue siendo muy útil.

Y la apuesta por el futuro pasa por preparar a nuestros jóvenes para esta nueva realidad, desde el colegio hasta pasada la universidad. Pasa por fomentar las vocaciones tecnológicas entre nuestros jóvenes. Pasa por hacer que, igual que en su día se incorporó el inglés desde educación primaria, ahora se haga con el idioma de esta nueva era, que es la tecnología. Pasa por inculcarles habilidades que tradicionalmente se han dejado de lado en los sistemas educativos, y que precisamente son las que nos diferencian de las máquinas: creatividad, curiosidad, pensamiento crítico, trabajar en entornos diversos. Y en concreto, hay que enfatizar en una, la cultura del aprender a aprender. Para adaptarse a este futuro es que el ser humano siga formándose cada vez más, que no olvide que en la sociedad que vivimos hoy en día, uno no deja de estudiar cuando sale de la facultad o del centro de formación, sino que debe formarse durante todo su ciclo vital. Y pasa por una universidad alineada con estas nuevas demandas, que no considere que el alumno acaba cuando obtiene el título, sino que se deberán de preparar para acompañarlos en esta nueva etapa de reciclado constante.

Estamos pues ante un momento decisivo, el momento de la verdad. Un momento que solo depende de nosotros, pero un momento que no espera. Un momento que solo sabe de talento.

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