Diario de Valladolid

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EN medio del barullo que conviene a los atizadores de un lado y otro de la bronca, nos va quedando el persistente crepitar de los incendios con su inevitable cuelga de lamentos. Como si la devastación de nuestro patrimonio natural fuera consecuencia de la fatalidad. Y esto no sólo no es así, sino que hay que tocar las campanas a rebelión. Porque los incendios que asuelan el ámbito rural son el golpe definitivo sobre un espacio descartado como territorio combustible dispuesto para el fuego.

Es verdad que este año la pertinaz sequía preparó los montes para su incendio, pero no es menos cierto que a nuestro alrededor los pirómanos actúan protegidos por la impunidad. El saldo de la temporada, que todavía dista de haber concluido, nos adjudica este año el cuarenta por ciento del territorio quemado en España. Y aunque en tamaño somos grandones, conviene recordar que sólo ocupamos el veinte por ciento del territorio nacional.

Así que vamos a tener que asomar por encima de las bardas para descifrar la explicación que nos ayude a interpretar esta voraz chamusquina. Porque no cabe seguir atribuyéndola a una maldita fatalidad. Y menos aún buscar su motivo en una supuesta tradición incendiaria de nuestros campesinos. Vecinos y asociaciones comarcales de los lugares devastados por el fuego insisten en señalar que los autores de los hechos son conocidos.

Pero nadie olvida el pasado reciente, cuando incluso autores confesos de incendios acabaron libres de cargos. Porque una cosa es hablar de ecoterrorismo ante el calor de las llamas y otra bien distinta, pero bastante más eficiente, penalizar como es debido estas prácticas. Verbalizar con exceso es gratis y hasta consigue aplausos.

Pero no puede ser que año tras año se malogre una millonada en sofocar incendios provocados y sigamos impávidos. Aquí los incendiarios cuentan con el viento a favor de un espacio desmedido y desvalijado. Dejado a su suerte hace ya mucho tiempo con la renuncia a un despliegue razonable de la guardia civil por el territorio. ¿Quién va a detener y acusar a los pirómanos?

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