Diario de Valladolid

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EL BERCIANO Juan Carlos Mestre, que acaba de recibir el Premio Castilla y León de las Letras, ofrece una trayectoria poética implicada en mostrar la mala conciencia social, como reclamaba su maestro Saint-John-Perse. Sus versos, sembrados de indagaciones y metáforas, tienen poco que ver con la horma de un género literario constreñido en su despliegue. Mestre estudió periodismo en Barcelona y en 1981 publicó su primer libro: Siete poemas escritos junto a la lluvia. Por entonces, militó en la urgencia por dar carpetazo a la dictadura y en 1979 se embarcó en una candidatura de izquierdas en su pueblo.

Un gesto que le costó a su padre panadero el rechazo a los panes de su esfuerzo. Aquel fue, sin duda, el hachazo más cruel a los anhelos del incipiente poeta. En 1983 publicó La visita de Safo, y a comienzos de 1986 Antífona del otoño en el Valle del Bierzo, galardonado con el Premio Adonais. Para entonces, el amor y el compromiso lo habían llevado ya a un Chile asolado por la dictadura, donde dio suelta a su mano prodigiosa para el arte, a la vocación musical y a su oficio de juglar.

En su estancia chilena publica Las páginas del fuego (1986) y al regreso obtiene el Premio Gil de Biedma con La poesía ha caído en desgracia (1992), notablemente enriquecido en su edición de 2014. Un libro que muestra su irritación con la poesía como decorado y trampantojo. Una estancia romana, como becario de la Academia de España, propicia su sexto libro: La tumba de Keats.

Un hipnótico poemario sobre el romántico inglés que murió con 26 años en la Piazza di Spagna. Una secuencia de versos sinuosos y acribillados de metáforas bombardea al lector con su catarata de sugestiones. Cuaderno de Roma (2005) es la iluminación gráfica del poemario. El culmen de su obra madura le llega con La casa roja, galardonado con el Premio Nacional de Poesía en 2009, y La bicicleta del panadero (2012), distinguido por la Crítica con su premio como mejor libro poético del año en lengua castellana. Versos caudalosos y magistrales que apenas esconden la solemne prosodia que ennoblece el alma de su universo.

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