Diario de Valladolid

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HA PASADO ya más de una década desde que se empezó a atisbar una crisis sobre la que desde el inicio se discutió sobre la magnitud de su posible impacto pero que nadie fue capaz de prever la dureza que luego demostró.

Ahora, la proclamada salida, certificada por cifras de crecimiento, se pone cada vez más en duda, porque cuando aún no ha llegado con claridad la recuperación al conjunto de la ciudadanía, empiezan a saltar las alarmas, que llegan desde el exterior y desde el interior.

Advertencias sobre el presente y sobre el futuro, porque a los que peinamos canas pero aún nos quedan más de dos lustros para la jubilación nos amenazan con no cumplir lo comprometido a cambio de las cotizaciones que hacemos todos los meses.

Y los salarios no crecen mientras la vida se encarece, los jóvenes ya ni piensan en comprarse una vivienda y cada vez tienen más complicado acceder a un alquiler. Y muchas cosas más en medio una crisis política que tampoco cesa y que hace ver a los representantes de la ciudadanía como incapaces de ofrecer soluciones reales, pero sí de añadir problemas a la larga lista ya existente.

Todo ello con planteamientos de ricos, porque no nos duelen prendas en ponernos a la vanguardia ecológica y se amenaza con prohibir fabricar coches de combustión, para sustituirlos por eléctricos que suponen y parecen que seguirán suponiendo un mayor esfuerzo de compra.

Y, sin embargo, eso no es lo más importante, porque en esta tierra lo que ha supuesto el anuncio es poner en jaque a una de las industrias más potentes, la de la automoción. El grupo Antolín, por ejemplo, ya ha visto como su beneficio se reduce debido, entre a otras cosas, a la incertidumbre generada por la polémica con el gasoil.

Vamos, que a la gran cantidad de problemas que siguen sin solución, como el del reto demográfico que desangra especialmente a algunas provincias castellanas y leonesas, nuestros políticos se preocupan en crear nuevos para hacer que sea imposible sacarse el miedo del cuerpo. Hasta la celebración de elecciones, que debieran generar esperanza, hoy en día hace que nos pongamos a temblar, no solo por la incertidumbre de los resultados, sino por demostrada falta de corudura para establecer unn diálogo sereno que ponga en el centro de las discusión a los ciudadanos, su bienestar, sus expectativas de ir haciendo que la vida sea mejor para los que vienen detrás de nosotros.

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