Diario de Valladolid

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POBRES Y RICOS. Hubo un tiempo en que -a juzgar por los que algunos voceros del supuesto progreso aseguraban- la lucha de clases parecía un conflicto casi superado, algo propio del ayer. Por supuesto, y como ahora estamos comprobando, nunca fue así. A veces la pugna es asumida por las clases elevadas de un territorio respecto a otros, arrastrando a su proyecto a otras clases menos favorecidas del mismo. Mucho de esto hay en las reivindicaciones soberanistas de las distintas nacionalidades de España, de modo que a menudo vemos cómo los gerifaltes de las regiones industrialmente más desarrolladas tachan de vagos, inútiles o simplemente míseros a andaluces, extremeños y castellanos viejos.

Pero salgamos de nuestro país y miremos lo que sucede en Europa. Según informaciones recientes, los bancos e inversores alemanes están ganando más dinero que nunca en paralelo a la ruina que se cierne sobre Grecia. O, más aún, analistas muy autorizados resumen la tensa situación que se ha vivido sobre el futuro del país heleno de la siguiente forma: el dinero del rescate -como ya pasó en el caso de España- irá taponar el agujero de los inversores y bancos generalmente germanos que temían no recuperar sus préstamos, mientras que seremos los ciudadanos de todos los demás países europeos (incluidos los rescatados o por rescatar) quienes tengamos que hacernos cargo en los próximos años de esa deuda.

Existe un viejo debate teórico en torno a la naturaleza de la relación entre riqueza y pobreza. La propaganda neo-capitalista ha querido convencernos -mediante su repetición de consignas- de que «dinero llama dinero» y lo mejor es que los ricos hagan cuanto más dinero mejor, porque así «algo les caerá a los pobres»: todos nos acabaríamos beneficiando. Pero aunque nos lo digan con palabras más bonitas, la realidad parece indicar lo contrario: que las grandes fortunas -como la riqueza de las regiones y países ricos- suelen construirse sobre el saqueo y empobrecimiento de otros.

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