Diario de Valladolid
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Redacción de Valladolid
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LA DESPOBLACIÓN en gran parte de España, y especialmente en Castilla y León, comenzó hace siglos, paralela al devenir histórico, los desastres de las guerras, las epidemias, las crisis económicas y el llegar tarde y mal a los avances científicos y técnicos.

O sea: que la despoblación que nos aqueja ahora no es culpa exclusiva de los actuales dirigentes, pero sin duda hay que señalarles con el dedo toda vez que llevamos cuarenta años en los que no han dado una a derechas (ni a izquierdas). Los hechos, y las estadísticas, lo demuestran: desde la aprobación del Estatuto de Autonomía de Castilla y León no hemos hecho otra cosa que ir de mal en peor. Desde la Ley Orgánica 4/1983 de 25 de febrero esta Comunidad cuenta con unos 160.000 habitantes menos, aparte de que los quedamos somos mucho más viejos. Nuestros políticos no han hecho otra cosa que llenarse la boca de palabrería, haciendo libros blancos, (más bien negros) entreteniéndose como niños en las Cortes regionales. ¿Para qué ha servido? ¿Para qué se ha gastado tanto tiempo en la Ordenación Territorial?

Es cierto que el problema de la despoblación, antesala de la desertización, no sólo afecta a Castilla y León, y no exclusivamente al mundo rural, que también toca a muchísimas ciudades, pero a mí nadie me quita de la cabeza que yo trabajaba y vivía en 1984 en la Región de Murcia donde habitábamos 950.000 personas; ahora cuenta con 1.450.000. Mientras tanto aquí se ha pasado de los 2.640.000 a los 2.460.000, más o menos. Sin comentarios.

¿Nadie tiene la culpa? ¿Nadie asume alguna responsabilidad? No he visto nunca una preocupación especial por este desastre a los máximos responsables de la Junta de Castilla y León, como el actual presidente Juan Vicente Herrera, ni a sus consejeros, al margen de debates y comisiones y la habilidad política de convertir el problema en un asunto mediático general, logrando así diluir el desastre propio. Cuanto más, menos. Si entra Galicia, y Asturias, y Aragón, y Castilla-La Mancha, mucho mejor. Mal de muchos consuelo de todos. Mal de todos, culpa de nadie.

LA LLEGADA DEL TRACTOR

Veamos: la gran hecatombe poblacional en Castilla y León se produjo entre el año 1960 y 1980. En esos 20 años los pueblos de Castilla y León perdieron una media en torno al 40% de la población. ¿Cuál fue la causa? La llegada del tractor. Así de sencillo. El tractor fue el gran invento del campo, pero se llevó por delante a cientos, miles, de personas que tuvieron que irse a las minas de Asturias, al industrioso País Vasco, a la burguesa Cataluña, a la avanzada Europa (Alemania, Bélgica, Francia, Suiza). Fue la segunda parte del partido de la emigración que se inició mucho antes hacia la Argentina, Brasil o Venezuela.

El tractor, que camina paralelo a un montón de nuevos «aperos» y otras maquinarias fue la avanzadilla del progreso en los campos de Castilla y León, pero también fue el sepulturero del mundo rural. La cosa no ha parado, y los tractores de ahora son tan impresionantes que en una semana un buen labrador es capaz de arar el término de su pueblo. Luego los avances técnicos, lejos de mejorar la población, la agravan. ¿Qué se puede hacer? ¿Hay solución? ¿El mundo rural no es un círculo vicioso imposible de resolver? ¿Acaso no tiene todos los servicios menos un Internet adecuado? Pero es lo que dice un amigo mío: «Parece que la banda ancha, y unos mejores servicios, van a arreglar el problema de la despoblación en Castilla y León, y resulta que hay muchas ciudades que pierden población cuando tienen todo eso…, luego el problema es otro». Mejorar todo eso es vital, sin duda, pero no es la panacea.

Los milagros, excepto los jueves, como en la película, no existen. Y el jueves puede haber un milagro, pero lo fastidia el viernes, o el sábado…He hablado con los amigos de mi pueblo sobre este asunto, para que me dieran ideas para este artículo. Y todos han coincidido: Miguel, Blasito, Tarito, Manolín: «Ni puede haber un milagro, ni hay solución». «Llegas tarde, Matías», como dice un anuncio en televisión.

Cuando murieron mis padres heredé la casa familiar. Grande y quejosa en paredes, pinturas, tejados y vigas. Y me dije: «O la arreglo para cincuenta años más, o la dejo arroñar». La arreglé y ahí sigue enhiesta. Con lo de la despoblación en Castilla y León pasa lo mismo: hubo un tiempo que se puedo enderezar, pero no se hizo, y ahora la casa se ha arroñado.

DOCE PUNTOS CONCRETOS

Pero como no quiero ser pesimista, voy a intentar aportar algo positivo, concreto. No es el bálsamo de Fierabrás, pero algo es algo.

1.-) Que los legisladores escuchen de una vez por todas a la gente del mundo rural, que nunca lo hacen. Me lo dicen en Cañizo, me lo han dicho en El Puente de Sanabria y no se cansan de asegurarlo en Alcañices. Hacen leyes personas que sólo han pisado algún pueblo para ir a pedir el voto o a la bodega de algún amigo.

2.-) Que se haga una política fiscal adecuada al entorno.

3.-) Que se ajusten las leyes a la realidad: cuesta más dinero hacer los trámites catastrales y notariales de la partición de una casa entre varios hermanos en un pueblo que lo que vale la casa.

4.-) Debe incrementarse la PAC. Las tierras y las ganaderías de Castilla y León no pueden competir con las de Francia o Polonia, por ejemplo.

5.-) Debe considerarse al agricultor y al ganadero como los mejores ecologistas. Está muy bien proteger a la avutarda, y al lobo, pero a quien más hay que proteger es al hombre.

6.-) Hay que dar una renta básica a los jóvenes que vivan en los pueblos, porque si no tienen trabajo ¿a qué van a ir a los pueblos?

7.-) Hay que incentivar a la familia, como sistema nuclear sobre el que gira la sociedad. Sin familias con hijos no hay nada que hacer.

8.-) La Administración debe hacer estudios serios de los recursos y las posibilidades de cada zona, de cada pueblo. Hay lugares donde se puede poner un rebaño de 500 cabras, por ejemplo, porque hay recursos de pastos adecuados y en otros tal vez sea imprescindible una macrogranja de cerdos. Con todos las seguridades ecológicas y medioambientales pertinentes, por supuesto. Lo que no puede ser es que haya pueblos con 20 habitantes, a los que les queda de vida 15 años y se niegan a que se instale en su entorno una macrogranja. Pero si hace treinta años los pueblos eran macrogranjas completas…Lo de entonces no, pero ahora se pueden hacer las cosas bien.

9.-) Generar actividades entre las ciudades y los pueblos. Los pueblos necesitan de la ciudad, y la ciudad de los pueblos.

10.-) Facilitar las condiciones de vida a todos los jóvenes, incluidos los llegados de otras tierras. Hace unos días visité de nuevo la inigualable iglesia mozárabe de San Cebrián de Mazote (Valladolid) y el guía era una persona de otro país que se entregaba al oficio con devoción y conocimiento. El bar de Cañizo lo regenta una familia rumana. Extraordinario.

11.-) Que las explotaciones agrícolas de los pueblos, y las ganaderías, las trabajen los jóvenes, y no personas jubiladas que cobran la pensión correspondiente.

12.-) Que las Administraciones inviertan con sentido común: que no hagan, por ejemplo, pistas de pádel donde no hay nadie que juegue a ese deporte.

A realidad de La España vacía de Sergio del Molino debemos oponer La lucha por la vida, de Pío Baroja, puro realismo literario, tan determinante a veces para entendernos a nosotros mismos. Pues vamos.

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